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 CERVERA Y LA BATALLA DE SANTIAGO DE CUBA

Juan Luis Barroso Mendoza

 

Nació en Medina Sidonia. El 9 de julio de 1855 ingresó en el Colegio Naval de San Fernando. Como Guardia Marina navegó por los mares de las Antillas y de África. Posteriormente hasta Filipinas en la Goleta Valiente luchando contra la piratería de la isla de Mindanao. Fue integrado en la comisión Hidrográfica con la que efectuó notables trabajos en el Archipiélago Filipino.

En 1869 pasó a Cuba, mandando el cañonero Centinela, aunque pronto regresó a la Península, donde tuvo una intervención decidida en el movimiento Cantonal, donde se alineó del lado del gobierno republicano. Intervino primero en la Carraca y luego en Cartagena. Su participación en esta ciudad le valió la concesión de la Diadema Real de Marina y las Cortes de la Primera República le nombraron "Benemérito de la patria".

Nuevamente fue destinado a Filipinas en 1874 donde fue nombrado gobernador hasta el año 1876.

En 1985 fue enviado a Francia como jefe de la comisión inspectora de la construcción del acorazado Pelayo, en los astilleros franceses de la Seyne. Por su actuación el gobierno francés le concedió la Legión de Honor.

Con posterioridad fue designado ayudante de la Reina Regente María Cristina, Mayor General del Departamento de Cádiz y dirigió la construcción de tres Cruceros en los astilleros del Nervión.

En 1892, al subir al poder el gobierno liberal de Sagasta, fue nombrado ministro de Marina. En 1896 tomó el mando del Arsenal de la Carraca. Al ser asesinado el presidente del gobierno Cánovas, se dio a Cervera, urgentemente, el mando de la escuadra, ante el temor de la guerra que se avecinaba (20 de octubre de 1897).

Malos tiempos corrían para España. Los gobiernos desgastados de la Restauración comienzan a descomponerse, nuevas fuerzas políticas toman auge en la sociedad española, apagadas por los fraudes electorales mientras una España oficial hace oídos sordos al clamor de un pueblo decepcionado por la clase política de finales del XIX.

En nuestras ultimas colonias y muy especialmente en Cuba, el imperialismo norteamericano entra en la historia con una fuerza inusitada. El apoyo que los gobiernos estadounidenses ofrecen al levantamiento antiespañol de la isla es descarado. España, tras negarse a la venta de nuestra isla a las multinacionales del país vecino, había conseguido una cierta estabilidad gracias a un amplio estatuto de autonomía para la isla.

Comenzaba el año 1898, cuando se produce la explosión de un buque norteamericano, el crucero Maine, que, en plena bahía de La Habana, se fue a pique con buena parte de sus tripulantes. Hoy esta demostrado que fue una artimaña para provocar una guerra desastrosa para España, pero entonces una comisión de los Estados Unidos reiteraba las acusaciones al gobierno de Madrid, España quedó sola mientras en Estados Unidos todo se preparaba para la guerra. Una guerra desigual, en la que la posibilidad de ganarla era la más absoluta de las mentiras Cervera recibe órdenes de hacerse a la mar con su escuadra compuesta por los cruceros "Vizcaya, "Oquendo", "María Teresa", y "Colón", buques, todos ellos cuyo punto de eficacia dejaba mucho que desear. Para Cervera era toda una evidencia que enviar aquellos cuatro buques a las Antillas, donde además de no existir ninguna base importante, habrían de enfrentarse a fuerzas considerablemente superiores, era condenar a la escuadra a una destrucción segura, que no sólo no ayudaría a la defensa de la isla, sino que además pondría en bandeja todo nuestro operativo naval a una victoria fácil de nuestros enemigos, además de dejar indefensas las costas peninsulares.

Cervera obedeciendo las ordenes recibidas y a pesar de no estar de acuerdo con ellas, partió rumbo a las Antillas el 29 de abril de 1898. El almirante sabía la importancia de la flota americana, sabía que estábamos en guerra, pero no sabía nada más.

Junto a los buques ya mencionados, navegaban los destructores, "Plutón", "Furor" y Terror" Una vez atravesado el Atlántico este último tuvo que ser abandonado, pues se había quedado sin movimientos por una grave avería en las calderas. Con los buques prácticamente sin carbón en sus depósitos se pudo entrar en Santiago de Cuba, a donde se llegó literalmente "Quemando el último carbón que les quedaba". Había que salir cuanto antes de allí, pero antes había que rellenar las carboneras, que habían sido barridas en la desesperación de la llegada.

Antes de que Cervera pudiera salir de Santiago de Cuba, la escuadra norteamericana mandada por el comodoro Sampson bloqueaba la salida, Santiago se había convertido en una ratonera. La escuadra de Sampson se componía de cuatro acorazados, dos cruceros acorazados y varios cañoneros

Pero ¿cómo salir de aquella ratonera? Salir de día era enfrentarse a una fuerza notablemente superior y los buques podrían ser hundidos uno a uno. Salir de noche era aún peor, pues la maniobra era más dificultosa. Podían haberse hundido los buques, bajar las dotaciones y los cañones y fortificar la plaza, pero esa era una decisión que no podía tomar nuestro Almirante.

Entre tanto, Cervera recibía las órdenes de sacar la escuadra y combatir a los estadounidenses, las posibilidades de éxito eran nulas. En España no se conocía la situación, había quien aún creía que se podía ganar la guerra.

En cuanto a la artillería, los norteamericanos reunían 14 piezas de 320 y 305 mm de calibre, 32 de 203 y 34 de 152, 127 y 102 mm, aparte las menores de reducida eficacia contra buques de alguna entidad, frente a las seis únicas piezas de 280 mm y 46 de 152, 140 y 120 españolas. Los bloqueadores tenían, por tanto, una gran superioridad en piezas pesadas de entre 13 y 8 pulgadas, y eran algo inferiores en las de tipo medio. Ello no era tan determinante como pudo serlo después, pues por los deficientes sistemas de puntería y la lentitud de disparo los cañones pesados debían disparar a distancias relativamente cortas para asegurar el blanco.

Tal vez la única arma realmente eficaz contra los tres más poderosos acorazados americanos de la que disponían los españoles eran los torpedos. De hecho, la Armada de entonces tenía gran confianza en las nuevas armas, una de las cuales hubiera bastado para echar a pique o averiar seriamente a sus poderosos enemigos. El "Vizcaya" llevaban un total de ocho tubos fijos a proa, popa y costados, con recarga, mientras que el "Colón", de diseño italiano, llevaba cuatro. y ello sin mencionar a los destructores, buques especialmente diseñados para ello, y de modelo tan parecido al que dio tan buenos resultados en manos japonesas en la guerra contra Rusia de 1904-1905. Pero entonces los torpedos, aparte de otras imperfecciones, tenían una carrera limitada a unos centenares de metros, y a plena luz del día era literalmente suicida intentar acercarse a esa distancia a un poderoso acorazado.

Sin embargo, doctrina y práctica no faltaban, y al menos desde la crisis de las Carolinas en 1885, cuando la escuadra al mando de Antequera se concentró en Mahón en la eventualidad de una guerra con Alemania, las maniobras repetían el supuesto de un ataque nocturno de los torpederos a los buques mayores y, evidentemente, de la defensa y combate nocturno de éstos.

Así, la salida nocturna que preconizaba Bustamante era la mejor oportunidad para los españoles, no sólo de escapar, sino de llevarse por delante a alguno de sus enemigos, pero por diversas consideraciones no se tomó en cuenta.

Nadie podía dudar del resultado del combate, pues la inferioridad española era evidente, pero quedaba aún por dilucidar si alguno de los buques de Cervera conseguiría escapar, y los daños que sufrirían sus enemigos. Desgraciadamente, y como hemos dicho, la opción escogida para la salida no hizo sino poner las cosas aún más fáciles para los bloqueadores.

ESCUADRA ESPAÑOLA EN CUBA 1898
Contraalmirante Pascual Cervera
ClaseNombreTonelajeArt. Principal
Crucero AcorazadoTERESA7.0002x280 y 10x140
Crucero AcorazadoOQUENDO7.0002x280 y 10x140
Crucero AcorazadoVIZCAYA7.0002x280 y 10x140
Crucero AcorazadoCOLÓN6.84010x52 y 6x120
Caza TorpederoFUROR4502x75 y 2TLT
Caza TorpederoPLUTÓN4502x75 y 2TLT
TLT: Tubo Lanza Torpedo

En la noche del 2 de julio de 1898, los buques norteamericanos destacados en la entrada del puerto de Santiago divisaron las columnas de humo de la Flota Española que se preparaba a salir. Era claro que no podía haber sorpresa. A las ocho de la mañana sonó el toque de zafarrancho de combate en los buques españoles que fueron desfilando de uno en uno, a través de la angosta salida de la bahía de Santiago, reducida parcialmente por el hundimiento del mercante estadounidense "Merrimac".

A las 09:35 horas el Buque Insignia "Infanta María Teresa" pasaba ante los fuertes de "El Morro" y un minuto más tarde el acorazado "Iowa" dio la voz de alarma. El "María Teresa" avanzaba a toda velocidad contra el crucero "Brooklyn" para embestirlo y atraer sobre el buque insignia el fuego de los barcos estadounidenses intentando permitir, si era posible, la huida de los demás buques de la flota amparados en su superior velocidad teórica.

El "María Teresa" hizo fuego alcanzando al "Brooklyn" con un impacto y obligando a este a virar en círculo para evitar la acometida, sembrando la confusión en la línea estadounidense, puesto que estuvo a punto de provocar una colisión con otros buques de su misma bandera, especialmente el Texas, que tuvo que dar atrás toda. Sin embargo, un impacto de 12" del "Iowa" alcanzó al "María Teresa" causándole serios daños al cortar una tubería de vapor. El buque perdió velocidad y la torre principal de popa dejó de funcionar. Con grandes incendios en popa, la dotación de salvamento intentó rescatar a los tripulantes que habían quedado aislados en la popa por el incendio, pereciendo la dotación de salvamento y los marineros que habían quedado atrapados.

El fuego se extendía cada vez más, aproximándose a los pañoles. Otro impacto alcanzó el puente de mando, hiriendo al comandante del buque y matando a todos los oficiales. El propio Almirante Cervera tubo que hacerse cargo del mando del "Infanta María Teresa" . Prácticamente inutilizado, se dio la orden de virar hacia tierra y embarrancar, lo que hizo a las 10:15 horas, cerca de Punta Cabrera, a 6 millas y media al oeste de Santiago. El Almirante ordenó arriar la bandera de combate, pero el fuego asolaba la toldilla. La bandera cayó ardiendo en llamas. El salvamento de la tripulación fue muy difícil, porque no quedaban botes y hubo que nadar 200 metros hasta la playa, donde fueron recogidos por los botes del "Gloucester"; el Almirante Cervera fue llevado hasta el "Iowa", donde fue recibido con honores militares y aclamado por la tripulación. El "Infanta María Teresa" tuvo 70 bajas.

El "Vizcaya" salió en segundo lugar. Sobre él se abatió el grueso de la artillería norteamericana y sus cañones poco pudieron hacer por los defectos en los cierres de las piezas. Disparaban contra él, el "Brooklyn" desde 2.200 metros, el "Oregon"desde 2.700, el "Texas" desde 5.000 y el "Iowa" desde más distancia. A las 10:50 horas, con todos sus cañones inútiles, intentó abordar al "Brooklyn", que esquivó fácilmente la embestida por la escasa velocidad del buque español sobre el que continuó disparando. A las 11:15 horas, ardiendo completamente, varó en los bajos de El Aserradero, a 15 millas al oeste de Santiago. El Capitán Eulate ordenó arriar la bandera de combate y la arrojó al fuego. Su dotación tuvo 100 muertos.

En tercer lugar salió el "Cristóbal Colón" . Este buque, recién construido, no llevaba artillería gruesa pues sus piezas principales, que habían sido adquiridas en Alemania, no fueron entregadas por el embargo militar. Así, sólo con sus piezas secundarias de 152 mm., tuvo que combatir con el "Iowa" (4 piezas principales de 305 mm.), el "Brooklyn" (8 de 203 mm.) y el "Oregon" (4 de 330 mm.), todos ellos, además, con sus correspondientes baterías de artillería secundaria. A pesar de todo, el "Colón" alcanzó con dos impactos al "Iowa". El buque español, que alcanzaba mayor velocidad, debido a que era el buque más rápido de ambas escuadras en levantar presión gracias a sus modernas calderas acuatubulares, se alejaba ganando distancia nudo a nudo.

Cada vez más lejos del enemigo, parecía que iba a salvarse de la destrucción. Sin embargo, a la una de la tarde, el jefe de máquinas subió al puente y comunicó al Capitán Díaz Moreu que el carbón bueno se había acabado y comenzaban a usar el cargado en Santiago. El pésimo carbón pulverizado hizo descender las revoluciones de las máquinas. También es posible, como sucedió en muchos buques de la época, incluso en los norteamericanos aquel mismo día, que el esfuerzo de los fogoneros no pudiera mantenerse mucho tiempo en un navío alistado para el combate y, por tanto, mal ventilado, y los fogoneros españoles tenían además el hándicap de las escasas raciones durante el asedio de Santiago y los primeros estragos de las enfermedades tropicales.

El "Colón" perdía velocidad y los barcos norteamericanos ganaban terreno. La suerte estaba echada. Pese a hallarse el buque prácticamente indemne, con sólo un muerto y un puñado de heridos, y aunque contaba con una magnífica batería de cañones de tiro rápido de 152 y 120 mm, y que era el crucero acorazado mejor blindado de ambas escuadras, el capitán de navío de primera clase y segundo jefe de la escuadra, Paredes, cercado por el "Oregon", el "Texas", el "Brooklyn", el "New York" y el "Vixen", decidió dar por concluida la lucha y embarrancar el "Colón" en la Playa del Río Turquino. Se arrió la bandera de combate. El "Texas" intentó tomarlo a remolque pero, abiertas las espitas del fondo por los españoles, el buque dio la vuelta y se hundió.

Tras el "Colón", marchaba el "Almirante Oquendo". Frente a él, el "Iowa" comenzó a disparar sus andanadas de 305mm. A unos 1.300 metros. Un impacto directo penetró en la torre de proa destruyendo la pieza y matando a toda su dotación. Otro impacto alcanzó la cámara principal de torpedos, provocando un grave incendio y matando a todos sus servidores; para evitar las explosiones se lanzaron todos los torpedos. Todas las baterías de 140 mm. estaban inutilizadas. No funcionaban los ascensores de munición. Sólo una pieza de 140 seguía disparando servida por un Teniente de Navío herido y dos marineros que acarreaban, entre los tres, la munición. Convertido en un mar de llamas, el "Oquendo" varó a las 10:30 cerca del "María Teresa". Consumida la bandera de combate por las llamas, el comandante del buque, Lazaga, hizo su último ademán pegándose un tiro en la sien. Tuvo 80 Muertos.

Tras ellos salieron los dos destructores, el "Furor" (buque insignia de destructores) y el "Plutón", ambos al mando de Villaamil. Retrasaron la salida para que la amenaza de sus torpedos obligara a los buques estadounidenses a disparar sobre ellos, permitiendo a los buques principales escapar. Sin embargo, los destructores no estaban concebidos para el combate frente a grandes unidades, su misión era dar caza a los torpederos. Aunque barcos rapidísimos, su casco era endeble y cualquier impacto directo podía destruirlos. Primero salió el "Furor"; sus piezas de 75 mm. hacían fuego contra un enemigo superior. Los barcos enemigos abrieron fuego contra él casi a quemarropa destruyendo las máquinas y dejando inútiles las piezas artilleras. El "Furor" se hundía entre el aterrador fuego de las granadas. Un impacto mató a Villaamil. El buque se hundió poco después de que los escasos supervivientes (21) fueran rescatados por un cañonero americano. La misma suerte corrió el "Plutón". Su comandante se lanzó a toda máquina contra la flota enemiga disparando sus pequeños cañones. Un telón de fuego lo detuvo. Un impacto hizo estallar las máquinas y el pañol de municiones. A las once todo había acabado.

Durante la primera parte del combate, sólo dos de los cruceros españoles lucharon contra sus oponentes, por lo que la superioridad numérica de éstos, no muy grande, se multiplicó por dos, en vez de ser un duelo casi de buque contra buque como hubiera podido ser. Además, muchos de los buques norteamericanos pudieron disparar por ambas bandas, simultáneamente contra el "Teresa" y el "Oquendo" y los destructores, mientras que los españoles sólo podían hacer fuego por una de las bandas.

ESCUADRA ESTADOUNIDENSE EN CUBA 1898
Contraalmirante William T. Sampson
ClaseNombreTonelajeArt. Principal
AcorazadoINDIANA10.2884x330 y 8x203
AcorazadoOREGÓN10.2884x330 y 8x203
AcorazadoIOWA11.4104x305 y 8x203
AcorazadoTEXAS6.3152x305 y 6x152
Crucero AcorazadoBROOKLYN9.2158x203 y 12x102
Crucero AcorazadoNEW YORK8.2008x203 y 12x102
TorpederoERICCSSON1203 TLT

Valoración del combate.

Los cruceros españoles no podían realmente vencer en combate abierto a sus mucho más poderosos enemigos, pero además, y como se ha dicho, el defectuoso dispositivo de salida hizo que tuvieran que luchar cada uno contra varios.

Tampoco pudieron elegir la distancia de combate, lo que tuvo su importancia, no porque, como se ha dicho, los cañones españoles no alcanzaran a sus enemigos, sino por todo lo contrario. El cañón más difundido en la escuadra era el de 14 cm Hontoria modelo 83, que rebasaba ampliamente los 10.000 metros de alcance, y la lucha se produjo a 4.000 metros e incluso a distancias inferiores. De hecho, los buques de ambos bandos registraron impactos ligeros de 57 y 37 mm, cuyo alcance eficaz apenas sobrepasaba los 3.000 metros, e incluso se registraron impactos de ametralladora.

Aquella distancia era, sin embargo, la ideal para los cañones enemigos, especialmente los de 203 mm, y excesivamente larga para los 800 metros de carrera máxima de los torpedos españoles. Este arma, que pudo ser decisiva, de hecho no fue utilizada, pues ni los destructores llegaron a distancia de lanzamiento ni los cruceros se hallaron nunca tan cerca. Los únicos lanzados lo fueron al fin del combate, para evitar que estallaran a bordo. Los norteamericanos, que habían concedido escasa importancia a la nueva arma, no llegaron a utilizarlos.

Pese a las apariencias, el tiro norteamericano fue francamente malo. Sólo dos proyectiles pesados acertaron el blanco, y eso en una descarga a bocajarro del "Indiana" sobre el aislado y acosado "Teresa". Mejores y decisivos resultados tuvieron los de ocho pulgadas, con un 3,1 por 100 de blancos; los de seis y cinco pulgadas sólo consiguieron un 2,6%, y los de cuatro un 5,7%, obteniendo las ligeras un abismal 1%.

Los impactos en los buques españoles no fueron, por tanto, muy numerosos: el Teresa encajó dos de 320 mm, tres de 203, cinco medios y 19 ligeros; el "Oquendo", tres de 203, 11 medios y 43 ligeros; el "Vizcaya" cuatro de 203, nueve medios y 12 ligeros, y el "Colón" sólo cuatro medios y dos ligeros.

Estas cifras se obtuvieron tras un detallado reconocimiento de los cascos tras la batalla por los expertos norteamericanos, y fueron corroboradas por el neutral Jacobssen, comandante del crucero alemán Geier; que, si acaso, las estimó algo menores. Es posible que las señales de algunos impactos desaparecieran por los incendios y explosiones posteriores, pero, tras los estudios mencionados, no parece que fueran en número o calibre importante. También es seguro que algunos de los impactos se produjeron cuando los buques iban a embarrancar o ya lo estaban. En los destrozados cascos de los destructores no se pudieron hacer estudios semejantes, pero, dada su fragilidad y escaso tamaño, tampoco necesitaban un gran castigo para ser echados a pique, por lo que las cifras globales no se incrementarían mucho.

Dejando aparte al "Colón", parecen relativamente escasos impactos para explicar la pérdida de fuertes buques de 7.000 toneladas. Sobre todo si se tiene en cuenta el pequeño daño que podían hacer las piezas ligeras de 57 a 37 mm, útiles en todo caso contra estructuras ligeras o contra personal al descubierto. La pérdida de los cruceros se debió, según parece, más a los incendios provocados por las explosiones en buques que llevaban todavía mucha madera a bordo, que por el propio efecto de las granadas. Pero tal cuestión, al ser divulgada y conocida por gente poco entendida, ha dado lugar a la extendida leyenda de que los buques españoles eran de madera.

En cuanto al tiro español, y pese a lo que se ha afirmado, no fue mucho mejor. Ninguna de las seis piezas de 280 mm alcanzó blanco alguno, lo que, aun siendo de esperar para la época, tuvo serias consecuencias, pues era el calibre que más daño podía causar. Por ello mismo, la falta de las dos piezas principales del "Colón", de 254 mm, tuvo unos efectos más de índole moral que material, especialmente si recordamos que las piezas pesadas de los vencedores tampoco lograron gran cosa.

Lo que sí es de lamentar es que sólo menos de una decena de tiros entre los de 15, 14 ó 12 cm alcanzaran su blanco. Según el parte de Paredes, el "Colón" disparó 301 granadas de dichos calibres, el "Vizcaya" unas 150 de 14 cm, y aunque el "Teresa" y el "Oquendo" dispararan cada uno menos que su gemelo (en el "Oquendo" una pieza despidió el cierre matando o hiriendo a sus servidores), el total no debió estar lejos de los 600 disparos, lo que ofrece un porcentaje muy bajo de aciertos. Al parecer, y aparte de las dificultades con las piezas (de las que tampoco estuvieron libres sus enemigos, aunque en mucho menor grado), parece ser que se apreciaron mal las distancias. Tras la batalla, los estadounidenses reconocieron los pecios y observaron que muchas de las alzas estaban graduadas en torno a diez mil metros, y oyeron cómo muchos proyectiles silbaban por encima.

El disparar largo, que hacía también más difícil el corregir el tiro al ser difícilmente observables los piques, pudo tener su origen en que los españoles consideraron que sus enemigos aprovecharían sus mayores calibres y blindajes para destrozarlos desde gran distancia. y aunque sabemos que ello no ocurrió así, ese planteamiento no dejó de tener su importancia.

El "Brooklyn" fue el buque más castigado, con unos 40 impactos, pero de ellos la gran mayoría fueron irrelevantes al ser unos treinta de calibres menores ( 57 y 37 mm), cascos de metralla o incluso alguna bala de ametralladora, siendo sólo cuatro de ellos de calibre medio. El "Oregon" recibió tres impactos; dos el "Texas", que le averiaron el mecanismo del tiro forzado; dos el "Indiana", y unos once el "Iowa", entre ellos algunos de los mejores tiros españoles, alcanzándole en la flotación en las partes no protegidas por la coraza, haciendo el mayor de ellos un agujero de 40 x 18 cm.

Las bajas

Según sus propios recuentos, los vencedores sólo tuvieron un muerto y algunos heridos en el "Brooklyn" y varios más en otros buques. De ser así, no cabe duda de que, aparte de sus blindajes y del escaso castigo soportado, les acompañó la buena suerte, pues en los bombardeos previos de San Juan de Puerto Rico y de Santiago, un número mucho menor de impactos españoles había causado bajas iguales o superiores.

En cuanto a las bajas españolas, se cifraron en 332 muertos y 197 heridos, pero no son éstas las sufridas en el combate, sino las habidas en la escuadra por cualquier causa desde que salió de Cabo Verde hasta que volvieron a España.

Aunque una lista exacta es difícil de establecer, pues la documentación se perdió con los buques, según recuentos posteriores habría que descontar las bajas ocurridas con anterioridad o posterioridad al combate. Sólo en las Lomas de San Juan, donde fue herido mortalmente Bustamante, hubo 71 muertos y heridos. En los bombardeos de Santiago, por accidente, enfermedad y alguna deserción en Cabo Verde, una quincena. Algunos más murieron de enfermedad en la travesía de vuelta a España, más de cincuenta por la misma causa en hospitales norteamericanos durante la cautividad y, más dolorosamente, 19 entre muertos y heridos en el "Harward" cuando por un error los vigilantes dispararon sobre los recién recogidos náufragos.

En resumen, en el combate propiamente dicho no se debieron producir más que unas 350 bajas en total. Ello no disminuye ni el sufrimiento humano ni el valor y la entrega de unas dotaciones y mandos que debieron afrontar en unas pésimas condiciones un combate, tras padecer hambre y enfermedades en la asediada Santiago, luchar en tierra y soportar los continuos bombardeos. Pero sí reduce a otros términos el resultado del combate y deja en entredicho la supuesta enorme eficacia del enemigo.

A este respecto cabe señalar, que salvo por el pequeño "Furor"; y como en Cavite, ninguno de los buques españoles fue hundido por el fuego enemigo, sino varado por sus dotaciones una vez que la resistencia se había hecho imposible.

El Capitán de navío Evans, comandante del "Iowa", al recibir prisionero al almirante Cervera le saludó con estas palabras "Caballero sois un héroe; habéis realizado la hazaña más sublime de todas cuantas guarda la historia de la Marina"; este mismo militar americano relató la batalla en estos términos: "En el fondo de los botes había tres o cuatro pulgadas de sangre; en muchos de los viajes llegaron algunos cadáveres sumergidos en aquel rojizo e imponente líquido. Estos bravos luchadores, muertos por la querida patria, fueron después sepultados con honores militares, que les tributó la misma dotación del "Iowa".

"Con respecto al valor y energía, nada han registrado las páginas de la historia que pueda asemejarse a lo realizado por el Almirante Cervera. El espectáculo que ofrecieron a mis ojos los dos torpederos, meras cáscaras de nuez, marchando a todo vapor , en pleno día, bajo la granizada de los proyectiles enemigos, sólo se puede definir de este modo, fue un acto español".

Y si esto relataron los que vivieron en su época, un siglo después han escrito lo siguiente historiadores de prestigio como José Luis Comellas: "Cervera cumplimentó con toda disciplina, aun a sabiendas de que equivalía al suicidio de nuestras fuerzas navales; fue un sacrificio tan heroico como absurdo"; o J. M. Jover Zamora: "La ciega disciplina y estoico heroísmo de los marinos españoles, el valor de los soldados... el comportamiento de los marinos americanos con sus prisioneros, constituyen sendos arquetipos de virtudes militares, pocas veces superadas".

Actualmente los restos de este almirante asidonense reposan en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando, bajo un artístico sepulcro donado por el Gobierno de la Segunda República Española. En muchas ciudades de España existen calles que lo recuerdan, Ferrol, Palma de Mallorca,...

En su pueblo natal, Medina Sidonia tiene una Avenida dedicada y un busto en el Parque del Caminillo, amen de parte del Archivo de la familia que se encuentra en dependencias municipales.

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Cuando ya teníamos finalizado este artículo apareció en Diario de Cádiz del día 27 de mazo uno titulado “En busca de los héroes de Santiago de Cuba”, firmado por M. Múñoz Fossati y C. Álvarez, en el que se da noticia de los trabajos de investigación que se están realizando en las playas de Santiago de Cuba, en busca de las fosas comunes en las que se dieron sepultura a los marinos muertos el 2 de julio de 1898, con la intención de trasladar sus restos al Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando. De los aspectos reseñables que pueden resultar ahora de nuestro interés, se recoge un listado de tripulantes gaditanos, de la flota española supervivientes, entre los que encontramos a cuatro asidonenses: Antonio Gil García, Antonio Pérez Estrudillo (posiblemente “Estudillo”), Juan Torres Espinosa y Antonio Mateo Montoro o Montero; otros marinos de Medina Sidonia, que no alcanzaron la categoría de “ilustre”, pero que, como dice el coordinador de la investigación, Javier Navarro, se batieron frente a los buques estadounidenses “con dos cojones”.


Bibliografía:

 


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