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 UN EPISODIO DEL ENFRENTAMIENTO ENTRE LOS GUZMÁN Y LOS PONCE DE LEÓN:
LA TOMA DE MEDINA SIDONIA Y LA MUERTE DEL ALCAIDE BASURTO


Jesús Romero Valiente

 

A finales del siglo XV la debilidad de la monarquía favoreció que la Baja Andalucía se convirtiera en campo de batalla para los dos bandos de la nobleza que pretendían imponer su influencia en la zona, el del Duque de Medina Sidonia y el del Conde de Arcos. La fortaleza de nuestra ciudad, perteneciente al señorío del Duque, fue tomada al asalto por las tropas de Rodrigo Ponce de León en los últimos días de 1473. Ayudándonos mayormente de las diversas crónicas que relatan el suceso desde diferentes perspectivas, reconstruimos el episodio y rememoramos a sus protagonistas, entre ellos el “desafortunado” alcalde Bartolomé Basurto.

El veinte de agosto de 1462 don Juan Alonso de Guzmán, tercer conde de Niebla y primer duque de Medina Sidonia, tomaba a los moros la plaza de Gibraltar, cuyo sitio había comenzado meses antes el alcaide de Tarifa Alonso de Arcos. Se trataba de un enclave largamente apetecido por los Guzmanes, pues aquella bahía era un "surgidero de naos y galeras" que estorbaban de continuo sus almadrabas de Conil y Zahara, gracias a las cuales obtenían pingües beneficios. En el intento había muerto su padre el conde don Enrique, y el Duque "tenia avisados á sus alcaides de la su cibdad de Medina Çidonia, é las sus villas de Bejel, Chiclana, é la Torre de Guzman, que toda nueva é aviso que tuviesen tocante á Gibraltar se lo hiziesen saber1".

Los alcaides de las tierras de la frontera, además de la guarda y defensa de su propia fortaleza, tenían encomendado habitualmente dirigir las entradas y cabalgadas en el territorio enemigo, de hecho el término árabe al-caid significa "el que conduce las tropas". Tocó a Bartolomé de Basurto la honra de conducir a los caballeros de Medina cuando se presentó el momento propicio para el asalto al peñón. Así lo testimonia Alfonso de Palencia en sus Gesta hispaniensia (VI,10,120-23)2:

Quibus quidem acceptis nunciis Vasurtus prefectus Medine Sidoniae non solum confestim procurrit, sed certiorem reddidit ducem Iohannem Hispali residentem oblatae rei hortaturque litteris ut quam celerrime subueniat, ut fecit.

(Cuando oyó los mensajes Basurto, alcaide de Medina-Sidonia, no sólo se puso inmediatamente en marcha sino que además hizo saber al duque Juan, quien residía entonces en Sevilla, la coyuntura que se presentaba, y le exhortaba en sus cartas a que acudiera lo más rápidamente que pudiese, como en efecto lo hizo).

Los documentos reunidos por Rodríguez y Anasagasti confirman que la alcaidía de la fortaleza de Medina estuvo en sus manos durante los años 1459, 1460, 1463 y 14733, y seguramente habría que pensar que ocupó el cargo ininterrumpidamente desde finales de la década de los cuarenta o inicio de los cincuenta hasta su muerte durante la toma de Medina. Sabemos que el anterior alcaide, Diego Pérez de Basurto, ostentaba el cargo en 14464 y que en mayo de 1448 el Duque de Medina Sidonia había promulgado "la que puede considerarse primera ley básica reguladora del gobierno de la villa", "seyendo enformado –decía el duque Juan Alonso– en como la mi villa de Medina Sidonia fasta aquí non es regida nin governada en buena orden como conplía al mi seruiçio". Las palabras del Duque parecen ser un mero pretexto para el establecimiento de un régimen vasallático que asegurara su poder frente al cabildo gracias al nombramiento de personas de su confianza para los cargos de alcaide (que a partir de entonces se convertiría igualmente en alcalde y alguacil mayor), regidores perpetuos (trece) y jurados (cinco)5. Es curioso que el documento cite expresamente los nombres de regidores y jurados pero silencie el del nuevo alcaide, lo que puede ser reflejo de la indecisión del Duque a la hora de proceder al nombramiento.

Pero sigamos con el relato de los sucesos de Gibraltar, en los que podremos conocer a varios de los protagonistas del asalto a Medina de 1473. La ocasión de la toma de la roca se había presentado al quedar la fortaleza desasistida por la marcha a Málaga de gran parte de sus defensores. Así que el Duque vino con sus huestes desde Sevilla y venció fácilmente la escasa resistencia, según cuenta el cronista de la casa ducal Pedro Barrantes Maldonado6, que se apoya en el testimonio ofrecido en el capítulo cuarenta y cinco por la Crónica de Enrique IV de Diego Enríquez del Castillo7:

Llególe nueva <al rey Enrique> cómo don Juan de Guzmán, duque de Medina Sydonia, conde de Niebla, con su gente y la de Xerez y de aquellas comarcas alrrededor, avía tomado la çibdad de Gibraltar de poder de los moros, e sabido, mandó que aquella de allí adelante se pusiese en el título de sus ditados.

Diego de Valera8 deja claro que quienes primero atendieron la llamada del alcaide tarifeño fueron "las gentes de las villas de Arcos y Medina y Bejel y Alcalá de los Gazules y Castellar; y otro día siguiente llegó allí el pendón de Xerez". Más tarde acudiría don Rodrigo Ponce de León, hijo del conde de Arcos, que, disputando con los caballeros de Jerez, fue quien primero puso su bandera en la puerta de la ciudad, aunque esperó la llegada de su padre y del duque de Medina Sidonia para acordar con los moros las condiciones de la capitulación de la fortaleza. El Duque llegaría al día siguiente y, a escondidas, entró en tratos con los vencidos. Así que, si bien las dos banderas entraron emparejadas para tomar posesión de la fortaleza, la de los Ponce de León empuñada por don Diego, hermano de Rodrigo, y la de los Guzmán, enarbolada por Martín de Sepúlveda, sólo una terminaría ondeando al viento9. Don Rodrigo Ponce quedó muy enojado, hasta el punto de proponer a su padre, ya presente, que asesinaran al Duque. La cosa no llegó a mayores, pero "desde allí siempre quedaron resabiados <el Conde y el Duque>, y se siguieron entrellos muy grandes contiendas y muertes y daños".

Fray Esteban Rallón en su Historia de la ciudad de Xerez, ofreciendo abundante documentación extraída de los libros del cabildo de esta ciudad, reivindica los méritos de la conquista para los caballeros jerezanos, entre ellos Pedro de Vera Mendoza10, entonces alcaide de Cádiz (todavía plaza de realengo), aunque los cronistas, desde Alfonso de Palencia, se habían empeñado –dice– en atribuirlos a don Juan Alonso de Guzmán11.

Sea como fuere, el Duque de Medina Sidonia fortalecía ahora su señorío haciendo uso de las armas. Este mismo propósito le había llevado años antes, en 1440, a incorporar a sus dominios mediante un trueque de propiedades la fuerte villa y territorio de Medina Sidonia. Lo refería así Barrantes Maldonado12:

En esta sazon se vieron en Sevilla Don Juan de Guzman, conde de Niebla, é Don Luys de Guzman, maestre de Calatrava, señor de la cibdad de Medina Çidonia, que llaman de la Albuhera. E porque Don Juan de Guzman, conde de Niebla, tenia deseo de ser señor de aquella çibdad de Medina Çidonia, ansi porque es pueblo el mas fuerte de los que hay en aquella parte, de gran poblazon, de muy buenas tierras, dehesas, heredades, grandes labradores é criadores de ganado, como porque con ella acompañaba sus villas del estado que él tenia en la frontera, porque está Medina tres leguas de Chiclana, çinco de Conil, quatro de Bejel, seis de Barvate, siete del almadrava de Zahara é ocho de Sanlucar de Barrameda é ocho leguas é media del termino del condado de Niebla; é demás de estar todo junto hazia gran rostro para la guarda é seguridad de las almadravas, pues á la pesqueria de los atunes que se pescan en Conil é Zahara, donde los moros solian venir algunas vezes é llevar los armadores con la gente de la cuerda, daba gran seguridad aquella cibdad con ser del estado; e conçertaronse en trocar esta cibdad, é diole Don Juan de Guzman en reconpensa della al Maestre, su pariente, la su villa de Algava (...); é mas le dio Alaraz é al Vado de las Estacas13...

El asunto de Gibraltar se complicaría pronto. Ante las denuncias de los nobles, el rey Enrique ordenó que el Duque entregara la fortaleza a Pedro de Porras, nombrado alcaide. Poco después, en los primeros días de 1464, Enrique IV, con el fin de entrevistarse con el rey de Portugal, se acercaba a estas tierras acompañado de su favorito Beltrán de la Cueva, a quien había hecho conde de Ledesma y entregado el señorío de Jimena, en cuya toma también había participado el Duque. Para sorpresa de don Juan Alonso de Guzmán, el Rey faltó a su promesa de otorgarle Gibraltar y se la dio asimismo a don Beltrán, quien se apresuró a nombrar como alcaide de la misma a su cuñado Esteban de Villacreces14. Éste había sido antes alcaide de Jimena, donde le sustituyó en el cargo Pedro de Vera Mendoza, el ya citado caballero de Jerez que tendrá amplio protagonismo en el suceso que nos ocupa y a quien el rey Enrique dio personalmente la posesión del cargo15. El Duque de Medina "viendo que (...) no le havia dado el Rey á Gibraltar, aviendola prometido y aviendola él ganado, quedó muy desabrido (...) é guardósela para su tiempo16".

Bien es sabido que don Beltrán siguió acaparando prerrogativas y rentas aprovechando la debilidad del monarca, y llegó a convertirse en maestre de Santiago y duque de Alburquerque. Gran parte de los nobles castellanos, que veían con malos ojos el desgobierno de la corona y la pérdida progresiva de sus propios privilegios, se levantaron entonces contra el rey y alzaron al trono a su hermano el infante don Alfonso en la llamada "farsa de Ávila" (cinco de junio de 1465). El Duque de Medina Sidonia recibió las nuevas del levantamiento en Sevilla tres días después y, según el cronista Alfonso de Palencia, en una junta presidida por el Duque que tuvo lugar el día quince y en la que él mismo estuvo presente para explicar la trascendencia de las noticias que llegaban, "don Juan de Guzmán (...) aclamó regocijado al rey Alfonso" y "siguióle con menos entusiasmo el conde de Arcos don Juan Ponce de León17". Ambos próceres serían encargados por el nuevo príncipe de la custodia de las villas y ciudades del obispado de Cádiz y del arzobispado de Sevilla. Barrantes Maldonado mantiene, sin embargo, que el Duque se mantuvo fiel al monarca y acude de nuevo al testimonio de Enríquez del Castillo, donde en el capítulo setenta y siete dice leer: "Que los que tenian en Sevilla y en el Andaluzia el partido del rey Don Alonso eran Don Pedro Giron, maestre de Calatrava, Don Juan Ponçe de Leon, conde de Arcos, é Don Rodrigo Ponçe de Leon, su hijo, é Don Pedro de Estúñiga, hijo del conde de Plazençia, yerno del duque de Medina Çidonia, los quales procuraron de se alçar con Sevilla; pero como Don Juan de Guzmán, duque de Medina Çidonia, era gran señor, y tenia mucha parte en la cibdad de Sevilla, prevalesçió contra todos los contrarios, sustentando la voz del rey Don Henrrique, é no se pudiendo sustentar contra él, los echó fuera de Sevilla, por donde çesó su propósito18". Sin embargo, el texto del cronista regio citaba expresamente al Duque de Medina Sidonia entre los conjurados en el mismo párrafo de que Barrantes se servía19:

No dexemos, ni pongamos a los desleales, que sin verguença se armaron contra su rrey, porque por el loor de los vnos queden los otros, en perpetua memoria, denostados para vituperar de sus herederos: era el primero don Pedro Girón, maestre de Calatrava; don Juan de Guzmán, duque de Medina Sydonia, conde de Niebla; don Pedro de Çúñiga, su yerno, hijo mayor de la casa de Plasençia; don Juan Ponçe de León, conde de Arcos; don Rodrigo Ponçe, su hijo mayor, aquestos se alçaron con su villa e rrevelaron contra el rrey...

Muchas son las apreciaciones que se han hecho sobre la falta de objetividad del escrito de Barrantes, cronista a sueldo del VI duque de Medina Sidonia, cuyo propósito era "ilustrar" las hazañas de la Casa, es decir, darles lustre. De hecho, dio a conocer su obra en el propio palacio sanluqueño de los Guzmán en septiembre de 1541. Pero estas mismas prevenciones pueden extenderse también en mayor o menor medida a las otras crónicas. Se hace obligado, pues, contrastar datos y cotejar, en la medida de lo posible, con la documentación existente.

La falta de gobierno y los enfrentamientos de las facciones abonaron el campo para que los grandes señores de la Baja Andalucía, los Guzmán y los Ponce de León, impusiesen su ley en estos territorios. El Conde de Arcos ambicionaba el dominio sobre la bahía gaditana. El Duque de Medina aspiraba a recuperar Gibraltar y a conseguir Jimena con el pretexto de que el alcaide de la plaza seguía fiel al depuesto Enrique IV. Algunas ciudades intentaron resistirse pero fueron pronto sometidas. Jerez, ciudad de realengo, presionada por el Duque, pasó al partido alfonsino.

Tras caer en desgracia el Duque de Alburqueque, el mudable Enrique IV, o el nuevo rey Alfonso –según otros–, permitió a don Juan Alonso de Guzmán poner cerco a Gibraltar en mayo de 1466. La plaza fue tomada en junio del año siguiente gracias a la intervención del primogénito del Duque, don Enrique de Guzmán20. El alcaide Esteban de Villacreces había resistido hasta el límite de sus fuerzas, "hasta comer los cueros é çapatos cozidos21".

Mientras, el alcaide de Jimena, Pedro de Vera, hacía valer el homenaje jurado al rey Enrique. Jimena seguía pasando una situación difícil por la falta de vecinos y por la dificultad de abastecimiento (continuas incursiones del enemigo impedían la cosecha). Dada su posición en frontera, Enrique IV incluso había concedido a sus habitantes una serie de gracias y privilegios, ordenando a Jerez que se encargara de su suministro, hecho que en cierto modo la convertía en dependiente del concejo jerezano. El Duque de Medina, que ambicionaba el señorío, no cesaba de presionar sobre Jerez para asfixiar de hambre a los de Jimena. En su intento de romper el cerco a que se encontraba sometido, Pedro de Vera tomó como rehén a Pedro de Vargas, criado del Duque, que se dirigía de Gibraltar a Sevilla. El alcaide pretendía forzar un acuerdo mientras el Duque proseguía intrigando. A oídos de Pedro de Vera llegó la noticia de que se proyectaba quemar los campos de Jimena cuando el trigo estuviese granado. El alcaide protestó ante el concejo jerezano, y la respuesta amenazante del Medina Sidonia no se hizo esperar. La tregua firmada el 11 de junio de 1467 no hizo desistir al Duque de su propósito, máxime cuando podía pretextar que Jimena seguía manteniendo su obediencia al rey Enrique. Los Ponce de León, integrantes asimismo del partido alfonsino, poco pudieron hacer sino aplazar un desenlace anunciado. Vera, desesperado, incluso había recurrido al alcaide moro de Málaga Alquizote y había empeñado a uno de sus hijos a cambio de alimentos22. La dilación le permitió obtener de su señor el rey Enrique la licencia de rendir la fortaleza. El 20 de abril de 1468 el Duque nombra nuevo alcaide de Jimena a Pedro Núñez de Villavicencio.

En el escrito de Barrantes Maldonado se hace hincapié en que fue Bartolomé de Basurto el encargado de capitanear las tropas del Duque en los combates dados en Jimena:

É con esta gente fue Basurto, alcaide de la cibdad de Medina Çidonia, é criado del Duque, é dieron tan grandes conbates á la villa, é pusieronla en tanto estrecho, que despues de aver estado çercada algunos dias uvo Pedro de Vera de entregar la villa (...), con condiçion quél quedase por alcaide (...), é diese dos hijos suyos en rehenes al Duque con pleito de omenaje é juramento que hizo de guardar al duque de Medina Çidonia toda fidelidad23.

El hecho viene confirmado también por Fray Esteban Rallón, cronista jerezano, quien señala cómo en Medina se encontraban "debajo de la capitanía de Bartolomé de Basurto, su alcaide" el hijo del Duque, don Enrique, y su propio hermano Alonso, "porque desde allí se dará el orden que más cumpla, como se debe hacer la guerra a Jimena24". De hecho sería Basurto quien se apropiara de los bienes de Vera una vez tomada la villa.

Pedro de Vera, cuya familia defendía en Jerez los intereses de los Ponce de León25, marchó a vivir con el Conde de Arcos, que lo nombró alcaide de esta ciudad. Ningún sentido tenía permanecer en una Jerez dominada por el Duque, cuyo concejo se había opuesto incluso a que Martín de Vera, hijo de Pedro de Vera, disfrutara de la concesión real del castillo del Berrueco, situado entre Jerez y Medina Sidonia, más cien caballerías de su contorno, hecha en 1469 por Enrique IV. Sancho de Sopranis y sus seguidores identifican esta fortaleza con el castillo de Torrestrella, entre Medina y Alcalá de los Gazules, pero nosotros sospechamos que se trata más bien del conocido como El Berroquejo, que efectivamente se encuentra en el camino de Jerez a Medina. La concesión fue ratificada el 13 de abril de 1477 por los Reyes Católicos mediante una sobrecarta en la que leemos:

Sepades que por parte de Martin Gomes de Vera nuestro vasallo vecino dela dicha cibdad de Xerez nos fue fecha rrelacion quel señor Rey don Enrrique nuestro hermano que santa gloria aya por buenos e leales servicios que le fizo le ouo fecho merced por juro de heredad para siempre jamas para el e para sus herederos e subcesores del berrueco e torre ques camino de Medina con cient cauallerias de tierra en derredor del dicho berrueco e torre los quales son terminos realengos comunes dela dicha cibdad <de Jerez>26.

En el verano de 1468 la contenida rivalidad entre el Conde de Arcos y el Duque de Medina estallaba en cruentos combates en la propia Sevilla, pero la mediación de Pedro de Silva arreglaba las cosas por el momento. En tanto, el rey don Alfonso moría (julio de 1468) y el rey Enrique aceptaba (Toros de Guisando, 19 de septiembre de 1468) a su hermana Isabel como legítima heredera. En diciembre de 1468 moría don Juan Alonso de Guzmán, primer duque de Medina Sidonia, y su señorío pasaba a su hijo don Enrique de Guzmán, quien recibió pronto la visita del Rey en Sevilla, pues se habían producido desavenencias con el nuevo hombre fuerte de la corte, don Juan Pacheco, maestre de Santiago y marqués de Villena, en torno a sus pretensiones en Carmona. Seguiría pronto el episodio de la elección como princesa de doña Juana la Beltraneja en perjuicio de la heredera doña Isabel y el nuevo enfrentamiento de la nobleza castellana. En 1471 moría don Juan Ponce de León, conde de Arcos, y le sucedía su hijo Rodrigo que, gracias a la mediación de su suegro don Juan Pacheco, obtendría el marquesado de Cádiz. El rey le mandó que hiciera guerra contra moros y pronto, con un ejército de mil caballeros y tres mil peones, les ganó (2 de octubre de 1472) la villa de Cardela, en la sierra de Ubrique. Para cobrar esta victoria fueron vitales, según un documento hallado en el archivo del Convento de la Orden de Predicadores de Jerez donde se apuntan las mercedes recibidas por el alcaide arcense, la astucia y valentía de don Pedro de Vera, que resultó herido en el embate27.

Los nuevos inquilinos de las familias más poderosas de nuestras tierras, don Rodrigo Ponce de León28 y don Enrique de Guzmán, de niños tan amigos, no tardarían en tener diferencias. La paz circunstancial e interesada que había presidido la época de sus padres era sustituida por enfrentamientos abiertos. De nuevo era Sevilla el escenario de los mismos. El Marqués de Cádiz, apoyado en sus influencias, no tardó en entrometerse en el gobierno de esta ciudad, desde hacía mucho encomendado por los reyes a los Guzmanes. Se hizo fuerte en el barrio de Santa Catalina y puso fuego a la torre de San Marcos. La mayor parte de la ciudad se alió con el Duque, y don Rodrigo Ponce de León tuvo que huir a refugiarse en la fortaleza de Alcalá de Guadaira, que le fue dada por su cuñado.

Jerez se había declarado neutral en el enfrentamiento, pero Rodrigo Ponce de León obtuvo del rey el cargo de corregidor, y sus partidarios le facilitaron la entrada en la ciudad. Pedro de Vera intervenía en la toma, según relata Benito de Cárdenas,29 y obtenía la veinticuatría. El Conde de Arcos fortaleció las defensas de la ciudad.

En este marco de conflicto, que hemos creído conveniente repasar para entender el suceso que nos atañe y la especial afición de sus protagonistas, tiene lugar el asalto a la fortaleza de Medina Sidonia, la ciudad más emblemática del señorío del Duque. Los historiadores difieren sobre las causas inmediatas del mismo y sobre el protagonismo alcanzado por los diversos personajes intervinientes en el hecho, asimismo en detalles de variada importancia. Nos ha parecido interesante revisar los textos –e incluso ofrecerlos literalmente, pues es difícil acceder a algunos de ellos– que narran el acontecimiento y observar diferencias y semejanzas que puedan ayudar a acercarnos a la comprensión del mismo.

Hemos estructurado el estudio del episodio en tres partes –a modo de presentación, nudo y desenlace–, que ilustramos con los fragmentos correspondientes de las fuentes, para que resulte más fácil advertir coincidencias y divergencias entre ellas. Ofrecemos en primer lugar los textos de los escritos contemporáneos y más próximos al suceso:

- La Crónica de Enrique IV de Alfonso de Palencia30, autor cercano a los hechos ya que por estos años desempeñó repetidamente el papel de embajador del Duque de Medina Sidonia. Su obra fue redactada en torno a 1477.

- La Crónica anónima de Enrique IV31, posterior sin duda a la obra de Palencia.

- El Memorial de diversas hazañas de Diego de Valera32, que bebe en las fuentes anteriores y cuenta los sucesos dignos de ser recordados (es una especie de antología) desde la llegada al trono en 1454 de Enrique IV. El autor conoció de cerca lo sucedido porque en 1473 disfrutaba de la alcaidía de la fortaleza de El Puerto de Santa María. El Memorial es más extenso que las otras dos obras en lo relativo a las luchas señoriales del siglo XV.

- La crónica de Diego Enríquez del Castillo33, que resume los hechos sin aportar nada con respecto a los textos anteriores. Enríquez del Castillo fue capellán y consejero de Enrique IV y condenado a muerte por sus enemigos. Su crónica primigenia se perdió en los azares de 1467 y fue reconstruida por él mismo años después cometiendo algunos errores de cronología. Su interés se centra en la oposición a la crónica de Palencia, detractor del soberano.

Revisamos las noticias que contienen las crónicas de la ciudad de Jerez, especialmente la de Benito de Cárdenas, a quien siguen fray Esteban Rallón y Bartolomé Gutiérrez34; las crónicas de los duques de Medina escritas por Pedro Barrantes Maldonado (lib. 8, cap.5, pp. 416-17) y Pedro de Medina. Y añadimos, cuando las consideramos interesantes por su valor histórico o literario, algunas citas de historiadores posteriores. Así por ejemplo del gaditano Adolfo de Castro35, que sigue básicamente el Memorial de Diego de Valera en los datos fundamentales y recrea el episodio con su énfasis retórico habitual, ofreciendo un relato de gran vividez y pleno de fantasía. O del historiador arcense Miguel Mancheño, un tanto proclive a favorecer la historia patria en sus Apuntes para una historia de Arcos de la Frontera,36 y que también sigue a Valera en el relato de los acontecimientos, ofreciendo poca novedad, salvo la precisión de que las tropas de los Ponce de León salieron de Arcos y las formaban doscientos vecinos de su ciudad. E. Ponce de León y Freyre en su biografía El Marqués de Cádiz (1443-1492) resume también estos acontecimientos37.

1. Las causas inmediatas de la toma, la idea del asalto, la personalidad del alcaide Basurto

La arriesgada decisión de asaltar la fortaleza de Medina se tomó una vez que el Conde de Arcos tuvo conocimiento de los descuidos defensivos de su alcaide Bartolomé de Basurto. En las fuentes se habla unas veces de la existencia de una delación, aunque no hay acuerdo con respecto a su autor, y, otras veces, de la intervención de espías.

La noticia había llegado al Conde, según Palencia, gracias a la información suministrada al alcaide de Arcos, Pedro de Vera, por un preso en Medina. Palencia, que en este tiempo era embajador del Duque ante la princesa Isabel, sitúa la acción del asalto por sorpresa a Medina dentro del marco de las luchas civiles por la sucesión a la corona. Barrantes Maldonado, quizá para aligerar la culpa del alcaide, habla de que el confidente de Pedro de Vera no fue sino un antiguo criado suyo, de los que vivieron en Jimena, que ahora estaba sirviendo a Basurto, quien en su viudez incluso estaba enamorado de la hermana de este individuo, que formaba parte del cuerpo de guardia y fue el que recibió las escalas puestas luego sobre el muro por los asaltantes.

La Crónica anónima y Valera ponen en relación la decisión de asaltar la fortaleza con la pérdida de la plaza de Cardela, cobrada sólo un año antes por los hombres del marqués, como ha quedado dicho. Mencionan el espionaje a que tenía sometida Medina el caballero Bernal Yáñez, el alcaide que tan valerosamente había defendido Cardela de los moros antes de sucumbir definitivamente frente a éstos cuando no pudo recibir el auxilio de su señor, el Conde de Arcos, obligado a retener las tropas aparejadas al efecto en Jerez por temor a una maniobra del Duque de Medina que parecía tener como objeto la toma de la propia Jerez (uid. Crónica anónima). Hay quienes piensan incluso en una alianza entre el Rey de Granada y el Duque de Medina Sidonia para combatir la plaza de Cardela (uid. E. Ponce de León). Bernal Yáñez y don Rodrigo juraron vengar la pérdida de Cardela y pusieron los ojos en tomar Medina Sidonia, pues tenían noticias del descontento de su población ante los atropellos que cometía su alcaide Bartolomé de Basurto. Bernal Yáñez se nos muestra como un hombre astuto y resentido por su desgracia, que acudía frecuentemente en cabalgadas nocturnas desde su torre de Lopera, en la actual provincia de Sevilla38, para conocer los puntos débiles de la defensa de Medina, pues quería golpear al Duque en donde más le doliese. Su paisano Esteban Rallón refiere los méritos de este Bernal Ibáñez como defensor de Cardela y se detiene particularmente en sus labores como espía. Apunta que fue el Marqués de Cádiz quien, conocida la posibilidad del asalto, pensó en Pedro de Vera para acometerlo, pues sabía de la rivalidad entre Vera y Basurto desde lo pasado en Jimena. Gracias a este historiador conocemos el nombre de la madre de Basurto, doña Catalina de Villavicencio, igualmente de origen jerezano.

Adolfo de Castro39 recrea literariamente la reacción del Marqués de Cádiz ante la pérdida de Cardela:

Sus labios solo articulaban voces que ofendian al duque: su corazon solo palpitaba por la venganza. Admira la virtud y fortaleza del alcaide; pero no se atreve á alabarlas, á fin de incitarlo á una hazaña superior á la empresa que no pudo terminar felizmente. Ordena á Bernal Yañez que disponga con todo secreto el modo de apoderarse de Medina Sidonia en desagravio del daño ocasionado por su señor, que contínuamente injuriaba con ingratitudes la bondad de su magnánimo pecho.

La imagen que nos ha llegado del responsable de la defensa de Medina, el alcaide Basurto, es, en general, poco alentadora, aunque los cronistas ducales intenten suavizarla. Se presenta como un hombre recio en el combate y de fuerte carácter; orgulloso gracias a la confianza que en él tenía depositada el apático Duque, ante el que contaba con un valedor inestimable en la persona de Gómez de León, que evitaba que las quejas de los asidonenses ante su tiránico comportamiento, robos y abusos, llegaran a sus oídos (uid. Palencia); abandonado a la vida relajada, a los brazos de amantes o concubinas con las que pasaba las noches en la villa (uid. Palencia, Crónica anónima, Barrantes) en perjuicio de la tarea que le había sido encomendada por el Duque, la defensa de una fortaleza que el alcaide había entregado, llevado por su avaricia, a unos pocos centinelas viejos (uid. Palencia, Crónica anónima, Valera) o a unos perros, que soltaba por la noche hasta que su madre se los mató, para ver si convencía al hijo de la necesidad de componer una guardia en condiciones (uid. Crónica anónima, Valera). Palencia lo presenta como viudo y padre de una hija a la que tenía recluida en el castillo, donde amontonaba sus muchas riquezas. La Crónica anónima equivoca el nombre de nuestro protagonista, al que llama Pedro de Vasurto, transmitiendo el error a Valera (que lo llama Pedro o Diego), y dice que era casado. Coincide en señalar su avaricia y dice que todo su dinero lo gastaba en caballos y jaeces.

Los textos coinciden en referir su incuria en la defensa de la fortaleza de Medina. Y no exageran en absoluto. En la segunda de las Siete Partidas, el rey Alfonso X el Sabio había dejado plasmadas las obligaciones que sujetaban al alcaide de un castillo, obligaciones que todos conocían y que se guardaban de cumplir, como bien hemos visto en los ejemplos mencionados en las páginas anteriores. Entre otras cosas se decía allí40:

Tener castiello de señor, segunt fuero antiguo de España, es cosa en que yace muy grant peligro; ca pues que ha de caer el que lo toviere, si lo perdiere por su culpa, en trayción, que es puesta como en egual de muerte del señor, mucho deben todos los que los tovieren seer apercebidos en guardarlos de manera que no cayan en ella. Et (...) queremos hoy más decir de cómo los deben guardar et en qué manera. Et para esta guarda seer fecha complidamente, deben hi seer catadas cinco cosas: la primera que sean los alcaydes tales como conviene para guarda de castiello; la segunda que fagan ellos mismos lo que deben en guarda dellos; la tercera que tengan hi complimiento de homes; la quarta, de vianda; la quinta, de armas. Et de cada una déstas queremos mostrar cómo se deben facer; et por ende decimos que todo alcayde que toviere castillo de señor debe seer de buen linage de padre et de madre (...). Otrosí debe seer leal (...) et aun ha meester que sea esforzado porque no dubde de se parar a los peligros que al castillo venieren; et sabidor conviene que sea porque sepa facer et guisar las cosas que convinieren a guarda et a defendimiento del castiello. Otrosí non debe seer mucho escaso porque hayan sabor los homes de fincar de mejor miente en él; ca así como seríe mal de seer muy degastador de las cosas que fuesen meester para guarda del castiello (...); et non debe seer muy pobre, porque non haya cobdicia de querer enriquecer de aquello quel dieren para tenencia del castiello. Et demás de todo esto debe seer muy acucioso en guardar bien el castillo que toviere, et non se partir dél en tiempo de peligro, et si acaesciese que gelo cercasen o gelo combatiesen, débelo amparar fasta la muerte, et por le tormentar, o ferir o matar la muger o los fijos, o otros homes qualquier que amase, nin por seer él preso nin tormentado, o ferido de muerte, o amenazado de matar (...) non debe dar el castiello, nin mandar que lo den, ca si lo feciese, caeríe por ende en pena de trayción... (Ley VI)

Meter debe el alcayde en el castiello caballeros, et escuderos et ballesteros et otros homes darmas quantos entendiere quel convienen (...) Et debe mucho catar que aquellos que hi metiere, si fueren fijosdalgo, que non haya fecho ninguno dellos trayción nin aleve (....). Et los otros homes darmas que hi fueren debe catar que sean homes conoscidos et recios para ayudar bien et defender el castiello cuando meester fuere (...) Et otrosí las velas et las sobrevelas a que llaman montaraces, et las rondas que andan de fuera al pie del castiello, et las atalayas que ponen de día, et las escuchas de noche, todos éstos ha meester que guarde el alcayde quanto más podiere que sean leales, faciéndoles bien et non les menguando aquello que les debe dar; et halos de camiar a menudo (...) Et el alcayde que tales homes non catase para guardar el castiello si por aquello se perdiese, caeríe por ende en pena de trayción, porque seríe culpa suya en no facer lo que habíe de cumplir en guarda de aquel lugar. (Ley IX)

Muchos fueron los incumplimientos de Bartolomé de Basurto en este sentido, como reflejan las palabras de los cronistas.

Alfonso de Palencia

Su yerno <del maestre Juan Pacheco> el Marqués de Cádiz perseguía incesantemente el exterminio del Duque de Medina Sidonia y de cuantos buscaban el favor del príncipe D. Fernando, y no le preocupaban tanto las rivalidades, que no le permitiesen trabajar siempre preferentemente por el público daño, de los pueblos más inclinados al partido de los Príncipes. Reunió poderosa armada para destruir al Duque, y no le faltó ocasión de poner en aprieto a hombre tan cobarde que, con su natural apatía, jamás proveía lo conveniente, convencido de poder defender sus estados con las vigilias ajenas y apoderarse de los de los otros.

Quejábanse los ciudadanos de Medina Sidonia (que así y por concesión pontificia se llamaban entonces, por estar aneja su iglesia a la diócesis gaditana) de las innumerables extorsiones sufridas a causa de la avaricia y crueldad de Bartolomé de Basurto, y era manifiesta la verdad de sus clamores. Pero este malvado aborrecía la justicia y su rudeza estaba reñida con el acierto, especialmente ofuscado por el falso juicio de muchos que, si no le proclamaban varón justo, elogiaban sí su valentía y vigilancia, engañados por ciertos alardes suyos, por la ferocidad de su rostro, o bien porque de ninguno de los íntimos del Duque fuese bien quisto, excepto del advenedizo Gómez de León, cuyo trato prefería por cierta analogía en las respectivas condiciones. Para que no se percibiesen las quejas de los metinenses, se interponía éste antemural impidiendo que los vejados se acercasen al de Medina a protestar de los ultrajes sufridos. Fuerte con esta inicua benevolencia del de León, y con la maldad del Duque, Basurto se apoderaba sin temor de los bienes de los vecinos; corrompía las hijas de honradas familias; no había torpeza negada a su liviandad y sus violencias le habían hecho aborrecible a todos, hasta a su misma hija, ya en edad nubil, y a la que, muerta su mujer, había recluido en la fortaleza, confiándola, con las muchas riquezas allí acumuladas, a la guarda de un niño y dos ancianos.

Satisfecho con la fama de alcaide diligentísimo, pasaba las noches con sus concubinas fuera de la fortaleza, dejando incautamente en ella a dos prisioneros de Arcos, bajo la custodia de los viejos, con orden de no permitirles comunicación con ninguno de sus amigos. Uno de ellos hizo llegar por medio de un mensajero noticia al valiente corregidor de Arcos, Pedro de Vera, el descuido de Basurto, y Pedro enteró al Marqués de Cádiz de los medios oportunos para ocupar la fortaleza.

Crónica anónima de Enrique IV de Castilla

Quedando el marques muy lastimado por la perdida de Cardela, cada dia andava buscando como pudiese dañar al duque en cosa que mucho le doliese, para lo qual mando a Bernal Dianes, aquel que avia seydo alcayde algunos dias en Cardela, que se fuese a estar en la torre de Lopera, que el marques avia tomado a Payo de Ribera, que desde alli fazia muy grandes daños e males a todos los caminantes, asy naturales como estrangeros. El qual estando en aquella torre, como fuese çerca de Medina e fuese en ynvierno, el yva muchas noches por tentar aquella fortaleza, e fallavala a mal recabdo, donde no paresçia en ella velar mas de un viejo; e la mayor guarda que en aquella fortaleza avia era gran muchedunbre de perros, que de dia tenian atados e de noche los dexaban andar sueltos dentro de la fortaleza.

E Bernal Dianes, que muchas vezes alli venia sintiendo aquellos perros, conosçio no se poder escalar, pero con todo eso no dexaba de venir muchas noches a tentar aquella fortaleza, en la qual era alcayde por el duque un cavallero llamado Pedro de Vasurto, el qual como quiera que era casado, davase tanto a mugeres, que pocas vezes dormia en la fortaleza, e a fin de no gastar no tenie gente, e todo su gasto era en cavallos e jahezes, de que mucho se presçiava, e no tenia mas de dos viejos en la fortaleza.

E como la madre deste alcayde oviese grande enojo de su mal bevir, e viese aquella fortaleza tan mal aconpañada, e muchas vezes lo oviese reñido al fijo e ninguna cosa le aprovechase, a fyn que tomase gente, mando matar todos los perros. E como Bernal Dianes a menudo viniese a requerir aquella fortaleza, e una noche viniese e llegase a ella e ningun perro ladrase, ni oyese mas de una vela la noche siguiente traxo sus escalas e subio en la fortaleza, e {vi}do el mal recabdo que en ella avia, e continuo esto algunas vezes. E como ya conosçio sin peligro poder tomarse aquella fortaleza, venida la Pascua de Nabidad, Bernal Dianes se fue a Xerez al marques a le fazer relaçion de todo lo pasado.

Diego de Valera

Estando el marqués muy lastimado por la pérdida de Cardela, cada día andaba buscando como pudiese dañar al duque en cosa que mucho le doliese; para lo qual mandó a Bernal Diañez, el qual avia sido alcayde algunos dias en Cardela, que se fuese a estar en la torre de Lopera, que el marqués avía tomado a Payo de Ribera, que desde allí hazía grandes daños e males a todos los caminantes, así naturales como estrangeros.

El qual estando en aquella torre, como fuese çerca de Medina e fuese en ynvierno, él yva muchas noches por tentar aquella fortaleça, e hallábala a mal recaudo, donde no paresçía velar más de un viejo, e la mayor guarda que en ella avía era muchedunbre de perros, que de dia tenían atados e de noche soltaban por la fortaleça. E Bernal Diañez, que muchas vezes venía sintiendo aquellos perros, conosçió no se poder escalar, pero con todo no dexaba de venir muchas noches a tentar aquella fortaleça, en la qual era alcayde vn caballero llamado Pedro de Basurto. El qual, como quiera que era casado, dávase tanto a mugeres, que pocas vezes durmia en la fortaleça, e a fin de no gastar no tenía gente, e todo su gasto era en caballos y en jaezes, de que mucho se presçiava, e no tenía más en la fortaleça de dos viejos.

E como la madre deste alcayde oviese grande enojo de su mal vivir, e viese la fortaleça tan mal aconpañada, e muchas vezes lo oviese reñido al hijo, e que ninguna cosa le aprovechase, a fin de que tomase gente, mandó matar todos los perros. E como Bernal Diañez a menudo viniese a requerir aquella fortaleça, e vna noche llegase a ella e ningun perro ladrase, ni oyese más de una vela, la noche siguiente traxo sus escalas e subió a la fortaleça. E vido el mal recabdo que en ella avía; e continuó esto algunas vezes. E como conosçió sin peligro poderse aquella fortaleça tomar, venida la Pascua de Navidad, Bernal Diañez se fué para el marqués, e le hizo relaçión de todo lo pasado.

Barrantes Maldonado

En este tiempo (...) suçedió que un onbre, criado de Basurto, alcaide de Medina Çidonia, que era vela en el castillo, é avia sido criado de Pedro de Vera, aquel cavallero de Xerez, que tenia á Ximena por el duque de Alburquerque, quando le fue á çercar este Basurto, alcaide de Medina, á Ximena é se la ganaron, y este onbre fue á Pedro de Vera, que era estonçes alcayde de Arcos, que está de Medina quatro leguas, é dixole que avia muy grande aparejo para hurtar la fortaleza de Medina por razon que Basurto, el alcayde, que era viudo, enamorado de una hermana deste onbre, salia cada noche á verse con ella, é que si fuesen á escalar á Medina quél les reçibiria la escala.

Fray Esteban Rallón41

El año siguiente, que fue el de 1473, por el mes de agosto, volvió <el Duque de Medina Sidonia> con el mismo intento, viniendo en persona con muchos pertrechos y aparatos de guerra con que la puso sitio. Súpose en Xerez y acordó el Marqués y la ciudad que el pendón y toda la gente saliesen y en llegando al castillo de Tempul, alcanzó al Marqués un mensajero, que le avisó como el Duque era salido de Medina <sic> y que puesto en Utrera, intentaba venir en su busca sobre Xerez, por lo cual mudando consejo se volvió a la ciudad. Desamparada esta parte y apretando el moro el sitio <de Cardela>, llegó a estado de no poderse Bernal Ibáñez sustentar, y compelido de la necesidad y de la fuerza, entregó la plaza por trato. Mucho sintió el Marqués esta pérdida y lastimado de ella, propuso en el Duque la venganza, jurando perder en ella la vida si fuera necesario, porque había sido causa de tan desgraciado suceso.

El modo que tomó para su despique fue la ofensa que Bernal Ibáñez había recibido en esta pérdida: prometióle su ayuda en todo, si buscaba medio para tomar a Medina, joya la más principal del estado de su enemigo. El recogió la gente que pudo y la que había sacado de Cardela; juntos no trataban otra cosa sino del modo con que aquella villa se guardaba y el cuidado que en ello se ponía. Era alcaide de la fortaleza de Medina Bartolomé Basurto, gran soldado y muy valeroso, y más travieso de lo que convenía a su oficio; salíase muchas noches del castillo y bajaba a divertirse en la villa. La gente que tenía no era mucha, suplía la falta con unos perros bravos que lo guardaban, atándolos de día y soltándolos de noche. Doña Catalina de Villavicencio, su madre, señora prudente y varonil, reprendía sus travesuras y el poco miedo que tenía al peligro y riesgo en que andaba. Matóle los perros, porque confiado en ellos se dejaba llevar de sus mocedades, deseosa de que personalmente asistiese a sus obligaciones, porque sabía que sola ella valía por muchos soldados, como era verdad.

Bernal Ibáñez se informó de todo y dió cuenta al Marqués, el cual llamó al alcaide Pedro de Vera, enemigo del Basurto desde lo pasado en Jimena y con estos dos ofendidos, aseguró la posesión, porque pelearían no menos por su venganza que por conseguir la victoria, posponiendo a ella el deudo que entre ellos había y el ser todos xerezanos.

Adolfo de Castro42

Determinóse Yañez á la empresa. De noche, como soldado ligero y animoso, iba á reconocer por su propia persona la fortaleza de Medina para inquirir el género de vigilancia y de defensa que pudieran oponer á sus intentos los que la custodiaban. Era alcaide un caballero loco y sin corazon, solo pagado de sus vicios, hombre en fin que iba tras su perdicion, casi faltándole el aliento, como el que corre á todo correr, sofocado con el ansia y la agonía de bienes que no llega á conseguir, porque huyen de entre sus manos. No quiso dejar sus desórdenes cuando obtuvo del duque de Medina Sidonia el cargo importantísimo de alcaide en su fortaleza. De noche la abandonaba, quedando unos pajes al cuidado de abrirle las puertas cuando volvia. Sabedor de todo el marqués, fió airado su venganza en la ejecucion de su deseo.

2. La toma de la fortaleza y la muerte de Basurto

Pedro de Vera, hombre de experiencia en el combate y a la sazón alcaide de Arcos, tan picado con Basurto desde que éste pusiera sitio a Jimena y terminara quedándose con gran parte de sus propiedades al ganar la villa, protagoniza el asalto al castillo de Medina. Palencia señala que fue acompañado por el propio don Rodrigo Ponce de León, quien se quedó esperando la señal que confirmara el éxito de la sorpresa. La Crónica anónima (Valera la sigue a pies juntillas y añade algún dato puntual que advertimos; fray Esteban Rallón sigue a este último fundamentalmente) señala que el Conde de Arcos confió el mando de las tropas a su hermano don Diego, a quien ya vimos intervenir en el episodio de la toma de Gibraltar, de afrentoso recuerdo para él, y sigue otorgando un papel fundamental a Bernal Yáñez, a quien acompaña en el asalto Pedro de Vera. Barrantes Maldonado presenta sólo a Vera comandando las tropas. Lo mismo hace el cronista jerezano Benito de Cárdenas.

El ejército, quinientos caballos, se reúne en tierras de Arcos simulando dirigirse a tierra de moros, a recuperar Cardela (uid. Rallón). Sus fingidos movimientos sólo pretendían engañar a los posibles espías del Duque, pues en la noche del veintisiete de diciembre de 1473, con gran precaución y silencio, Pedro de Vera y un grupo de hombres escogidos (cien escuderos dice la Crónica anónima) ponen escalas en los muros de Medina. En una noche oscura y neblinosa, el asalto se produjo por la parte más inaccesible, "por lo enrocada" (uid. Palencia) –probablemente los muros de Oriente del castillo–, que lógicamente era la menos vigilada por los escasos centinelas. En tanto, el resto de las tropas permanecía algo más alejado (a media legua o algo más dice Valera) aguardando una señal favorable. Los centinelas (sólo dos viejos y un mancebo–dice Palencia–) fueron sorprendidos, y Pedro de Vera logró pronto su objetivo, indicando a su señor que el puente levadizo estaba en sus manos (uid. Palencia). El jerezano se dirigió entonces con soldados escogidos a la casa de Basurto mientras otros se adueñaban de la fortaleza. La Crónica anónima se detiene especialmente en el momento en que los asaltantes acceden a la torre del homenaje engañando a los pajes que la custodiaban diciendo que era el alcaide Basurto quien regresaba. Vera tomó así las llaves de la fortaleza (Valera dice que eran las de un postigo) y luego puso a buen recaudo a la madre, mujer (ya dijimos que aquí el alcaide aparece como un hombre casado) e hijos de Basurto. A decir de Palencia, en cambio, los hombres de Vera se apoderaron de la hija de Basurto, que se encontraba sola en la torre del homenaje, donde tomaron también sus riquezas, gran cantidad de oro, preciosas armas y magníficos caballos. Allí pudieron contemplar el arca en la que el alcaide amontonaba las monedas que hubiera debido pagar a la custodia que exigía la fortaleza que le había sido encomendada.

Se produce la consecuente algarabía con la entrada del ejército que aguardaba fuera. Basurto, que yacía en brazos de su amante en una casa de la villa (uid. Palencia, Crónica anónima) despierta trastabillado. Seguramente hemos de entender que se encontraba en una casa de la villa vieja y, por tanto, le resultaba imposible acceder al castillo. El bien conocido dibujo de Barrantes Maldonado43 puede ayudarnos a comprender lo difícil que le resultaba emprender una reacción con una mínima garantía de éxito, máxime cuando al parecer (uid. Palencia) no encontró el suficiente apoyo entre los vecinos de Medina, que estaban hartos de sus fechorías y se desentendieron del combate. Bartolomé de Basurto (con solo tres hombres y a medio armar –dice Palencia– o habiendo reunido a cincuenta o sesenta –dice la Crónica anónima–) sucumbía intentando acceder a la fortaleza por el puente levadizo (uid. Valera). Una lanzada le atravesó la cabeza y le salió por la nuca (uid. Crónica anónima). Basurto perdía vida, honra y bienes44.

Barrantes otorga a la madre de Basurto especial protagonismo en el episodio de la muerte de su hijo. Relata cómo la señora se había pertrechado con otras mujeres en la torre del homenaje, aguardando el regreso de su hijo. A su llegada, le conmina a voces a que luche por mantener su honra y a que muera, si es preciso, por salvaguardarla. Es entonces cuando el hijo enfurecido se lanza contra el puente levadizo y perece de la manera que hemos referido. Pedro de Vera hace que lleven su cadáver sobre un pavés ante los ojos de su madre, que cae por fin desmayada. Sólo entonces se perdería el homenaje. Probablemente el cronista ducal pretendía con el dramatismo de su relato velar en cierto modo el desastre con la apariencia de un final heroico y lleno de tensión, disminuir –si cabía– la deshonra de la familia del derrotado. En cualquier caso, parece que la varonil doña Catalina de Villavicencio debió de jugar un papel de no poca importancia en el desarrollo de los acontecimientos. Ya Diego de Valera comenta su fría reacción cuando le presentan el cadáver de su hijo: "Respondió la madre que el que lo mató que lo pusiese en cobro, sin sonar voz ninguna ni hazer ningún sentimiento".

La recreación literaria de nuestro Adolfo de Castro se comenta por sí misma.

Alfonso de Palencia

Fijado el día 26 de diciembre para ello <es decir, la marcha hacia Medina>, el Marqués, siempre en armas en tiempo de guerra, y aparentemente ocupado en disponer otras expediciones, se puso en marcha con 500 caballos cerrada ya la noche. Pedro de Vera, con unos cuantos, se aproximó cuando ya mediaba a la parte de la fortaleza más inaccesible por lo enrocada y, por consecuencia, más desatendida de los cansados guardianes, y arrimando las escalas, ocupó aquel lado de la fortaleza, se apoderó de los dos viejos y del mancebo, hizo al Marqués que se acercaba la señal convenida para penetrar en la fortaleza, dejó levantado el puente levadizo, y pasada la medianoche, dando voces de que se presentaban los del Marqués, llevó a casa de Basurto a algunos soldados escogidos, dejando otros que se posesionasen de la fortaleza.

El mísero Basurto se arrancó despavorido de los brazos de la manceba, y a medio armar voló con tres compañeros de armas contra el enemigo. Los de la ciudad que le aborrecían, le negaron todo socorro al ver ocupada la fortaleza por los del Marqués, y se encaminaron hacia la parte indefensa de la población. Entretanto caía muerto Basurto, y poco después, sin la menor contradicción, aceptaban al Marqués por su Señor los ciudadanos.

Ocurrió esto el 27 de diciembre de 1473 o el 3 de enero de 1474 si se cuenta el año desde el Nacimiento de Cristo.

Inmediatamente se apoderaron de la hija de Basurto, que se encontraba sola en la torre del homenaje; y los soldados cogieron todas sus riquezas, gran cantidad de oro; siete caballos berberiscos; otros tantos andaluces y preciosas armas. Fue más desastrado el caso del Alcaide, porque a causa de su avaricia había encomendado a dos viejos y a un adolescente las guardias que debían hacer muchos caballeros, y conservaba en el arca las 40 monedas del diario estipendio de otros tantos centinelas.

Crónica anónima de Enrique IV de Castilla

E luego el marques mando llamar a don Diego, su hermano, e a Pedro de Vera, alcayde de Arcos, a los cuales dio gente escogida de sus criados, e mandoles que fuesen tomar la çibdad de Medina Sydonia e siguiesen a Bernal Dianez, faziendo fama que yvan a tierra de moros por fazer algun fecho señalado.

E asy don Diego partio de Xerez la primera noche de Pascua, e tomo el camino de la çibdad de Arcos, e andovo dos dias por los montes por desatinar la gente. E la terçera noche de Nabidad, que fue a veynte e siete de dizienbre del año de setenta e tres, llego a la fortaleza de Medina, e como la noche fuese muy escura e fiziese gran niebla, no fueron sentidos. E don Diego mando al alcayde Pedro de Vera que siguiese a Bernal Dianes con çien escuderos, onbres prinçipales, para que fuesen poner las escalas, e con don Diego quedo toda la otra gente de cavallo e de pie para socorrer desque la fortaleza fuese escalada; la cual se escalo syn ser sentido. E como ya estoviesen encima quatro o çinco onbres, e la vela que andava rondando llegase a ellos syn sentir ni ver cosa alguna por la grande escuridad de la noche, fue luego preso, e pusieronle los puñales a los pechos, diziendo que lo matarian si bozes dava. E luego fue subiendo la gente, e dos onbres de aquellos fueron con el velador que llevavan preso a la torre del omenaje, emandaronle que llamase, diziendo que el alcayde venia, el qual dormia fuera de la fortaleza; e dos pajes que en la torre estavan abrieron la puerta, creyendo que el alcayde venia, los quales fueron luego presos, e amenazaronlos que callasen e diesen luego las llaves de la fortaleza o dixiesen donde estavan. E luego dieron las llaves a Pedro de Vera, el qual fue presto a abrir el postigo de la fortaleza, por el qual luego entro toda la gente que de afuera avia quedado. E de todo lo dicho no se sintio cosa alguna por la madre del alcayde, ni por su muger, ni por los esclavos y esclavas que en la fortaleza estavan. E luego Pedro de Vera fue a donde estavan la madre e la muger e los fijos del alcayde, e fizolos todos poner en un palaçio, e lo çerraron por de fuera.

E tomadas ya las torres e aposentamientos, e todas las cosas que en la fortaleza se fallaron, don Diego enbio un onbre de cavallo a mas andar, a dezir al marques lo que era fecho; el qual andovo tanto que partio de alli a medianoche e llego a Xerez en quebrando el alva de la terçera noche de Nabidad, en que la fortaleza se escalo.

E como don Diego e toda la gente del marques que en la fortaleza estavan diesen una gran grita, y el alcayde la oyese, vino como onbre turbado con fasta çinquenta o sesenta onbres, e llegando çerca de la fortaleza salieron algunos de los que en ella estavan e començaron a pelear. E luego el alcayde Pedro de Vasurto fue ferido de una lança por la boca que le paso al colodrillo, de que luego de subito el malaventurado alcayde fue muerto. E juntamente perdio la vida e honrra e bienes, ca es çierto que los muebles que le robaron valian un cuento e mas; e syn duda si este alcayde oviera bien leydo la Segunda Partida, no pusiera en tan mal recabdo su honrra e su vida. La muerte del qual a todos los alcaydes debe ser enxenplo, para que sepan poner recabdo en las fortalezas que les son encomendadas.

Diego de Valera

E luego el marqués mandó llamar a don Diego, su hermano, e a Pedro de Vera, alcayde de Arcos, a los quales dió gente escoxida de sus criados, e mandóles que siguiesen a Bernal Diañez, haziendo fama que yban a tierra de moros por hazer algún hecho señalado. E así don Diego partió de Gerez la primer noche de Navidad, e tomó el camino de la çibdad de Arcos, e anduvo dos dias por los montes, por desatinar la gente. E la terçera noche de Navidad, que fué a veynte y siete dias del mes de dizienbre del año susodicho, llegó a la fortaleça de Medina; e como la noche fuese muy escura e hiziese gran niebla, no fueron sentidos. E don Diego mandó al alcayde Pedro de Vera que siguiese a Bernal Diañez, y enbió con ellos çien escuderos, honbres prinçipales, para que fuesen a poner las escalas; e don Diego quedó con toda la otra gente de cavallo e de pie para socorrer, desque la fortaleça fuese escalada, media legua o algo más. La qual se escaló sin ser sentidos; e como ya estuviesen ençima, e la vela que andaba rondando llegase a ellos sin sentir ni ver cosa alguna, con la grande escuridad, fué luego preso, e pusiéronle los puñales a los pechos, diziendo que lo matarían si bozes diese. E luego subió toda la gente, e dos o tres fueron con aquella vela a la torre del omenaje, e mandáronle que llamase, diziendo que el alcayde venía, el qual dormía fuera de la fortaleça. E dos pajes que en la torre estavan, abrieron las puertas, creyendo que el alcayde venía, los quales fueron luego presos e amenaçados que callasen. E dieron luego las llaves de la fortaleça a Pedro de Vera, el qual fué luego a abrir el postigo, por el qual don Diego entró con toda la gente que de fuera avía quedado. E de todo lo dicho ninguna cosa se sintió por la madre del alcayde, ni por su muger, ni por los esclavos y esclavas que en la fortaleça estavan.

E luego Pedro de Vera fué al palaçio donde estava la madre del alcayde, e su muger e sus hijos, e çercóles el palaçio por defuera, e tomadas ya todas las torres e aposentamiento, e todas las cosas que en la fortaleça se hallaron, don Diego enbió vn honbre de a caballo a más andar, a dezir al marqués lo que era hecho. El qual anduvo tanto, que partió de allí a media noche e llegó a Gerez en quebrando el alba.

En la terçera noche de Navidad, en que la fortaleça se escaló, como don Diego mandase a toda la gente del marqués que en la fortaleça estaba que diesen vna gran grita, y el alcayde la oyese, vino como honbre turbado, con fasta çinquenta o sesenta honbres; e llegando çerca de la fortaleça salieron algunos de los que en ella estavan e començaron a pelear. Y el alcayde, Diego de Basurto, como honbre desesperado, metióse tanto en los enemigos, queriendo quebrar vna cadena de la puente levadiça, que fué herido de una lançada por la boca que le pasó al colodrillo, de que luego súpito murió. E así juntamente perdió la vida e honrra e bienes; y el ánima fué en tan gran peligro quanto paresçe que debe yr, según se dize de su vida.

E muerto, dixo Pedro de Vera a su madre y fermanas, que estaban en un palaçio ençerradas, que lo tomasen allá, que estava muerto. Respondió la madre que el que lo mató que lo pusiese en cobro, sin sonar voz ninguna ni hazer ningún sentimiento. E afírmase que los muebles que le robaron valían más de un quento. E sin duda, si este malaventurado alcayde oviera leydo la Segunda Partida, no pusiera en tan mal recabdo su honrra e su vida; la muerte del qual a todos los alcaydes debe ser engenplo, para que sepan poner cobro en las fortaleças que les son encomendadas,

Benito de Cárdenas

Fue Pedro de Vera el alcaide de Arcos con los caballeros de Arcos e de Marchena e con los peones a Medina Sidonia a la furtar para el Marques de Cadiz (...) e pusieron las escalas al castillo a media noche e entraron dentro en el castillo por consejo de un hombre e tomaron las velas e les tomaron luego las llaves de la fortaleza e abrieron la puerta del postigo y entro gente farta y no los sintieron porque el alcaide non estaba en la fortaleza que estaba en la villa abajo e despues que los sintieron comenzaron a pelear con el alcaide de Medina Bartolome de Basurto e non fallo consigo sino muy poca gente que non quisieron pelear por que el los deshonraba e alli murio el e un viejo y luego D. Diego que estaba muy cerca por la mañana el martes de pascua de navidad con algunos de Xerez a caballo entro en la villa.

E luego el Marques con el pendon de la ciudad enantes que se pusiese el sol entro dentro de la villa e lo recibieron bien e dio a Pedro de Vera todo lo de Basurto y el alcaidia e quedo por alcaide e tornose el Marques otro dia martes a la cibdad de Xerez. Ordenaron algunos vecinos de dar a Medina al Marques e aconsejaron dello, lunes en la noche a veinte y siete de diciembre año de M CCCC.LXXIII años

Barrantes Maldonado

E como Pedro de Vera tuvo este aviso, tomó de la gente del marques de Cadiz, su señor, la parte que le paresçió ser nesçesaria, é fue de noche sobre la fortaleza de Medina, é escalóla, é apoderóse della, salvo de la torre de omenaje, donde estava la madre del alcayde Basurto, la qual fue requerida que diese el omenaje, y ella con dos mugeres que dentro tenia se defendia, teniendo çerradas sus puertas é diziendo, que ella no avia de dar la torre, que su hijo tenia hecho omenaje por ella. E dende á poco, como fue de dia, Basurto, el alcayde del Duque, quando salió de casa de su amiga, é se volvia a la fortaleza, hallandola ocupada de sus enemigos, vió á su madre asomada en la omenaje, la qual como muchas vezes avia refrenado al hijo el salir de noche de la fortaleza, é lo viese agora fuera della, díxole: "mira, ni tú has dado buena quenta de tu onrra á las gentes, ni la darás al Duque de su fortaleza; é pues que es ansi, no te vea yo mas, cobra la fortaleza ó muere, que sin esto poco nesçesaria es tu vida". El hijo alcayde, afrontado ansi de las palabras de la madre, como con el mal recabdo que avia puesto en la fortaleza, pusose en medio de la puente levadiza é dixo: "pues que me quitastes la fortaleza, matadme, que yo no tengo de yr donde gentes me vean"; é como lo conoçió Pedro de Vera, mandóle tirar dende una torre, é mataron á Basurto, é poniendo el cuerpo en un paves lo llevaron donde la madre lo viese, la qual viendo su hijo muerto desmayó, é las mugeres que con ella estaban abrieron la torre é apoderaronse della Pedro de Vera é su gente, é ansi la forteleza de Medina quedó por estonçes en poder del marques de Cadiz.

Fray Esteban Rallón

Con la gente que en Xerez pudo juntarse en el acto y con la que el Vera trajo de Arcos, salió don Diego Ponce, hermano del Marqués, con los dos caudillos Ibáñez y Vera, noche de Navidad, echando voz que iban a tomar a Cardela. Anduvieron dos días, desmitiendo espías, por los montes y despoblados de la Sierra, y en la tercera noche dió en la fortaleza de Medina: era muy obscuro y escalóla sin ser sentido de nadie, y entraron en ella cien escuderos de los más principales de sus tropas; sintió el ruido uno de los que velaban y llegándose a reconocer quien lo causaba, fue preso: hiciéronle callar y callaron todos. Luego mandaron que llamase a los cuartos del alcaide, para que saliesen a abrirle, que estaba fuera, salieron dos pajes con las llaves, a los cuales prendieron y se las quitaron. Tomólas Pedro de Vera y abrió el postigo, por donde entró don Diego Ponce y el resto de la gente que había quedado fuera. Apoderados de la fortaleza, Pedro de Vera se encaminó al cuarto donde estaba la señora doña Catalina Núñez de Villavicencio y las demás gentes, con sus esclavos y esclavas, y los cerró por de fuera; y a mucha prisa, tomadas las torres, las guarneció con su gente. Luego don Diego Ponce mandó que todos diesen voces para que acudiese el alcaide, el cual juntó en la villa sesenta hombres y con ellos caminó a la puerta de la fortaleza, donde halló más resistencia de la que pensaba, aunque toda le pareció poca para su mucho aliento, el cual le quitó la vida, pues fiado en él dejaba la fortaleza y ahora se arrojó intrépido a la muerte: diéronle una lanzada que le salió al cerebro y cayó muerto a manos de temeridad propia que no a la de sus enemigos.

Adolfo de Castro45

Su hermano <del Marqués de Cádiz> don Diego Ponce de León y Pedro de Vera, su alcaide en Arcos, con la gente que pudieron allegar se dirigieron a la empresa, encubriéndola con la voz que esparcieron de caminar á tierra de moros. Bernal Yañez por otra parte fué á buscarlos: todos juntos concertaron que pues la luz no ayudaba á amigos y enemigos para el asalto y la defensa, las tinieblas no impedian que cien escuderos asaltasen á Medina, mal segura aun con la alteza de sus muros y con lo fuerte de sus cerrojos. Una sola vela sintió á los del marqués, cuando ya su boca estaba oprimida por una mordaza y cuando sus manos eran ligadas hácia atrás con tal violencia que la sangre reventaba por la estremidad de los dedos. Reconocida la quietud de Medina y de su castillo, dejaron á la vela en libertad los labios, mientras un puñal amagaba su corazón para que diese voces á los pajes, á fin de que abriesen al alcaide las puertas. Así lo hicieron estos; y entrando por un postigo don Diego con algunos, se apoderó de los pages, y de la gente de armas que habia en la fortaleza, en tanto que Pedro de Vera tomaba las torres y ponia en prision á la mujer, á la madre y á los esclavos del alcaide.

Sucede en las calles de Medina, á la soledad el bullicio, al silencio el estrépito de las armas, al propio tiempo que á la noche el dia.

Vacila el triste alcaide entre el miedo y la esperanza; mas ya que no tuvo ojos para ver en su descuido lo que con grande atencion debiera haber mirado, junta hasta setenta hombres para acudir á la fortaleza ocupada. Todos eran gentes educadas en la paz, que para el combate se habian engalanado en medio de la priesa y del tumulto con que la necesidad los estaba aguijando á la pelea. Plumas nacaradas y verdes sobre sus yelmos ondeaban graciosamente al respirar del viento: bandas de seda se veian sobre sus grabados coseletes: las largas picas sustentaban derechas la cuchilla, tan resplandeciente que parecia de plata; en el tahalí camafeos y joyeles de oro. Todos iban á pelear con soldados viejos, de ropas descosidas y desgarradas, sus piernas mas bien que mal vestidas, iban mal desnudas, un pié con calzado, otro sin él; las picas mohosas, el coselete torcido, mellado el montante. Tiemblan aquellos al oir el repique de los tambores enemigos, y apenas pueden mover el paso. Don Diego Ponce de Leon los esperaba tranquilamente recostado sobre la guarmicion de la espada. Llegan unos y otros á tentar sus corazas, á probar sus aceros, á terciar sus lanzas. El alcaide cuyo ánimo antes del riesgo era dudoso, ya sin aliento en la certeza del peligro, se tiene por perdido. Allí mezclado entre los suyos, recibió una lanzada de que murió, lanzando el alma envuelta en un suspiro. Al ver la muerte de su capitan, espántanse los de Medina, míranse unos á otros, y se ponen en huida. Don Diego Ponce de Leon no quiso dejarlos, sino correr tras ellos y seguirlos y perseguirlos hasta que entregasen las vidas ó las armas.

3. La ciudad se rinde al Conde de Arcos. Reacción del Duque. Pactos y acuerdos

Al romper el alba del veintisiete de diciembre de mil cuatrocientos setenta y tres las noticias de la toma de Medina habían llegado al Conde de Arcos y éste se apresuraba a hacerse cargo de la ciudad, saliendo de Jerez con cuatrocientos jinetes (uid. Crónica anónima). Hemos visto que los asidonenses estaban descontentos con el gobierno de su alcaide y que prácticamente lo habían dejado solo en la defensa del castillo de la ciudad. No es de extrañar por tanto que la llegada del nuevo señor fuese saludada con aclamaciones y parabienes. Adolfo de Castro presenta una digresión de marcado carácter retórico para exagerar la clemencia del vencedor para con los vencidos. Don Rodrigo nombró como nuevo alcaide de Medina a Martín Gómez de Vera, hermano de Pedro de Vera, y como justicia a Francisco de Vera, jurado de la ciudad de Jerez y sobrino de ambos, abasteció la defensa de la fortaleza, y mandó repararla, edificar una barrera precisamente por el lugar donde se había producido la escalada y realizar un profundo foso (uid. Crónica anónima). Luego volvió a Jerez no sin antes permitir a Pedro de Vera apropiarse de los bienes de Basurto para resarcirse de lo que éste le había arrebatado en la toma de Jimena años atrás (uid. Crónica anónima).

El Duque de Medina Sidonia quedaba dolido por la pérdida de su querida ciudad y, si en un primer momento confió en la lealtad de los asidonenses a su persona y en que opondrían resistencia al de Arcos (Medina contaba con doscientos caballos y tres mil peones según Palencia), bien pronto se dio cuenta de que sus esperanzas eran vanas. Preparó un ejército en Sevilla con el fin de recuperar la ciudad y la fortaleza, pero desistió al conocer con qué alegría los de Medina habían recibido a don Rodrigo Ponce de León.

El Duque conocía la importancia de Medina para mantener el dominio sobre el resto de sus villas cercanas y de las ricas almadrabas de la costa atlántica. Optó por la solución política acudiendo a los príncipes Fernando e Isabel ante quienes envió a Alfonso de Palencia como embajador. Él mismo nos lo confirma en su crónica, asegurando (cap. X) que, para sorpresa de la mayoría, el mismo día que caía Medina Sidonia los príncipes entraban en el alcázar de Segovia donde residía el rey don Enrique.

Las escaramuzas entre las tropas del Conde de Arcos y el Duque de Medina prosiguieron por algún tiempo. Barrantes Maldonado asegura que el rey Enrique, de acuerdo con Juan Pacheco, decidió enviar al conde de Tendilla, Íñigo López de Mendoza, para poner paz entre las partes. Encontró al Duque en Sevilla, disponiendo a su gente para cercar Medina, y al Conde de Arcos preparando a los suyos para salirle al encuentro. Consiguió una tregua y dispuso una reunión en la fortaleza de Marchenilla, de Alonso de Velasco. En el acuerdo subsiguiente el Conde de Arcos se comprometía a dejar la ciudad de Medina y el Duque volvía a poner su alcaide en ella.

Fray Esteban Rallón46 señala que fue la reina Isabel cuando bajó a Sevilla quien mandó al Marqués de Cádiz que restituyese la villa de Medina al Duque.

Barrantes Maldonado cuando relata el eclipse de sol que se produjo años después en agosto de 147847 señala refiriéndose a Pedro de Vera y Mendoza que en aquella jornada fue enviado como capitán junto a Alonso del Hugo a la conquista de Gran Canaria por los Reyes Católicos. El Rey y la Reina "avian sentençiado á Pedro de Vera, alcaide de Arcos, en destierro del reino, por la muerte de Basurto, alcaide de Medina Çidonia, quél mato quando escaló aquella fortaleza". Pero intercedieron por él "algunos".

Conocemos también un interesante documento de 1484 (20 de septiembre) en el que los Reyes Católicos ordenan al corregidor de Jerez que haga comparecer ante él a Pedro de Vera para que declare sobre lo ocurrido con los bienes de Bartolomé de Basurto, a requerimiento de los hijos y herederos de éste, ya que aquél sabía "quienes son las personas que ovo cada vno dellos", ya que "al dicho su padre le fueron tomadas... muchas joyas e plata e oro e caualleros e omes e otros bienes muebles e del término della <Medina Sidonia> muchos ganados e trigo e otras cosas48". Los bienes secuestrados a Basurto fueron también reclamados al Marqués de Cádiz, quien hubo de resarcir a sus sucesores con la entrega de treinta y cuatro caballerías de tierra en Campix (uid. Rallón).

Alfonso de Palencia

Hondo pesar causó al Duque la noticia; pero consolóle algún tanto la creencia de que los vecinos se opondrían a la ocupación de la ciudad, pues con sus 200 caballos y 3.000 peones podían aguardar muy bien un socorro que superaría al de los enemigos. Con esta vana esperanza, reunió rápidamente un escuadrón de sevillanos y marchó hacia Medina. No tardó en convencerse de ser cierta la pérdida de la ciudad, y al mismo tiempo del inminente riesgo de otras villas como Vejer, Chiclana y Conil, pues ocupada Medina, era muy de temer la opresión de sus moradores y de los de otras poblaciones, y que por fuerza o por necesidad se entregase todo el estado al enemigo, pasando al Marqués la pingüe renta de las almadrabas, fuente de grandes ingresos para el Duque en el mes de mayo de cada año.

Estos temores decidieron al de Medina a buscar el amparo del ilustre príncipe don Fernando, y así me dio el encargo de llamarle porque sabía estaba en Aranda, de vuelta de Aragón, y se ocupaba en el remedio de las comunes urgencias. Al ir a desempeñar mi encargo me anunciaron la extraña novedad de haber regresado de Aragón D Fernando, y que reuniéndose en Aranda con la Princesa, se habían ido a Segovia, donde, o por fuerza o por voluntad, residía a la sazón el rey D. Enrique. Aunque estupefacto, como otros muchos que se maravillavan de tamaña novedad, no abandoné mi encargo. Pero para el orden de la narración conviene explicar tan extraño suceso.

Crónica anónima de Enrique IV de Castilla

Sabida esta nueva por el marques ovo muy grande alegria, e mando repicar las canpanas, e salio de la çibdad de Xerez con quatroçientos de cavallo, e fuese a Medina Sidonia; e llegando a la çibdad los vezinos della le salieron a resçebir, e le besaron la mano como sy fuese su natural señor. Lo qual fue causa la enemistad que los mas de los vezinos de aquella çibdad tenian con el alcayde, porque los tratava muy mal e los ynjuriava e tomaba mugeres por furça, e fazia otras cosas asaz esorbitantes, e aunque algunas vezes del se avian quexado al duque, ningun castigo en ello puso.

El marques dexo por alcayde en la fortaleza de aquella çibdad a un hermano de Pedro de Vera, llamado Martin Gómez de Vera, y encomendo la justiçia a Francisco de Vera, jurado de la çibdad de Xerez, e basteçio la fortaleza de gente e de armas, e de todas las vituallas nesçesarias. E fizo reparar la fortaleza, e mando fazer en ella una barrera a la parte por donde fue escalada, e mandole fazer cava asaz honda.

Y estas cosas asy fechas el marques se bolvio a Xerez, e mando que Pedro de Vera tomase todos los bienes del alcayde Pedro de Vasurto, por le satisfazer de quando el duque tomo a Ximena teniendolo este Pedro de Vera, e todos sus bienes ovo entonçe este Pedro de Vasurto.

E bolviendo el marques a Xerez, fue çertificado como el duque era salido de Sevilla con muy gran gente, pensando socorrer a Medina; e como por mensajero çierto fuese çertificado la fortaleza e la çibdad estar paçificamente por el marques, el se bolvio a Sevilla con gran tristeza y enojo.

Diego de Valera

Sabida esta nueva por el marqués, ovo grande alegría, e mandó repicar las canpanas; e salió de la çibdad de Xerez con quatroçientos de caballo, e fuese a Medinasidonia. Llegando a la çibdad, los vezinos della le salieron a resçibir, e le besaron la mano como si fuera su señor natural; de lo qual fué causa la enemistad que los más de los vezinos tenían con el alcayde, que les ynjuriava e les quitaba las mugeres por fuerça, aunque algunas vezes se quexavan al duque dél, y ningún castigo en ello puso. El marqués dexó por alcayde en la fortaleça de aquella çibdad a vn hermano de Pedro de Vera, llamado Martín Gómez, y encomendó la justiçia a Francisco de Vera, jurado de la çibdad de Xerez, e basteçió la fortaleça de gente e armas, e de todas las vituallas nesçesarias. E hizo reparar la fortaleça, e mandó hazer en ella vna barrera, a la parte donde fué escalada, y vna caba asaz honda.

Y estas cosas así hechas, el marqués se volvió a Gerez, e mandó que Pedro de Vera tomase todos los bienes del alcayde Pedro de Basurto, por le satisfazer de quando el duque tomó a Ximena, teniéndola este Pedro de Vera, donde entonzes Pedro de Basurto ovo todos sus bienes.

E volviendo el marqués a Gerez, fué certificado cómo el duque era salido de Sevilla, con muy gran gente, pensando poder socorrer a Medina; e como por mensajero çierto fuese çertificado la fortaleça e cibdad estar paçíficamente por el marqués, volvióse a Sevilla con gran tristeça y enojo. Al qual tomó la nueva llegado a Lebrixa.

Barrantes Maldonado

Como el Duque supo esto, sintiendose mucho dello, mandó á gran priesa adereçar muchos pertrechos, artilleria é las cosas nesçesarias para yr á recobrar su pueblo; é juntó para ello mucha gente de cavallo é de pie, donde tenia todos sus amigos á valedores, ansi Don Pedro d´Estuñiga, Peranrriquez, adelantado del Andaluzia, sus cuñados, como todos los prinçipales de Sevilla é del Andaluzia; por el consiguiente el marques se preparó para defendersela, de donde se esperava gran perdiçion é perpetuas enemistades en toda la Andaluzia.

Benito de Cárdenas

E luego el Marques con el pendon de la ciudad enantes que se pusiese el sol entro dentro de la villa e lo recibieron bien e dio a Pedro de Vera todo lo de Basurto y el alcaidia e quedo por alcaide e tornose el Marques otro dia martes a la cibdad de Xerez. Ordenaron algunos vecinos de dar a Medina al Marques e aconsejaron dello, lunes en la noche a veinte y siete de diciembre año de M CCCC.LXXIII años

Fray Esteban Rallón

Muerto el capitán, los demás se dieron a prisión.Toda la familia que estaba en la fortaleza fue presa y ella dada a saco, menos los bienes del alcaide, que el Marqués concedió a Pedro de Vera, en pago de los muchos que el mismo alcaide Basurto le había quitado en Jimena. Dióse cuenta el Marqués del suceso, el cual el mismo día vino a Medina y con su presencia se allanó la villa y con toda paz y sosiego tomó posesión de ella y puso por gobernador a un jurado de Xerez y por alcaide de la fortaleza a un hermano de Pedro de Vera.

Volvió el Marqués a Xerez y conociendo que la guerra era entre cristianos y deudos, sintiendo la muerte del alcaide Bartolomé Basurto y que su descuido no era tan culpable, como lo hace Palencia, por no haber visto los papeles de nuestro archivo, que dicen la defendió lo que pudo, pero que la gente se le rebeló, porque los deshonraba y trataba mal de palabra. Hizo merced a sus hijos de treinta y cuatro caballerías de tierra en Campix, parte de las cuales vincularon a sus descendientes y hoy la poseen.

El Duque seintió mucho la pérdida de Medina y Salazar de Mendoza dice que vino sobre ella y que no pelearon, Spínola lo contradice y cuenta el suceso de esta forma, y dice que lo sacó de los papeles que habían visto:

Estando el Duque en la ciudad de Sevilla, ordenó venir a esta ciudad contra el señor corregidor, justicia mayor de ella, señor Marqués de Cádiz y desde Lebrija partió con su gente y llegó a ponerse sobre nuestras barreras: salió mucha gente y hubo grande batalla, a la estancia de Andrés Tocino, jurado de San Mateo, y la gente que salió a la estancia de Juan de Vargas, mataron cuatro hombres del Duque e hirieron a otros que murieron en sus casas de aquellas heridas. Y los de la estancia de Juan Tocino hirieron muchos de los de a caballo del Duque: allí fue muerto uno de esta ciudad y duró el combate poco más de dos horas, porque se hicieron a fuera, y fueron a Lebrija y en el camino murió un caballero del Duque por el gran calor y otro hombre de sed, porque hacía muy gran sol y fueron muy fatigados; y si el Marqués dejara salir tras ellos, el peonaje hiciera mucho daño entre ellos por los olivares. Y otro día martes vinieron las valias del Marqués y los alcaides: y jueves 21 vino el hermano de don Alonso de Aguilar de Córdoba, con 400 lanzas y mandó la ciudad que se volviesen, porque no hagan daño a la tierra y fuéronse el viernes en la tarde; y ese día supo Xerez que el Duque fue a la Isla que está en medio del río. Esta pelea fue sábado 17 del mes de julio, año de 1473.

Crónica de Diego Enríquez del Castillo49

Suçedió que el marqués de Cáliz, como astuto guerrero, y con el favor que el suegro le dava, fue vna noche y escaló la fortaleza de Medina-Sydonia, e tomada se apoderó asolutamente de la villa e tierra, de que el duque mui sentido, aviéndola por grave ynjuria, hechos grandes pertrechos de artillería y ayuntadas muchas gentes, asy de cavallo como de peones, suyas e de sus valedores, determinaron de yr sobre su villa para rrecobralla. El marqués, ansy mismo fortalesçió la villa para defendergela, de tal forma que cada vno hazía grandes ayuntamientos de gentes, pertrechos e provisyones, de donde se atendía gran desperdiçio e perpetuas enemistades en toda el Andaluzía.

El rey (resumimos lo que sigue) envió para mediar en el conflicto a ïñigo López de Mendoza, conde de Tendilla. Cuando éste llegó a Sevilla "halló como ya el duque de Medina y el marqués se aperçibían para yr a dalle la batalla en el campo. Visto aquesto por el conde, como era cavallero cuerdo, con mucha discriçión e cordura, hizo a todos deponer las armas y derramar las gentes" y preparó una entrevista de los dos enemigos en una fortaleza de Alonso de Velasco "que se dize Machinilla". Hecha la concordia, el marqués de Cádiz dejó la villa de Medina Sidonia y el duque puso alcaide en ella.

Adolfo de Castro50

Respiró el gozo en el marqués con un gemido cuando supo la fácil presa de Medina Sidonia, contemplando cuan despechadamente recibiria su constante émulo la toma de esta fortaleza: le parecia que cada memoria de la ciudad perdida le costaria en su desesperacion una lágrima, y que el gemido del alcaide de tal modo se imprimiria en su ánimo que siempre oiria sus ecos dolorosos. En persona corrió á tomar posesion de la fortaleza de Medina, no obstante que el duque intentó por medio de un amigo impedirlo amistosamente; mas era imposible que el vencedor pudiera ni aun escuchar las condiciones del vencido.

Llegó el marqués á la ciudad donde fué recibido con temor y aplauso. Muchos de sus vasallos, que se habian pasado á la parcialidad del duque, estaban en prisiones. Luego que recibió el homenaje debido al que se habia hecho señor por la fuerza de las armas, y que los principales de la ciudad le besaron la mano en señal de sumision, dispuso que la madre y la mujer del alcaide fuesen llevadas á su presencia. Allí les dió libertad y á su vista se abrazaron las dos repetidamente y enternecidas de tal modo que no podian romper el silencio sino con gemidos y sollozos: allí hizo conducir en prisiones á sus súbditos, ya obedientes á sus preceptos los antes rebeldes á sus mandatos. El no vengarse en ellos no era porque no pudiese por sí mismo hacerlo, sino porque no queria pagar agravios con ofensas, sino volver misericodias por injurias. Les reprendió con tanta elocuencia y enerjía en las razones que solo los que no tuvieran sentido podrian escuchar sin vergüenza la indignidad de sus delitos é ingratitudes; y aunque muchos caballeros de los leales pedian á gritos la muerte de los rebeldes, interponiendo su autoridad, no para el perdon sino para el castigo, dio a entender el marqués á los prisioneros que podia quitarles las vidas quien no mas que con una palabra negativa á los que pedian la pena, las habia asegurado. Y aunque no les otorgó en aquel instante el bien de la libertad, les dió sin embargo el consuelo y la esperanza de que podia concederlo. Mas luego las esposas é hijas acudieron á su clemencia para que atendiese á sus lágrimas y no á las culpas de los ofensores. Bien quisiera el marqués resistirse á los ruegos para no dar muestras de flaqueza; y así apartó la vista por no mirar lo que estaba anhelando ver. Ellas con razones vivas y fuertes para persuadir, no con lamentos y con aquellas lágrimas que facilmente se enjugan y olvidan, le representaron que el no vengarse mas en ellos y conservarlos en prisiones, no era clemencia que perdonaba, ni fortaleza que sufría con la memoria de la injuria no satisfecha,: que mas bien parecia dilacion de un ánimo enconado, que en las iras de su rencor se complacia sin entregarse á la impaciencia.

Volvió el marqués á sus quejas, no el oido ni los ojos sino el rostro, el corazon, la voluntad y todo; y en vez de atemorizar con su severidad, de reprender con aspereza, de lastimar con el castigo y de ultrajar con el desprecio, concedió a sus vasallos rebeldes el perdon y la libertad, porque sus pensamientos generosos se levantaban sobre todos los de su siglo. Las que con débil acento, cual si la voz hubiese querido espirar en sus labios, vinieron á impetrar su clemencia con palabras que eran súplica de culpas, ya respirando en ellas la confianza, y animados sus rostros con la felicidad, robaban con su hermosura la atención de los ojos y enamoraban los sentidos, más bellas todavía al referir los beneficios del marqués con la sonrisa y con el llanto del agradecimiento.

Un cuento de maravedís importó la hacienda del alcaide, que fue donada por el marqués á Pedro de Vera en remuneración de otro tanto que perdió en la toma de Jimena por las huestes del duque.


Notas:

(1) P. Barrantes Maldonado, Ilustraciones de la Casa de Niebla (ed. F. Devís Márquez), "Col. Fuentes para la historia de Cádiz y su provincia", nº 3, Servicio de Publicaciones de la Univ. de Cádiz-Ayuntamiento de Sanlúcar de Barrameda, 1998, lib. 7, cap. 20, p. 380. Ya sabemos que en estos momentos todavía no ostentaba Medina Sidonia el título de ciudad, obtenido de manos del rey Enrique IV el veinticinco de marzo de 1472. Barrantes redactó su obra avanzado el primer tercio del siglo XVI y debió de sufrir un lapsus.

(2) Gesta hispaniensia: ex annalibus suorum dierum collecta (edición, estudio y notas de Brian Tate y Jeremy Lawrence), Madrid, Real Academia de la Historia, 1998-1999.

(3) L. Rodríguez Liáñez y A. Mª Anasagasti Valderrama, Medina Sidonia en la Baja Edad Media. Historia, Instituciones y Documentos, Chiclana, Excmo. Ayto. de Medina Sidonia, 1994, pp. 71, 112-13, docs. 134, 137, 139, 144. En la lista de alcaides de Medina que adjunta J. María Enrile en la edición de la obra del Vicario Martínez (Historia de la ciudad de Medina Sidonia, Cádiz, Imprenta y Litografía de la Revista Médica, 1875, p. 144) se cita a Bartolomé de Basurto como alcaide en 1460 y 1471, y a Clemente Benítez Basurto en 1471, pero no se ofrecen datos que permitan contrastar estas referencias.

(4) Rodríguez y Anasagasti, op. cit., p. 111 y doc. 120.

(5) Ibidem, pp. 89-92 y doc. 123.

(6) El otro cronista ducal del siglo XVI, Pedro de Medina, cuyo escrito se fecha en 1561, no añade nada a lo dicho por Barrantes, como es habitual. Cf. Crónica de los duques de Medina Sidonia, "Col. de documentos inéditos para la historia de España", t. XXXIX, Madrid, 1861, libro 7, cap. XIV, pp. 242-43.

(7) Puede leerse ahora en la moderna edición crítica de A. Sánchez Martín, La crónica de Enrique IV de Diego Enríquez del Castillo, Valladolid, Universidad de Valladolid, 1994, cap. 45, p. 193.

(8) En el capítulo XXI de su Memorial de diversas hazañas. Crónica de Enrique IV (ed. Juan de Mata Carriazo), Madrid, Espasa-Calpe, 1971, pp. 75-84, relata por extenso la toma de Gibraltar.

(9) No nos detenemos en el detalle de los diversos sucesos acontecidos en la toma de Gibraltar. Pueden leerse en todas las crónicas que venimos citando.

(10) Siendo regidor de Jerez, había disfrutado ya de la alcaidía del castillo de Tempul en 1454. La biografía del que sería más tarde conquistador de la isla de Gran Canaria, protagonista indiscutible en 1473 del asalto a Medina, ha sido recientemente revisada por nuestro estimado compañero en las lides docentes J. López Romero en Don Pedro de Vera Mendoza. Vida y fortuna de un jerezano en la segunda mitad del siglo XV, CSIC-CECEL-Centro de Estudios Históricos Jerezanos, 1992. Agradecemos su valiosa colaboración para rematar estas páginas.

(11) Fray Esteban Rallón, Historia de la ciudad de Xerez de la Frontera y de los reyes que la dominaron desde su primera fundación (eds. A. Marín y E. Martín), "Col. de fuentes para la historia de Cádiz y su provincia", Univ. de Cádiz-Ayto. de Jerez, 1998, 2 vols., tr. 14, cap. 12, pp. 282-84.

(12) Barrantes, ed. cit., lib. 7, cap. 4, p. 328.

(13) Prácticamente las mismas palabras podemos leer en Pedro de Medina, op. cit., libro 7, cap. 1, pp. 200-01.

(14) Barrantes, op. cit., lib. 7, cap. 27, p. 396, asegura que Villacreces estaba casado con una hermana de don Beltrán. También Valera, op. cit., cap. XXXV, p. 115. Según Rallón, op. cit., tr. 14, cap. 11, p. 281, Esteban era hijo del regidor de Jerez Pedro Díaz de Villacreces y estaba casado con Leonor de la Cueva hermana de Beltrán, "el cual le había prometido que se la daría <la villa de Jimena> por juro de heredad y que le alcanzaría del rey esta gracia". En otras fuentes Villacreces aparece casado con una tía de don Beltrán.

(15) Sustituía a Villacreces, al parecer enemistado con su cuñado Beltrán de la Cueva por no haberle otorgado el señorío de Jimena.

(16) Barrantes, op. cit., lib. 7, cap. 21, p. 387.

(17) Alfonso de Palencia, Crónica de Enrique IV (trad. del texto latino a cargo de A. Paz y Meliá), B.A.E. CCLVIII, Madrid, Ediciones Atlas, 1975, 2 vols. Valera, op. cit., cap. XXIX, p. 100, también nombra al Conde de Arcos entre los afines a Alfonso.

(18) Barrantes, op. cit., lib 7, cap. 23, p. 390.

(19) Enríquez del Castillo, op. cit., cap. 76, pp. 241-42.

(20) Hijo habido por don Juan Alonso de Guzmán fuera de matrimonio con doña Isabel de Meneses. Recordemos que su esposa legítima doña María de la Cerda, hija del Duque de Medinaceli, no le había dado hijos y había marchado a vivir con su padre. A los pocos días de su muerte, el Duque, que ya contaba cincuenta y ocho años y que moriría tan sólo un mes más tarde, contrajo matrimonio con doña Isabel (15 de noviembre de 1468) para legitimar a sus hijos. Cf. Barrantes, op. cit., pp. 393, 403.

(21) Ibidem, op. cit., lib. 7, cap. 27, p. 397.

(22) H. Sancho de Sopranis, "Pedro de Vera, alcaide de Ximena", en Revista de Historia Canaria, 1948-49, relata a lo largo de cinco documentados artículos los problemas derivados del especial estado en que se encontraba esta villa y los enfrentamientos entre el Duque de Medina Sidonia y el alcaide Pedro de Vera, las reacciones del concejo de Jerez y las del Conde de Arcos. Sobre la fortaleza de Jimena se puede leer en J. Regueira Ramos et alii, Jimena y su castillo, Algeciras, Editorial Alba, 1988, esp. pp. 141-5.

(23) Barrantes, op. cit., lib 7 cap. 28, p. 398.

(24) Fray Esteban Rallón, op. cit., trat. 15, cap. 9, p. 349.

(25) Martín Gómez de Vera había obtenido la alcaidía del alcázar de Jerez por cesión del conde don Juan, y el propio Pedro de Vera había obtenido en 1455 el cargo de jurado por la collación de San Mateo gracias a los Ponce de León (cf. J. López, op. cit., pp. 40-41).

(26) Cf. H. Sancho de Sopranis, "Pedro de Vera, Alcaide de Ximena, V", pp. 230-32, que transcribe el documento referido; J. López Romero, op. cit., pp. 69-70; 171-74.

(27) Transcribe el texto Hipólito Sancho de Sopranis en un artículo que consideramos de imprescindible lectura para los interesados en el tema que estamos tratando, "Pedro de Vera en los bandos andaluces entre Ponces y Guzmanes", en Revista de Historia Canaria, 1949, pp. 363-93. Tomamos la foto de Cardela de M. J. Castro Rodríguez, "Cardela, fortaleza de la frontera medieval", en http://www.sierradecadiz.com.

(28) Marqúes-Duque de Cádiz, tercer Conde de Arcos y séptimo Señor de Marchena. Una completa biografía del personaje puede leerse en E. Ponce de León y Freyre, El Marqués de Cádiz (1443-1492), Madrid, Anaquel, 1949 (2ª ed. Cádiz, Dip. Provincial, 1988).

(29) La Memoria y verdadera relación de cosas acontecidas en esta cibdad y fuera della ... desde el año mil y cuatrocientos setenta y uno que entró el Marqués en Xerez... de Benito de Cárdenas fue editada por J. Moreno de Guerra en Bandos de Jerez, Madrid, 1929. Nosotros entresacamos estas noticias de H. Sancho de Sopranis, "Pedro de Vera en los bandos...", pp. 370-71, y J. López. Romero, op. cit., p. 79.

(30) A. Paz y Meliá, trad. cit., libro VIII, cap. IX, "Ardid del Marqués de Cádiz para apoderarse de la fortaleza y de la ciudad de Medina Sidonia".

(31) Capítulo LXVII, "De cómo el marques de Caliz tomo por escala la villa e fortaleza de Medina Sydonia".

(32) Capítulo LXXXII, "De cómo el marqués de Cáliz tomó por escala la villa y fortaleça de Medinasidonia".

(33) Op. cit., caps. 153-54 .

(34) Historia y anales de la muy noble y muy leal ciudad de Xerez de la Frontera, Jerez, 1887 (ed. facsímil, Jerez, Biblioteca de Urbanismo y Cultura, 1989).

(35) Historia de Cádiz y su provincia, Cádiz, Imprenta de la Revista Médica, 1858 (ed. facs. 1982, Excma. Diputación de Cádiz).

(36) En Obra Selecta de Miguel Mancheño y Olivares, vol. I (ed. María José Richarte García), "Fuentes para la historia de Cádiz y su provincia, n. 5", Cádiz, Univ. de Cádiz- Ayto. de Arcos, 2002. En pp. 94-95 hablaba del carácter de los magnates enfrentados con estas palabras:
D. Juan Alfonso de Guzmán, duque de Medina Sidonia, si bien aventajaba a su rival en riquezas, no podía comparársele como valeroso y entendido capitán. De suerte que si alguna vez pudo humillar al de Arcos poniendo en campaña verdaderos ejércitos, más frecuentemente se vio vencido por las menos numerosas, pero harto aguerridas, huestes de su contrario.
Hasta en su política estuvieron discordes siempre ambos magnates, favoreciendo el de Medina las pretensiones del infante D. Alfonso, mientras el de Arcos era uno de los más fieles partidarios del rey D. Enrique, quien le concedió a él y a su hijo D. Rodrigo el título de marqués de Cádiz que ambos conquistaron para la corona arrebatándola a los secuaces de D. Alfonso.

(37) Op. cit., pp. 91-99.

(38) Véase mapa adjunto sobre las fortalezas señoriales existentes en la zona.

(39) Op. cit., lib 5, cap. 6, p. 346.

(40) Ofrecemos a continuación dos fragmentos de las leyes VI y IX de la Segunda Partida. Cf. Alfonso X el Sabio, Las Partidas. Antología, Madrid, C.E.G.A.L., 1984, pp. 63-68.

(41) Op. cit., tratado XVI, capítulo XV, "La pérdida de Cardela y nuevas guerras entre el Duque y el Marqués", pp. 400-04

(42) Op. cit., pp. 346-51.

(43) Ya reproducido en esta misma publicación en los números 2, p. 30 y 3, p. 30.

(44) Esperamos que los datos reunidos sirvan por fin para desterrar los errores transmitidos sobre varios de estos pormenores. En la edición de la obra del Vicario Martínez, en la nota 1 a p. 87, J. María Enrile decía literalmente (el subrayado es mío): "D. Rodrigo encomendó a Bernal Yañez a fines de 1471 apoderarse de Medina, y así lo hizo, ayudado por Pedro de Vera, gobernador de Arcos, y D. Diego Ponce de León, hermano del Conde". M. Ramos, Medina Sidonia. Arte, historia y urbanismo, Cádiz, Excma. Diputación Provincial, 1981, pp. 362-63, lee mal el texto de Barrantes Maldonado sobre la muerte de Basurto, diciendo que Pedro de Vera lo "mandó tirar desde una torre", cuando el sentido real del texto "mandóle tirar dende una torre", si comparamos con los demás testimonios sobre el suceso, es que Pedro de Vera mandó que le arrojaran una lanzada cuando pudo reconocerlo entre los que habían acudido a atacar el puente levadizo. Esta lectura le llevaba a una forzada interpretación del episodio e incluso a una hipótesis –creo que descartable– sobre la planta de esa zona de la fortaleza.

(45) Op. cit., pp. 346-51.

(46) Op. cit., trat. 17, cap. 4, p. 419.

(47) Op. cit., lib. 8, cap. 19, p. 447.

(48) El documento completo puede leerse en L. Rodríguez y A. Mª Anasagasti, op. cit., doc. 192.

(49) Op. cit., capítulo 154, p. 374.

(50) Op. cit., pp. 346-51.

 


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