Eduardo
Ángel Ruiz Butrón
Estos
no me mataron porque puse tierras por medio, pero sí tuve que sufrir
penalidades y humillaciones y toda clase de vejaciones sin haber cometido más
delito que el no pensar como ellos, y una vez puestos en mi lugar juzguen si
tengo razón para estar dolorido.
José Suárez, Memorias.
Hace ya varios años, han pasado los veintidós, se
están tratando de publicar las Memorias que este hombre, José Suárez
Orellana, dejó escritas, unas hojas a mano y otras a máquina, según llegaron a
mi poder, antes de morir en Sevilla el 28 de abril de 1986.
Cuando más cerca se estuvo de que vieran
la luz fue unos cuantos años antes, según publicó el Catedrático de Historia
Contemporánea de
Pasó
el tiempo y por una u otras razones no salieron de la imprenta. Ha habido otras
intentonas, pero algún mal de ojo anda por ahí perdido, que ha impedido se
cumpla el deseo de José Suárez y de cuantos le conocieron bien, le quisieron y
admiraron.
El
mal fario persigue a este hombre bueno, trabajador, socialista por naturaleza,
republicano convencido y anticlerical confeso. Ha sorprendido que en
Y
curiosamente,
¿Por
qué este comportamiento con quien hizo todo lo posible para que campesinos y
jornaleros de Medina Sidonia y de su aldea de Casas Viejas, así como de otros
lugares de la provincia, pudiesen mejorar su estatus y alcanzar tierra y
trabajo para salir de la miseria?
No es
el momento ni la ocasión para ocuparnos del olvido que persigue a este buen
hombre. Sería deseable que de ello se ocupase alguien cercano al personaje y a
la tierra, antes de que tenga que venir algún hispanista extranjero a sacarnos
las castañas del fuego. Ya lo hizo Jerome R. Mintz, Catedrático de Antropología
de
Ese
trabajo completo sigue pendiente, pero podemos y debemos seguir avanzando en
el conocimiento de este hombre, porque
su vida refleja en gran medida los avatares de las sociedades andaluza y
española durante el siglo pasado, tan cercano y a veces tan desconocido.
Actualmente se habla, se vive y se escribe mucho de lo que ha venido en
llamarse memoria histórica, que
no es sino sacar a la luz lo que durante años y años ha sido escondido,
negado y olvidado, la verdad de la historia, tan reacia a imponerse cuando unos
mandan y otros obedecen, cuando existen vencedores y vencidos. Y, como pasa
siempre en esta España pendular, estamos
asistiendo a un enfrentamiento dialéctico que no hace sino lograr reacciones
contrapuestas y crear una crispación inútil, porque desmiente y pone en solfa
la convivencia social.
Este
lugar en pleno Parque Natural de Los Alcornocales era una finca espléndida,
perteneciente al caudal de propios de Medina
Sidonia, por las Leyes de 1 de mayo de 1855 [Ley de Desamortización General] y
11 de julio de 1856, que permitieron al Estado la incautación de la finca para
enajenarla, como así se hizo.
A
lo largo del tiempo se ha ido empequeñeciendo por particiones testamentarias y
ya no es lo que fue. Entonces limitaba al norte con la finca Zapatero y
con la linde entre los términos de Medina Sidonia y Alcalá de los Gazules, al
este con el término de Los Barrios, al sur con la finca El Cuervo y el
término de Los Barrios, y al oeste con terrenos de Manuel Sánchez y Baltasar
Hidalgo.
Su
superficie era de 1.393 fanegas[3] de
arbolado, pasto y labor, que contenía 4.874 árboles, de los cuales: 3.973
chaparros (alcornoques) con algunos de almácigas (lentisco); 1.077 quejigos
(encinas de bellotas), también con
algunas almácigas de la misma especie[4].
José Suárez, soldado de cuota en 1914.
Las Algámitas salió a subasta en 1874 por 9.215 ptas.
siendo rematada por el mejor postor por 60.035 ptas., Francisco Suárez Márquez,
natural de Algeciras, propietario y vecino de Casas Viejas. Por aquel entonces
debería ser mucho dinero, por lo que se acuerda pagar en diez años, abonando en
el momento de la escritura tres plazos por un total de 18.010,50 ptas, y los
siete restantes en anualidades de 6.003,50 ptas. entre 1875 y 1881. Estas
cifras pueden parecer ridículas a estas alturas. y si las trasladamos a la
moneda actual más todavía, el precio total equivaldría a 360,82 euros y cada
plazo anual a 36,08.
El
nuevo propietario se trasladó a su finca con su familia, su esposa Rafaela
Mateos Macías, natural de Medina Sidonia, y seis hijos. Se dedicó a la tierra y
al ganado, trabajando con sus hijos y algunos campesinos, viviendo a lo que
parece con holgura pero sin fortuna, salvo su patrimonio y el fruto del trabajo
propio, familiar y por el de las personas que tenía por su cuenta. La vida no
era fácil para esa comunidad. Suárez escribe que en Las Algámitas: no
había ni luz eléctrica, ni libros, ni prensa, ni ningún signo de civilización.
Los transportes se hacían en caballerías.
Entre
los problemas que sufrían no era el menor la falta de instrucción. Los
maestros, por lo poco que cobraban, no se aventuraban a trasladarse hasta allí,
y los padres no estaban en condiciones de enseñar a sus hijos. En alguna
ocasión echaron mano de algún obrero de la dehesa para que se ocupase de la
enseñanza de los casi veinte niños y muchachos en edad de aprender, pero el
pobre necesitaba que le enseñaran a él.
José
Suárez, nieto del propietario de la finca, nació en 1893 en Alcalá de los
Gazules, donde tenía algunos familiares, por algún motivo especial ya que todos
solían nacer en Las Algámitas. Sus padres, Francisco nació en Casas
Viejas, y Francisca Petra en Montejaque, provincia de Málaga, casaron y
vivieron hasta la muerte de él en la dehesa.
Montejaque, donde nació la madre, era y es un
encantador lugar cerca de Ronda, que también fue cuna del Comandante Abril,
Bernabé López Calle, muerto por
José trabajó duro en el campo, donde
estuvo hasta los treinta y siete años, trasladándose a Casas Viejas en 1930,
con su esposa María Luisa Pérez-Blanco Vargas, nacida en la aldea en 1901, con
la que se casó en 1921, y sus tres primeros hijos nacidos en Las Algámitas. El
cuarto lo hizo en 1935 en Casas Viejas.
El
tiempo transcurrido en la finca, con
todos sus problemas de distancia, de carencias y de trabajo, tuvo otras
compensaciones, resultaba una pequeña colonia, donde reinaba la paz y la
tranquilidad, donde todos vivíamos contentos y felices. Pero además le
supuso un profundo conocimiento de la realidad social del campesinado, del
trabajo, de la pobreza, de la incultura, de la convivencia y del atraso que se
sufría en aquellas condiciones de vida.
Confiesa que cuando tenía quince
años no había visto ni automóviles, ni aeroplanos, ni teatros, ni cines, ni
iglesias, ni curas, ni militares, ni ningún signo de civilización moderna. Su
primera salida fuera del entorno fue en
Francisco Suárez Mateos en
las Algámitas, leyendo Nuevo Mundo.
Crónica General de la Semana y El Imparcial el lunes 2 de octubre de
1911.
En ese ambiente tan cerrado solamente
llega a alcanzar un conocimiento de la existencia de la injusticia social que
imperaba en su estrecha realidad y empieza a percibir algo más allá de su
mundo. En una fotografía de 1911 se ve a su padre sentado ante un velador con
dos periódicos: Nuevo Mundo, revista gráfica con el subtítulo de Crónica
General de
A los dieciocho años tuvo su primera novia en
Alcalá de los Gazules y salió escaldado, por lo que varió su ruta y su destino
hacia Casas Viejas, donde entroncó con la familia Pérez-Blanco, comerciantes y
propietarios con posibles. Antonio Pérez-Blanco Vargas era un hombre de
izquierdas, muy abierto, quiso ser actor y dedicarse al teatro, quería ir a conquistar
el mundo, pero muy influenciado por su hermano Juan, claramente de
derechas, vio frustrados sus proyectos de futuro. Antonio entabló amistad con
José Suárez y le abrió el camino hacia una militancia socialista que comenzó
por su inscripción en
Esta amistad, además de orientarle
ideológicamente le llevó al altar con una hermana de Antonio y de Juan, María
Luisa, que más tarde sería
Su
medio de vida tenía que estar relacionado con lo único que había aprendido
desde que tuvo uso de razón. Arrendó una pequeña huerta al marqués de Negrón,
que vivía en Medina Sidonia, y ésta me daba lo suficiente para vivir
modestamente. En su relato describe pormenorizadamente la penosa situación
en la que se encontraba la aldea asidonense, olvidada de su municipio y del
mundo, en unas condiciones de vida míseras, sin que nadie moviese un dedo para
mitigar la situación límite en que se encontraba, no peor que otras muchas
poblaciones de Andalucía en general y de la provincia gaditana en particular.
Y en esto llega
1 de abril de 1921, José y Maria Luisa
matrimonian en Casas Viejas.
La vida política de José Suárez
empieza a desarrollarse de una forma activa al llegar en
Su
militancia se manifiesta en la ayuda y colaboración en la acción social y en
ningún momento tiene relación con los grupos anarquistas, no los entiende, o si
lo intenta los justifica en la pobreza, el analfabetismo y la incultura en la
que vivían. Éstos dice que estaban afiliados a
Escribe
en algún periódico como el Pueblo, publicación socialista gaditana,
sobre aspectos de injusticia social, especialmente el paro obrero, como apuntó
el profesor Ramos Santana en el artículo citado. La falta de instrucción en la
infancia y juventud, que tanto le preocupó a lo largo de su vida, pudo paliarla
con la lectura de toda clase de libros, no solo de contenido político sino de
literatura, historia, ciencia y un largo etcétera. Ningún tema le pareció nunca
baladí.
En
1931 entra a forma parte del gobierno provisional el 14 de abril en el
Ayuntamiento de Medina Sidonia como concejal, siendo elegido democráticamente
en las elecciones del 31 de mayo siguiente. Y, como Alcalde Pedáneo de Casas
Viejas, aquí empieza su labor más efectiva promovida por sus inquietudes
cívicas y las peticiones de ayuda de
cuantos confían en él, que a medida que pasa el tiempo van incrementando su
número. Pero no todo es orégano, el enfrentamiento de los anarquistas con los
socialistas, incluso en una comunidad reducida, provoca que muchos proyectos y
no pocas realidades se frustren por no fiarse aquellos de éstos.
Por
razones no muy claras, o no muy bien explicadas por Suárez, éste deja la
alcaldía pedánea en 1932, aduciendo cuestiones personales y familiares, a las
que habría que añadir su disgusto por cómo se llevaban las cuestiones
municipales en Medina Sidonia respecto a Casas Viejas. Fue sustituido por el
zapatero Juan Bascuñana.
Por fin llegó en 1932
Desde la llegada de
José Suárez intervino activamente no
en la propia legislación, pero sí en su cumplimiento y puesta en vigor. Cuenta
en su Memorias un buen número de situaciones, algunas al límite, que le
provocaron no pocos dolores de cabeza, y no solo por los que más se opusieron a
esas leyes porque se sentían perjudicados en sus propios intereses sino por
algunos de los que eran beneficiarios natos.
Pero
entre 1932 y la puesta en marcha de la primera colectivización, la de
Malcocinado, ocurrieron los Sucesos (así, con mayúsculas) de Casas Viejas, de
los que todavía se hacen eco las comunidades más sacrificadas, especialmente en
América.
El 10 de enero de 1933 se preparó el
levantamiento de los sin tierra en Casas Viejas, la insurrección la
llama Jerome R. Mintz. No se había previsto, pero en el ambiente se respiraba
que algo explosivo se estaba preparando, y en la mañana del 11 estalló. Los dos
primeros que cayeron fueron el sargento y un número de
Los
Sucesos de Casas Viejas han sido estudiados, analizados, y supervisados por
cuantos han tenido la curiosidad de acercarse a la violenta respuesta de un
loco y más como el capitán Rojas. Pero de todos creo sinceramente que el
profesor yanqui Mintz ha sido el que
mejor ha expuesto lo que pasó y cómo ocurrió, no en balde tuvo la fortuna de que
los mismos campesinos, los protagonistas que quedaron vivos, de Casas Viejas le
contaran lo que nunca antes se atrevieron a decir.
José
Suárez encara lo ocurrido en ese mes de
enero y lamenta que los informadores lo único que trataban era buscar el desprestigio
de
Pero los anarquistas la tenían con los
socialistas. Suárez y su familia lo pasaron mal, tuvieron miedo y se salvaron
porque el objetivo final no eran ellos. Vivían enfrente uno de otro Suárez y su
cuñado Francisco Fernández Guerra de
Cuando
todo hubo terminado
El
mito de Seisdedos tiene unas connotaciones especiales. Se ha repetido
hasta la saciedad que este buen hombre fue el cabecilla del estallido en Casas
Viejas y en algunos trabajos aparece como el instigador de los Sucesos. El propio
Mintz y algunos de los que se han acercado a buscar a este líder carismático,
Francisco Cruz Gutiérrez, se han encontrado con que, además de ser un buen
hombre, como casi todos los de la revuelta, tenía en 1933 unos 74 años, edad
muy considerable en su tiempo.
Curro
Cruz conoció bien a los Suárez, al abuelo, al padre y al propio José. Alguna
vez había trabajado para ellos y la familia auxilió cuando pudo a la de Seisdedos.
La impresión no puede ser mejor: Este buen hombre –porque así hay que
llamarle- era uno de los mejores trabajadores que yo he conocido, y además el
más honrado. Y esto no lo digo por adulación, pues tuve tiempo de comprobarlo.
Ni Suárez, tan conocedor de la vida en el campo, puede comprender cómo resistió
la familia de Seisdedos tantos años sin prácticamente nada.
Este buen hombre viene a verme unos
cuantos días antes del célebre movimiento y venía acompañado de un nieto que
tendría unos 14 años, y éste lo traía de la mano. Cuando vi aquel cuadro digno
de compasión, se me cayó el alma a los pies, y no podía creer que aquel
Seisdedos que yo conocí lleno de vigor y salud fuese aquel que tenía delante.
Porque él era alto y enjuto y de muy buen humor, porque siempre tenía la risa a
flor de labios. Y ahora me encuentro con un hombre deshecho por los años, los
sufrimientos y las privaciones por las que había pasado toda su vida. Está
completamente hecho una joroba. Para más desgracia casi no veía y a mí no podía
reconocerme si no hubiera sido por su nieto.
En este encuentro, lo
más asombroso todavía es el que fuera a buscarle para pedirle que intercediese
ante el encargado del campo del marqués de Negrón para que le dejara arrancar cepas en una finca de su
propiedad que estaba a unos tres kilómetros del pueblo. El asombro de Suárez es
grande, tan viejo, tan deteriorado y sin apenas ver y está tratando de
encontrar trabajo. ¿Cómo pensaba arrancar las cepas si no debía verlas?: su nieto lo llevaría de la mano y lo
acercaría al lentisco y una vez tocado con las manos él haría todo lo demás.
Cuesta trabajo creer
cuanto novela Ramón J. Sender en su Documental de Casas Viejas[10],
que tal vez sea el mejor entre los libros del nuevo romanticismo[11].
No parece posible la actividad desarrollada por Curro Cruz, de un lado para otro y disparando, como nos cuenta el
escritor, aunque si hubiese podido Seisdedos seguramente hubiese
ocurrido tal cual.
El que fuera
Secretario de
Los Sucesos enseñan
que las bolsas de pobreza no son buenas, y no es que
Suárez es muy crítico
con el movimiento libertario y anarquista, pero no deja de reconocer que sus
motivaciones tenían cuantos se lanzaron a la desesperada, con un resultado tan
estremecedor. Tras los Sucesos llegó la tan ansiada reforma Agraria, que
tampoco resolvió mucho, pero demostró que podía haber soluciones a la angustia
de los más desfavorecidos.
La Reforma Agraria
En 1933 se
pone en marcha la legislación pertinente para poder hacer realidad lo que tanto
había costado aprobar en el Parlamento. El ingeniero responsable del Instituto
de Reforma Agraria en Jerez de
Suárez quedó muy honrado, pero a la vez muy
extrañado de que se lo hubiese pedido a él precisamente, ¿por qué?. Porque el
ingeniero había consultado con muchas personas de ambas (sic) capas
sociales, y todos le contestaban que yo era el más indicado para poder llevar
adelante lo que se proponía hacer. Y se puso a trabajar.
Comenzó en busca del
modelo por Malcocinado, terreno estatal comprado al marqués de Negrón para
instalar una Yeguada Militar, que después de algún tiempo se trasladó a la
provincia de Córdoba, alegando que los animales comían hierba mezclada con
arena, y les producían trastornos y hasta la muerte. Manolo Mateos, que llegó
con 8 años a
A trancas y barrancas
se pone en marcha
El ejemplo de
Malcocinado demostró que se podían crear situaciones que fuesen resolviendo la precariedad del trabajo y
animó a que muchos quisieran formar parte de la cooperativa. La siguiente fue
muy cerca, en Los Badalejos, terreno de baldío donde vivían un buen número de
familias en chozas. A ésta le siguió otra en Pedregosillo, propiedad del duque
de Medina Sidonia, con veinte obreros.
A continuación
resolvió Suárez un problema planteado en las fincas de Peñuela y Herradura.
Eran también propiedad del duque de Medina Sidonia, quien las tenía arrendadas
a José Vela Morales. Joaquín Álvarez de Toledo, XX duque de Medina Sidonia, vivía en Madrid,
pero respondió a la citación del juez y se presentó a la citación, lo que dejó
extrañados y perplejos a todos, empezando por el propio juez. Suárez le explicó
que tenía arrendadas esas fincas por veinte pesetas y a los subarrendados les
cobraban cien, lo cual no parecía muy justo. El asunto se arregló arrendando el
duque directamente a los que trabajaban la tierra, respondiendo por ellos el
Instituto de Reforma Agraria, si hubiese algún impago.
Se iniciaron varios
proyectos resultando unos positivos y otros no. Hubo cooperativas en Canalejas,
en Valcargado, Tahivilla, Almoraima, Picaso y Reguelda, en Jerez y en Espera.
Suárez tiene un conocimiento bastante exacto de la realidad de la situación
agraria de la provincia de Cádiz, ya que sin ser inspector para las
colectivizaciones, es informador privilegiado por el Director del Instituto de
Reforma Agraria en Jerez. Visita prácticamente todas o casi todas las fincas en
rendimiento. A las citadas hay que sumar Barroso, Carijas, Zarzuela y algunas
más.
Cárcel de Medina Sidonia que conoció José Suárez.
No todo funciona como debiera y los problemas que se plantean son de
índole diversa, provocados precisamente por aquellos que lógicamente se
benefician de unas situaciones nunca soñadas anteriormente, pero el desconocimiento,
la incultura y el no saber cómo resolver las dificultades del día a día, dieron
al traste en muchas ocasiones con las buenas perspectivas que se presentaron
para huir de la miseria. En dos años y medio, de
El bienio negro, de
septiembre de
En esos años alejado
del gobierno municipal y dedicado a los colectivos agrarios, Suárez sufre las
primeras venganzas de la clase poderosa, no exenta de colaboración de los
anarquistas, que no cesaban de hostigarle.
La rebelión contra
A José Suárez, nuevamente Concejal del Ayuntamiento de
Medina Sidonia en las elecciones de febrero de 1936, le pilla la rebelión
militar en Sanlúcar de Barrameda, sale para Jerez y se encuentra en
José tiene 43 años,
una familia con cuatro hijos varones, el mayor con 14 años y el pequeño con uno. Sus primeros treinta y
siete años transcurrieron con mucha tranquilidad, bastante trabajo, a veces
agotador, en el campo, en las Algámitas, pero el balance no puede ser mejor: Allí
pasé los días más tranquilos y felices de mi vida, rodeado de seres tan buenos
y humanos incapaces de hacer daño a nadie, ni cometer una traición. Todos los
actos eran familiares y solo había paz, concordia y alegría.
Al llegar a Casas
Viejas cambia su vida, pierde el calor de la comunidad, y se enfrenta a los
problemas de los demás como munícipe, le surgen unos “enemigos”, entre
comillas, ideológicamente más a la izquierda que él y con unos problemas de
supervivencia que no son los suyos, es testigo amedrentado de los Sucesos y
acomete la organización de las colectivizaciones al amparo de
José Suárez con su nieta María Luisa, hija de Antonio,
en Sevilla.
Cuando sale del Ayuntamiento de Medina prevé lo que va a ocurrir, va a
su casa de Malcocinado, donde recibe un curioso aviso del Teniente de
Su cuñado, el Secretario de
Suárez, en vista de
lo que estaba ocurriendo, se despide emotivamente de su padre, ya no se
volverían a ver más, y sale andando para Jimena de
Cuando peor estaba la
situación la casualidad hizo que se encontrase con Juan Campos Villagrán,
trebujenero y militante socialista, que había sido elegido concejal en las
elecciones municipales del 12 de abril de 1931 y Diputado a Cortes en las
generales del 12 de febrero de 1936, en las que triunfó el Frente Popular.
Ayudados por el Gobernador Civil, que les facilitó un coche, no en muy buenas
condiciones por cierto, salieron de Málaga hacia Madrid, donde llegaron poco
más o menos cuando caía la capital malagueña en poder de italianos y rebeldes,
el fatídico 8 de febrero de 1937, y acto seguido empezaron las ejecuciones
sumarias[13].
En la capital
encontró con los brazos abiertos a Adolfo Vázquez Humaque, Director de Reforma
Agraria, dependiente del Ministerio de Agricultura, y a Ricardo Zabalza,
Secretario de
Finalmente terminó en
el puerto de Alicante en marzo de 1939, junto con más de quince mil personas,
anhelantes todas por vislumbrar un hueco en los barcos que se oía decir
vendrían a rescatarles. Anhelos vanos. Allí quedaron sin saber muy bien qué es lo que les podría
pasar o que harían con ellos. Al atardecer del día 30 –un día gris de
llovizna- entraban las tropas italianas, al mando de Gambara, en columna de
camiones que serpenteaba junto al mar. Iban cantando
José, con su sobrino Paco Estudillo que le
acompañaba, tuvo que seguir la ruta de los ya presos de los vencedores de la
contienda: La guerra había terminado. Del puerto fueron a dormir a una vaguada,
que Suárez la bautizó como el Hotel de la luna, después al Campo de
los almendros, más tarde a Campo chico y por último a Porta Coeli,
Ha comenzado para él lo más negro de su existencia, vejaciones, humillaciones, y un maltrato que le
acompañarán buena parte del resto de su
vida. Tiene 46 años y, ya era hora,
recupera a su familia.
A partir de aquí su
vida se reduce a sufrir las consecuencias de la posguerra, muy dura para todo
el pueblo español y con especial virulencia para los perdedores, como es el
caso de José Suárez.
Abandona Casas
Viejas, monta un negocio en Los Barrios y termina en Sevilla, donde tampoco
encuentra su sitio. Su primogénito, Curro,
queda en Sevilla. El segundo, Antonio, hace la mili en Madrid, le destinan a
Valladolid y allí encuentra a su Isabel, crean su familia y allí murió hace
pocos años. Los otros dos hijos emigran a Alemania uno, Pepe, y a Suiza otro,
Luis, el único que aún vive allí.
José
Suárez Orellana, un hombre bueno.
La muerte de su esposa Maria Luisa, la marcha de sus hijos, los años
que se le van echando encima, y la larga persistencia de la dictadura, van
minando su espíritu animoso y su esperanza de un cambio hacia la ansiada
democracia. La llegada de esta, sin atisbos de la República soñada, le llevan a
reflexionar: Todo el que ha vivido sabe
que el desengaño es uno de los grandes valores de la vida. El desengaño causa
heridas incurables.
Cansado, inmerso en su soledad que solo aliviaron
los más allegados como su sobrina María Luisa, hija de su cuñado Curro, el que no huyó con él en 1936 porque no había tomado parte en cosa alguna
que pudiera molestar a nadie, y fue asesinado en agosto de ese año, a los
93 años José Suárez murió en Sevilla, dejándonos un ejemplo impagable de su
compromiso con los demás[15].
[1] Diario de Cádiz, 11 de mayo de 1986
[2] Traducción de Enrique Torner Montoya, Diputación Provincial de Cádiz, 1994. Hay reediciones de 1999 y 2006.
[3] Equivalentes a
[4] En la cuenta de árboles faltan cuatro, de los que nada se dice en la inscripción registral.
[5] Historia del cine. Desde los orígenes hasta 1941,
Georges Sadoul, tomo I, Nueva Visión, Buenos Aires, 1960.
[6] Juan Eduardo Zúñiga en conversación con Antonio Ferres en Una generación olvidada, Babelia-El País, 2.11.2002.
[7] Libro citado p. 146.
[8] Reforma agraria, Juan Lamo de Espinosa, en GER,
tomo 19, Rialp, Madrid, 1974.
[9] Libro citado, p. 255.
[10] Viaje a la aldea del crimen, Vosa, segunda
edición, Madrid, 2000. La primera publicación se hizo en 1934.
[11] Pablo Gil Casado, La novela social española
(1920-1971), segunda edición, corregida y aumentada, Seix Barral,
Barcelona, 1975.
[12] Los históricos sucesos de Casas Viejas y los responsables directos de aquella barbarie, escrito dirigido a Fernando Rivas, en contestación a su La verdad de Casas Viejas, impreso sin ninguna otra referencia.
[13]
[14] Juventud (Salve oh pueblo de Héroes...).. Libro citado de Tuñón de Lara, p. 834
[15] Las cursivas sin anotar pertenecen a la Memorias inéditas de José Suárez
Orellana.
(c) Marzo del 2002. Todos los derechos reservados