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 UNA EXPOSICIÓN DE GRABADOS

Carlos Moreno1

 

Tras la exposición de mis grabados en la Sala de Exposiciones del Ayuntamiento de Medina Sidonia, entre los días 11 y 21 de Noviembre de 2004, quiero en este artículo exponer mis notas, comentarios y observaciones.

He sido invitado a escribir sobre la obra presentada y siento un gran placer en hacerlo. Sin embargo, me ha parecido conveniente hacerlo tratando de tomar las observaciones específicas que cada uno, o la totalidad de los grabados presentados, merecerían; para luego interpretar todo aquello en un terreno más teórico y general. Pido licencia, urbano, para lidiar un toro filósofo. Que con uno de los otros, francamente, no me atrevería.

La muestra estuvo constituida por algo más de 30 trabajos hechos usando varias técnicas de grabado y que, históricamente corresponden a dos períodos completamente separados entre sí por la década de los años 90. Pertenecen, por lo tanto, a dos siglos diferentes y entre ellos media un período artístico dedicado, casi exclusivamente a la escultura. Otro aspecto que cabe destacar es que, con tan sólo dos excepciones, los trabajos del primer período fueron producidos en talleres londinenses usando métodos tradicionales del grabado, como grabado en metal, en plástico y serigrafía. En este artículo se reproduce uno de ellos, realizado usando una plancha de zinc [figura 1]. Los del segundo período son todos de factura asidonense; producidos a 130 metros, aproximadamente, de la Puerta del Sol. Con tres excepciones, representadas por trabajos hechos utilizando sombreado con pintura acrílica, el resto son monoprensados, tal como los reproducidos en las figuras 2 y 3 del presente artículo. Me remito en seguida a una descripción y análisis de las tres obras ilustradas por las figuras.

Grabado 1: Capitán

Para efecto de esta presentación he decidido darle este nombre porque así partió la cosa, hace ya 20 años. Hojeaba yo un periódico conteniendo un comentario sobre fotografías de Helmut Newton y el artículo estaba ilustrado con una foto, la cual, aunque hecha en 1978, por su estilo y ambiente sugería los años 30. La modelo desnuda, de pié contra el fondo muy blanco de la escalinata, posaba en actitud displicente y sofisticada a la vez. El comentario del periódico incluía también el nombre de la modelo: Jenny Käpitan. La elegancia del conjunto me movió a realizar varios apuntes a lápiz, para terminar trabajando una serie de grabados sobre metal, utilizando diferentes procedimientos: punta seca, intaglio, mordida profunda con ácido, aguatinta, etc. Luego, conservando el diseño general de los primeros grabados, emprendí otro grabado de tamaño algo mayor, cuya plancha metálica ya terminada fue dividida con tres cortes horizontales, que se arreglaron distorsionados para la transferencia al papel. Este procedimiento dio al trabajo un contenido surrealista, al estilo de Magritte, distanciándolo de la realidad total que constituye la modelo posando para una fotografía en blanco y negro. La figura pasa al plano de lo imposible; tal vez de lo inalcanzable. Al mismo tiempo - me gusta así pensarlo - puede invitar al espectador a imaginar otros arreglos posibles para los cuatro pedazos que constituyen el grabado entero. Invitando así a crear, por lo menos en la mente, muchos grabados potenciales partiendo de los mismos elementos.

Grabado 2: La pareja

Este es uno de la serie de monoprensados reciente 2003/04. La técnica consiste en poner el objeto -la pareja de espigas, en este caso levemente entintadas- entre dos papeles húmedos, los cuales se acolchan con varias capas de papel por ambos lados y luego se ponen entre dos placas de madera firme y rígida. El emparedado así construido se lleva a una prensa vertical y se comprime el conjunto por unos segundos a varias toneladas de presión, transfiriendo así la imagen en relieve de las espigas al papel, junto con los colores que uno ha seleccionado para valorizar la imagen. En este grabado el uso del color es intencionalmente parco, intentando así enfatizar forma y volumen. Para mí las espigas sugieren la pareja, van juntas y se tocan. Son espigas maduras; por lo tanto, madura es la pareja. Se trata pues de un trabajo emotivo, romántico y sugerente, para quién, como observador, vea lo mismo que yo veo. Es posible que otros noten allí algo que yo no observo y tendrán aquellas opiniones tanto valor como la mía.

Grabado 3: Cardo borriquero

Para los que vieron la exposición no puede haber pasado desapercibido el hecho que todos los monoprensados usaban objetos tomados del medio ambiente asidonense. Cosas cortadas o recogidas por el pueblo. Este cardo me gusta, por lo grácil y elegante de sus líneas. Por su firmeza y resistencia se presta a la técnica de prensado que he utilizado. Una vez hecho, no he podido resistir el retocar la imagen para crear un horizonte y un sol poniente. Por lo tanto, no es parte de un bodegón este cardo, sino que está situado en su ambiente natural, aunque lo haya agregado yo, artificialmente.

Existe una corriente pictórica muy moderna del naturalismo, en que el artista trata de reproducir fielmente con sus pinceles y sobre la tela, aquello que ha elegido pintar; lo hace con intensidad y precisión fotográfica; fanáticamente. Esta escuela ha sido designada por muchos críticos como hiperrealismo. Tan fiel es el cuadro a la realidad que se pasa de largo, por así decirlo y sin intentar ofender a estos artistas. El prensado, tal como yo lo he estado utilizando, constituye una forma de realismo, pues reproduce en el papel lo que el objeto le entrega; de manera que no hay dificultad para reconocer, en este caso particular, de que tipo de cardo se trata, mas no hay en este caso intención de usar un truco hiperrealista fácil, porque no se transfiere todo lo que hay en el cardo, ni se pretende tal cosa: lo que sale del prensado no transmite todos los elementos presentes en la planta. Por otra parte yo agrego cosas a mi albedrío, modificando aquella realidad, pero jamás ocultándola. Si tuviera que elegir un nombre para una escuela plástica que así trabaja, yo elegiría el de "transrealista", porque busca lo que está más allá de lo real sin abandonarlo. Sin embargo, esta escuela no existe, que yo sepa, y muy probablemente no existirá.

Dejando de lado los tres grabados que se han discutido, me parece válido plantear la pregunta de si son estas disquisiciones pertinentes. Algunos artistas famosos y consagrados rehusaban hacer cualquier comentario sobre sus propias obras. Por el contrario, los comentarios que Gauguin hizo sobre algunos de sus cuadros han pasado a la inmortalidad junto con ellos; por dar un ejemplo. Pienso que todo trabajo plástico, ya sea escultura, pintura, grabado, o cualquier otra manifestación artística visual, debe expresar algo significativo con sólo mirarlo. Es necesario el impacto sobre el observador en ausencia de información adicional y yo personalmente lo espero; lo busco cuando contemplo una obra. Tiendo a alejarme de artistas cuyas obras, para comenzar a entenderlas, requieren de información adicional que de manera alguna es perceptible en la obra propiamente tal. Sin embargo, cuando digo que este impacto inicial es necesario, no debe inferirse que es suficiente. Si bien hay obras de arte cuya sóla visión es necesaria y suficiente para asimilar su "mensaje" en plenitud, estas obras son escasas y en la inmensa mayoría de los casos, un conocimiento cultural, histórico, ambiental o anecdótico enriquecen la apreciación de la obra. Una escultora británica contemporánea, Cornelia Parker, ha producido trabajos muy hermosos utilizando pequeños fragmentos de metal aplastado. Luego, la autora añade información: este material fue producido colocándolo sobre los rieles, cerca de su casa, para que los aplanara el tren. Cada fragmento [algunos eran monedas antiguas] tiene historia y por lo tanto, toda la pieza escultórica tiene la historia colectiva de las monedas y fragmentos, además de la propia. Volviendo a mis grabados y a la exposición de Noviembre pasado: a mí me consta que muchos visitantes apreciaron el hecho de estar viendo ramas de olivo, cardo, romero, madroño… presentes en los grabados. Cosas todas familiares por ser del entorno asidonense. No las vería de igual manera un jamaicano, o un bengalí. Tras lo dicho se hace más fácil ahora generalizar partiendo de estos modestos ejemplos y de allí se puede bosquejar la función del artista plástico en el proceso creativo. Lo intentaré.

Veo la obra plástica como un intercambio –un cuadrálogo– en el que participan el creador [a veces llamado artista], el tema o composición temática, los elementos utilizados para componer la obra y por último el observador. Quitemos cualquiera de estas cuatro esquinas y la obra, como creación, desaparece. Lo he dicho: un cuadrálogo. Y así, dos ideas emergen como consecuencia natural de esta posición. La primera es que el autor, ‘el artista’, es tan importante como cualquiera de los otros tres componentes, ni más ni menos importante. La segunda es que, puesto que los observadores son muchos y existirán en el futuro, este cuadrálogo está destinado a continuar más allá de la vida del creador. Nunca estará completa la obra por cuanto esta dialéctica a cuatro será siempre nueva, nunca terminada. Visto así el asunto, me parece que la labor del artista es la de abrir una ventana que antes estaba cerrada, o coger un candil e iluminar un rincón que antes estaba en tinieblas. Lo que se vea, se huela o toque no depende de él sino del otro, del observador. Quitemos éste y no hay obra. El destino histórico de una obra artística, por lo tanto, será siempre el de permanecer inacabada, en el sentido que siempre habrá nuevos observadores. La obra puede ser olvidada, destruida o lo que sea, pero jamás será la misma y mientras permanezca lo hará como una entidad mutable, cambiante, siempre cambiante. Esto suena a León Felipe y le pido disculpas; pero ya que la literatura ha hecho su entrada, se puede sacar provecho de ella.

Hace ya algunos años, escuché al escritor brasileño Jorge Amado decir que muchos de sus personajes, desde el punto de vista físico, estaban intencionalmente delineados en forma muy vaga. Esto es muy cierto puesto que no hay detalles de como era Gabriela, la de " Gabriela, clavo y canela ", por ejemplo. Corresponde a cada lector, según Jorge Amado, el hacerse su propia Gabriela y cada una de ellas tiene tanta validez como la que el autor de la novela ha generado en su propia cabeza, pero que permanecerá, por siempre, como una imagen privada que él se llevo consigo cuando murió. Una ironía que merece comentarse: el éxito rotundo de la novela, la llevó a servir como base para una serie televisada. La joven actriz, al personificar a la heroína, fija la imagen de Gabriela como la suya propia. Se ha roto para siempre, en los televidentes, la posibilidad de tener una Gabriela privada. Me quedo pues con la imagen personal porque nos sirve para retornar al problema de la interpretación, que en cada individuo, tienen los trabajos plásticos y la posibilidad que el autor deja, para que sean completados por el observador.

En concordancia con esta visión, varias de mis esculturas son intencionalmente mutables, dejando al observador la posibilidad modificarlas a su aire. El tiene tanto derecho como yo para hacer tal cosa. Este punto de vista puede que no sea tan evidente en mis grabados, aunque más arriba ya he mencionado este aspecto en relación a Käpitan; pero estoy siempre consciente, en un alto grado, de la posición mediática del creador-artista y abordo mi tarea con ello en mente. Se expresa en mi labor; con mayor o menor intensidad, pero está siempre presente. Más aún, como soy un poco torpe, muchas veces dejo que los materiales usados en el proceso creativo se hagan cargo del trabajo, mientras yo me retiro a un segundo plano, eliminando en parte el intermediario que soy yo. Esas ramas, hojas, plumas y demás que he recogido, trabajan dando sus frutos con independencia y en muchos casos con generosidad. Devuelven así una obra digna, a mi juicio, de ser continuada, no por mí sino por todos Uds., los observadores, quienes, como he dicho anteriormente, son un elemento imprescindible en el proceso.


Notas:

1. Reside en Medina Sidonia junto a su esposa Valentina desde hace ya bastantes años, si bien alterna sus estancias aquí con otros períodos en Londres. Este chileno se doctoró en bioquímica en su país de origen en 1963, ejerciendo la investigación y docencia en la Universidad de Chile. Ha sido profesor de Inmunología para la Organización Mundial de la Salud (O.M.S.). Posteriormente pasó a Gran Bretaña, prestando sus servicios en el “Medical Reserarch Council”, del que se retiraría en 1999. Estudió Artes Plásticas en el “City Lit College” y Escultura en el “Morley College”, ambos en Londres, Gran Bretaña.

 


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