JOSÉ SUÁREZ ORELLANA

¿UN HOMBRE OLVIDADO?

 

Eduardo Ángel Ruiz Butrón

 

Estos no me mataron porque puse tierras por medio, pero sí tuve que sufrir penalidades y humillaciones y toda clase de vejaciones sin haber cometido más delito que el no pensar como ellos, y una vez puestos en mi lugar juzguen si tengo razón para estar dolorido. José Suárez, Memorias.

           

            Hace ya varios años, han pasado los veintidós, se están tratando de publicar las Memorias que este hombre, José Suárez Orellana, dejó escritas, unas hojas a mano y otras a máquina, según llegaron a mi poder, antes de morir en Sevilla el 28 de abril de 1986.

Cuando más cerca se estuvo de que vieran la luz fue unos cuantos años antes, según publicó el Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Cádiz, Alberto Ramos Santana[1]: Años antes de conocerlo había leído un ejemplar de sus Memorias y me había sentido atraído por el personaje. Posteriormente conversamos y mi admiración creció. Me pidió que releyera y revisara sus manuscritos con vistas a su publicación, cosa que hice gustoso. Desde entonces ha transcurrido demasiado tiempo. Las Memorias se encuentran en la imprenta y tardan en exceso en ver la luz. Tanto que José Suárez, que mantenía su última ilusión en SU LIBRO, se ha ido sin verlo. Y con esa angustia quedó.

            Pasó el tiempo y por una u otras razones no salieron de la imprenta. Ha habido otras intentonas, pero algún mal de ojo anda por ahí perdido, que ha impedido se cumpla el deseo de José Suárez y de cuantos le conocieron bien, le quisieron y admiraron.

            El mal fario persigue a este hombre bueno, trabajador, socialista por naturaleza, republicano convencido y anticlerical confeso. Ha sorprendido que en la XVI Semana de Medina Sidonia, dedicada como se sabe a La II República Española, celebrada en abril de 2006, con atención inusitada de público respecto a Semanas anteriores, el nombre, el trabajo y la trayectoria de Suárez, hayan pasado casi desapercibidos. Las intervenciones en los diferentes actos se refirieron más a la II República en sus aspectos generales en España, que a los particulares de Medina Sidonia. Solamente trataron este asunto el Profesor Caro Cancela de pasada, y con mayor profundidad el también Doctor en Historia, Fernando Sigler Silvera, en su muy interesante conferencia La Reforma Agraria de la II República en Medina Sidonia: el caso de Malcocinado.

            Y curiosamente, la Exposición en Homenaje a los 40 Colonos instalados en Malcocinado con la Reforma Agraria en 1934, abierta al público el domingo 23 de abril en el Granero del Común de Malcocinado, con un buen número de fotografías, no presentó ni una sola de José Suárez, organizador primero y responsable después de esta colectivización en Medina Sidonia, pese a los esfuerzos de María José Ladrón de Guevara que hizo lo indecible para conseguir al menos una.

            ¿Por qué este comportamiento con quien hizo todo lo posible para que campesinos y jornaleros de Medina Sidonia y de su aldea de Casas Viejas, así como de otros lugares de la provincia, pudiesen mejorar su estatus y alcanzar tierra y trabajo para salir de la miseria? 

            No es el momento ni la ocasión para ocuparnos del olvido que persigue a este buen hombre. Sería deseable que de ello se ocupase alguien cercano al personaje y a la tierra, antes de que tenga que venir algún hispanista extranjero a sacarnos las castañas del fuego. Ya lo hizo Jerome R. Mintz, Catedrático de Antropología de la Universidad de Indiana (USA), en su excelente libro Los anarquistas de Casas Viejas[2], gracias al cual se puede conocer la realidad de José Suárez, con más información incluso que la que se obtiene de sus Memorias.

            Ese trabajo completo sigue pendiente, pero podemos y debemos seguir avanzando en el  conocimiento de este hombre, porque su vida refleja en gran medida los avatares de las sociedades andaluza y española durante el siglo pasado, tan cercano y a veces tan desconocido. Actualmente se habla, se vive y se escribe mucho de lo que ha venido en llamarse memoria histórica, que  no es sino sacar a la luz lo que durante años y años ha sido escondido, negado y olvidado, la verdad de la historia, tan reacia a imponerse cuando unos mandan y otros obedecen, cuando existen vencedores y vencidos. Y, como pasa siempre en esta España  pendular, estamos asistiendo a un enfrentamiento dialéctico que no hace sino lograr reacciones contrapuestas y crear una crispación inútil, porque desmiente y pone en solfa la convivencia social.

 

Las Algámitas

            Este lugar en pleno Parque Natural de Los Alcornocales era una finca espléndida, perteneciente al caudal de propios de Medina Sidonia, por las Leyes de 1 de mayo de 1855 [Ley de Desamortización General] y 11 de julio de 1856, que permitieron al Estado la incautación de la finca para enajenarla, como así se hizo.

            A lo largo del tiempo se ha ido empequeñeciendo por particiones testamentarias y ya no es lo que fue. Entonces limitaba al norte con la finca Zapatero y con la linde entre los términos de Medina Sidonia y Alcalá de los Gazules, al este con el término de Los Barrios, al sur con la finca El Cuervo y el término de Los Barrios, y al oeste con terrenos de Manuel Sánchez y Baltasar Hidalgo.

            Su superficie era de 1.393 fanegas[3] de arbolado, pasto y labor, que contenía 4.874 árboles, de los cuales: 3.973 chaparros (alcornoques) con algunos de almácigas (lentisco); 1.077 quejigos (encinas de bellotas), también con  algunas almácigas de la misma especie[4].

          

José Suárez, soldado de cuota en 1914.

 

Las Algámitas salió a subasta en 1874 por 9.215 ptas. siendo rematada por el mejor postor por 60.035 ptas., Francisco Suárez Márquez, natural de Algeciras, propietario y vecino de Casas Viejas. Por aquel entonces debería ser mucho dinero, por lo que se acuerda pagar en diez años, abonando en el momento de la escritura tres plazos por un total de 18.010,50 ptas, y los siete restantes en anualidades de 6.003,50 ptas. entre 1875 y 1881. Estas cifras pueden parecer ridículas a estas alturas. y si las trasladamos a la moneda actual más todavía, el precio total equivaldría a 360,82 euros y cada plazo anual a 36,08.

            El nuevo propietario se trasladó a su finca con su familia, su esposa Rafaela Mateos Macías, natural de Medina Sidonia, y seis hijos. Se dedicó a la tierra y al ganado, trabajando con sus hijos y algunos campesinos, viviendo a lo que parece con holgura pero sin fortuna, salvo su patrimonio y el fruto del trabajo propio, familiar y por el de las personas que tenía por su cuenta. La vida no era fácil para esa comunidad. Suárez escribe que en Las Algámitas: no había ni luz eléctrica, ni libros, ni prensa, ni ningún signo de civilización. Los transportes se hacían en caballerías.

            Entre los problemas que sufrían no era el menor la falta de instrucción. Los maestros, por lo poco que cobraban, no se aventuraban a trasladarse hasta allí, y los padres no estaban en condiciones de enseñar a sus hijos. En alguna ocasión echaron mano de algún obrero de la dehesa para que se ocupase de la enseñanza de los casi veinte niños y muchachos en edad de aprender, pero el pobre necesitaba que le enseñaran a él.

            José Suárez, nieto del propietario de la finca, nació en 1893 en Alcalá de los Gazules, donde tenía algunos familiares, por algún motivo especial ya que todos solían nacer en Las Algámitas. Sus padres, Francisco nació en Casas Viejas, y Francisca Petra en Montejaque, provincia de Málaga, casaron y vivieron hasta la muerte de él en la dehesa.

 Montejaque, donde nació la madre, era y es un encantador lugar cerca de Ronda, que también fue cuna del Comandante Abril, Bernabé López Calle, muerto por la Guardia Civil en Medina Sidonia el último día de 1949, delatado por el asidonense de su maquis Largo Mayo, a cambio de su perdón. Bernabé, tras una activa trayectoria como militar y guardia civil, en la guerra alcanzó el grado de Mayor de Infantería, equivalente a comandante, se tiró al monte para continuar la lucha en la guerrilla al término de la contienda.

José trabajó duro en el campo, donde estuvo hasta los treinta y siete años, trasladándose a Casas Viejas en 1930, con su esposa María Luisa Pérez-Blanco Vargas, nacida en la aldea en 1901, con la que se casó en 1921, y sus tres primeros hijos nacidos en Las Algámitas. El cuarto lo hizo en 1935 en Casas Viejas.

            El tiempo transcurrido en  la finca, con todos sus problemas de distancia, de carencias y de trabajo, tuvo otras compensaciones, resultaba una pequeña colonia, donde reinaba la paz y la tranquilidad, donde todos vivíamos contentos y felices. Pero además le supuso un profundo conocimiento de la realidad social del campesinado, del trabajo, de la pobreza, de la incultura, de la convivencia y del atraso que se sufría en aquellas condiciones de vida.

Confiesa que cuando tenía quince años no había visto ni automóviles, ni aeroplanos, ni teatros, ni cines, ni iglesias, ni curas, ni militares, ni ningún signo de civilización moderna. Su primera salida fuera del entorno fue en 1908 a la edad de quince años: me llevó mi padre a Algeciras y vimos el primer cine mudo, y quedamos maravillados de aquel adelanto conseguido. Sin ninguna referencia debemos imaginar que este viaje, del que no hace más mención, sería en el mes de junio coincidiendo con la Feria algecireña. El cine por aquella época carecía de locales permanentes, era un negocio de barraca de feria. El feriante ambulatorio por definición, podía contentarse para sus programas con mil o dos mil metros de película, de los cuales era propietario[5]. ¿Qué imágenes vería?, imposible saberlo, es muy probable que viese las primeras que formaron bloques y se vieron por todas las ferias españolas, maravillando a públicos sin más horizonte que lo que tenían ante sus ojos.

 

Francisco Suárez Mateos en las Algámitas, leyendo Nuevo Mundo. Crónica General de la  Semana y El Imparcial el lunes 2 de octubre de 1911.

 

 

En ese ambiente tan cerrado solamente llega a alcanzar un conocimiento de la existencia de la injusticia social que imperaba en su estrecha realidad y empieza a percibir algo más allá de su mundo. En una fotografía de 1911 se ve a su padre sentado ante un velador con dos periódicos: Nuevo Mundo, revista gráfica con el subtítulo de Crónica General de la Semana, y El Imparcial. Este último se inició para un lector burgués y bienpensante, haciéndose con el paso del tiempo más abierto y progresista, hasta llegar a ser en los años treinta del siglo pasado un periódico de izquierdas[6]. El Imparcial y más tarde El Sol fueron tribunas de uno de los filósofos más importantes del pasado siglo en España, José Ortega y Gasset.

 

A los dieciocho años tuvo su primera novia en Alcalá de los Gazules y salió escaldado, por lo que varió su ruta y su destino hacia Casas Viejas, donde entroncó con la familia Pérez-Blanco, comerciantes y propietarios con posibles. Antonio Pérez-Blanco Vargas era un hombre de izquierdas, muy abierto, quiso ser actor y dedicarse al teatro, quería ir a conquistar el mundo, pero muy influenciado por su hermano Juan, claramente de derechas, vio frustrados sus proyectos de futuro. Antonio entabló amistad con José Suárez y le abrió el camino hacia una militancia socialista que comenzó por su inscripción en la Unión General de Trabajadores.

Esta amistad, además de orientarle ideológicamente le llevó al altar con una hermana de Antonio y de Juan, María Luisa, que más tarde sería la Tata o Tatona, una mujer encantadora, muy guapa y muy tranquila. Casaron en 1921 en Casas Viejas, ella con veinte años y él con veintisiete. Nueve años permanecieron en Las Algámitas, tuvieron sus tres primeros hijos, y en 1930 se trasladaron a vivir en Casa Viejas, donde nació su cuarto y último hijo.

 Su medio de vida tenía que estar relacionado con lo único que había aprendido desde que tuvo uso de razón. Arrendó una pequeña huerta al marqués de Negrón, que vivía en Medina Sidonia, y ésta me daba lo suficiente para vivir modestamente. En su relato describe pormenorizadamente la penosa situación en la que se encontraba la aldea asidonense, olvidada de su municipio y del mundo, en unas condiciones de vida míseras, sin que nadie moviese un dedo para mitigar la situación límite en que se encontraba, no peor que otras muchas poblaciones de Andalucía en general y de la provincia gaditana en particular.

Y en esto llega la República, cuyo advenimiento llenó de alegría y de esperanza a España primero, y después a estos pueblos irredentos, angustiados y desesperados. El 14 de abril de 1931 termina lo que podríamos considerar la primera parte de una vida a la que todavía le quedaban unos cincuenta y cinco años de existencia.

1 de abril de 1921, José y Maria Luisa

matrimonian en Casas Viejas.

 

 

Casas Viejas

            La vida política de José Suárez empieza a desarrollarse de una forma activa al llegar en 1930 a Casa Viejas para quedarse a vivir allí, abandonando Las Algámitas, donde quedan sus padres rodeados de otros familiares. Tiene un mayor contacto con Medina Sidonia y Cádiz y entra a formar parte del grupo socialista de la provincia, organizando el partido en la aldea, llegando a ser su dirigente. Mintz reproduce unas palabras de Suárez: ... los socialistas tenían entre treinta y cuarenta miembros. Los organicé y me convertí en su presidente. Teníamos los hombres más instruidos e inteligentes del pueblo[7].

Su militancia se manifiesta en la ayuda y colaboración en la acción social y en ningún momento tiene relación con los grupos anarquistas, no los entiende, o si lo intenta los justifica en la pobreza, el analfabetismo y la incultura en la que vivían. Éstos dice que estaban afiliados a la C.N.T, a la F.A.I y a Comunistas Libertarios, y esos tres títulos recaen sobre uno solo y así parecían trescientos, y por tanto una misma directiva servía para todos. Nunca se entendió con ellos, lo que le provocó algunos enfrentamientos en Casa Viejas, durante la República y a lo largo de la guerra civil en otros lugares de España

Escribe en algún periódico como el Pueblo, publicación socialista gaditana, sobre aspectos de injusticia social, especialmente el paro obrero, como apuntó el profesor Ramos Santana en el artículo citado. La falta de instrucción en la infancia y juventud, que tanto le preocupó a lo largo de su vida, pudo paliarla con la lectura de toda clase de libros, no solo de contenido político sino de literatura, historia, ciencia y un largo etcétera. Ningún tema le pareció nunca baladí.

En 1931 entra a forma parte del gobierno provisional el 14 de abril en el Ayuntamiento de Medina Sidonia como concejal, siendo elegido democráticamente en las elecciones del 31 de mayo siguiente. Y, como Alcalde Pedáneo de Casas Viejas, aquí empieza su labor más efectiva promovida por sus inquietudes cívicas y  las peticiones de ayuda de cuantos confían en él, que a medida que pasa el tiempo van incrementando su número. Pero no todo es orégano, el enfrentamiento de los anarquistas con los socialistas, incluso en una comunidad reducida, provoca que muchos proyectos y no pocas realidades se frustren por no fiarse aquellos de éstos.

Por razones no muy claras, o no muy bien explicadas por Suárez, éste deja la alcaldía pedánea en 1932, aduciendo cuestiones personales y familiares, a las que habría que añadir su disgusto por cómo se llevaban las cuestiones municipales en Medina Sidonia respecto a Casas Viejas. Fue sustituido por el zapatero Juan Bascuñana.

            La Reforma Agraria, el gran campo de batalla de los poderosos, de los grandes y ricos propietarios, contra los pobres y menesterosos, contra los que carecían de todo y vivían sin vivir, en unas condiciones que, vistas desde los albores del siglo XXI, más se asemejan a un relato de ciencia-ficción de otros mundos que a una realidad, se deseaba como la solución final a todos los problemas. Pero no fue la panacea. La ley de reforma agraria había sido una aspiración popular en busca de unas medidas que regulasen las desigualdades de la propiedad de la tierra advenidas poco menos que por la gracia de Dios. Desde Carlos III (1759-1788) hubo muchos intentos pero pocas o nulas realidades.

            Por fin llegó en 1932 la Ley de Reforma Agraria que se caracteriza, según Malefakis, por su complejidad y desigualad[8]. El grave error del legislador fue que la ley afectó a muchos de los que no necesitaban ninguna reforma, como eran los pequeños y medianos agricultores del Centro y Norte de España. En el  Sur, la de los grandes latifundios, no hubo financiación suficiente para las expropiaciones y no se aplicó con rigor suficiente. Fiel testigo fue José Suárez, uno de los principales organizadores de las colectivizaciones agrarias de la provincia de Cádiz.

            Desde la llegada de la República el Gobierno de España estuvo preocupado por aminorar la situación de injusticia social en la que se encontraba tradicionalmente el pueblo soberano, desde la llegada de la democracia, no entendida ésta por quienes ostentaban orgullosos el poder, la fuerza y la riqueza. Los antecedentes de la tan ansiada reforma agraria fueron la Leyes aprobadas en 1931, de Términos Municipales el 24 de abril, la de Laboreo Forzoso de 7 de mayo, y la de Jurados Mixtos Agrarios de 27 de noviembre. Estos últimos como Jurados Mixtos de Trabajo Rural se habían establecido en un decreto anterior, convertido en ley junto con otros el 9 de septiembre de ese mismo año.

            José Suárez intervino activamente no en la propia legislación, pero sí en su cumplimiento y puesta en vigor. Cuenta en su Memorias un buen número de situaciones, algunas al límite, que le provocaron no pocos dolores de cabeza, y no solo por los que más se opusieron a esas leyes porque se sentían perjudicados en sus propios intereses sino por algunos de los que eran beneficiarios natos.

Pero entre 1932 y la puesta en marcha de la primera colectivización, la de Malcocinado, ocurrieron los Sucesos (así, con mayúsculas) de Casas Viejas, de los que todavía se hacen eco las comunidades más sacrificadas, especialmente en América.

 

Los Sucesos

            El 10 de enero de 1933 se preparó el levantamiento de los sin tierra en Casas Viejas, la insurrección la llama Jerome R. Mintz. No se había previsto, pero en el ambiente se respiraba que algo explosivo se estaba preparando, y en la mañana del 11 estalló. Los dos primeros que cayeron fueron el sargento y un número de la Guardia Civil. Lo demás ya se sabe.

Los Sucesos de Casas Viejas han sido estudiados, analizados, y supervisados por cuantos han tenido la curiosidad de acercarse a la violenta respuesta de un loco y más como el capitán Rojas. Pero de todos creo sinceramente que el profesor yanqui  Mintz ha sido el que mejor ha expuesto lo que pasó y cómo ocurrió, no en balde tuvo la fortuna de que los mismos campesinos, los protagonistas que quedaron vivos, de Casas Viejas le contaran lo que nunca antes se atrevieron a decir.

José Suárez  encara lo ocurrido en ese mes de enero y lamenta que los informadores lo único que trataban era buscar el desprestigio de la República, y de ahí que la verdad lo fuera a medias. No pude comprobar que algún informador tratara de averiguar las causas de aquellos sucesos. Porque todo lo que sucede tiene una causa y esto nadie trata de averiguarlo.  Sin justificar la violencia mortal se inclina por comprender la desesperación de esos hombres que nada tenían y nada podían perder.

Pero los anarquistas la tenían con los socialistas. Suárez y su familia lo pasaron mal, tuvieron miedo y se salvaron porque el objetivo final no eran ellos. Vivían enfrente uno de otro Suárez y su cuñado Francisco Fernández Guerra de la Vega, casados ambos con dos hermanas María Luisa Pérez Blanco Vargas el primero, y María de los Ángeles el segundo, siendo éste Secretario de la UGT. Advirtiendo el peligro que se les venía encima, Francisco, Curro, cruzó la calle con su mujer e hija Maria Luisa con un año de edad y se encerraron en casa de Suárez con su mujer y sus tres hijos. Avisados que iban a por ellos, taparon las ventanas con los colchones y apilaron sacos en las puertas. Así pasaron las horas, sin salir de la casa, esperando el desenlace.

Cuando todo hubo terminado la Guardia Civil sacó de la casa a los dos cuñados y les hicieron acarrear a los muertos al cementerio. Los de Asalto al parecer descansaban del trabajo realizado, o bebían vino en el bar con los Vela. Los ricos salieron ilesos, lo que no quita para que José Vela, el Tuerto Vela, animara al capitán Rojas: Si usted se va sin darles ejemplo, volverá a pasar lo mismo otra vez, según contó José Suárez a Mintz[9].

El mito de Seisdedos tiene unas connotaciones especiales. Se ha repetido hasta la saciedad que este buen hombre fue el cabecilla del estallido en Casas Viejas y en algunos trabajos aparece como el instigador de los Sucesos. El propio Mintz y algunos de los que se han acercado a buscar a este líder carismático, Francisco Cruz Gutiérrez, se han encontrado con que, además de ser un buen hombre, como casi todos los de la revuelta, tenía en 1933 unos 74 años, edad muy considerable en su tiempo.

Curro Cruz conoció bien a los Suárez, al abuelo, al padre y al propio José. Alguna vez había trabajado para ellos y la familia auxilió cuando pudo a la de Seisdedos. La impresión no puede ser mejor: Este buen hombre –porque así hay que llamarle- era uno de los mejores trabajadores que yo he conocido, y además el más honrado. Y esto no lo digo por adulación, pues tuve tiempo de comprobarlo. Ni Suárez, tan conocedor de la vida en el campo, puede comprender cómo resistió la familia de Seisdedos tantos años sin prácticamente nada.

Este buen hombre viene a verme unos cuantos días antes del célebre movimiento y venía acompañado de un nieto que tendría unos 14 años, y éste lo traía de la mano. Cuando vi aquel cuadro digno de compasión, se me cayó el alma a los pies, y no podía creer que aquel Seisdedos que yo conocí lleno de vigor y salud fuese aquel que tenía delante. Porque él era alto y enjuto y de muy buen humor, porque siempre tenía la risa a flor de labios. Y ahora me encuentro con un hombre deshecho por los años, los sufrimientos y las privaciones por las que había pasado toda su vida. Está completamente hecho una joroba. Para más desgracia casi no veía y a mí no podía reconocerme si no hubiera sido por su nieto.

En este encuentro, lo más asombroso todavía es el que fuera a buscarle para pedirle que intercediese ante el encargado del campo del marqués de Negrón para que le dejara arrancar cepas en una finca de su propiedad que estaba a unos tres kilómetros del pueblo. El asombro de Suárez es grande, tan viejo, tan deteriorado y sin apenas ver y está tratando de encontrar trabajo. ¿Cómo pensaba arrancar las cepas si no debía verlas?: su nieto lo llevaría de la mano y lo acercaría al lentisco y una vez tocado con las manos él haría todo lo demás.

            Cuesta trabajo creer cuanto novela Ramón J. Sender en su Documental de Casas Viejas[10], que tal vez sea el mejor entre los libros del nuevo romanticismo[11]. No parece posible la actividad desarrollada por Curro Cruz, de un lado para otro y disparando, como nos cuenta el escritor, aunque si hubiese podido Seisdedos seguramente hubiese ocurrido tal cual.

            El que fuera Secretario de la Agrupación Local de las Juventudes Libertarias, Pedro Moya Paredes, que tomó parte activa en la organización de aquella desgraciada insurrección[12], en su réplica a Fernando Rivas escribe: ... hace constar que “seisdedos”  (sic) era un destacado miembro del movimiento anárquico, cosa que carece del más mínimo fundamento, ya que se daba la circunstancia de que era totalmente analfabeto, pero eso sí, extremadamente humano y honrado...

            Los Sucesos enseñan que las bolsas de pobreza no son buenas, y no es que la Historia se repita, como sentencian algunos, sino que a coincidencia de circunstancias, resultados similares. Se está comprobando con las recientes revueltas en París y otros lugares de Francia, y las que tienen que venir, como consecuencia de estar consiguiendo un mundo cada vez más rico y otro mucho más pobre y mayor. La justicia distributiva se está convirtiendo en cosa vana y peligrosa.

            Suárez es muy crítico con el movimiento libertario y anarquista, pero no deja de reconocer que sus motivaciones tenían cuantos se lanzaron a la desesperada, con un resultado tan estremecedor. Tras los Sucesos llegó la tan ansiada reforma Agraria, que tampoco resolvió mucho, pero demostró que podía haber soluciones a la angustia de los más desfavorecidos.

 

La Reforma Agraria

            En 1933 se pone en marcha la legislación pertinente para poder hacer realidad lo que tanto había costado aprobar en el Parlamento. El ingeniero responsable del Instituto de Reforma Agraria en Jerez de la Frontera, Ángel Cruz, que no conocía a José Suárez, fue a verle para exponerle que quería organizar una Colectividad que sirviese de modelo a otras que iban a constituirse, y le pedía que se encargase de hacerla, y él me daba carta blanca para hacer todo aquello que creyera conveniente.

Suárez quedó muy honrado, pero a la vez muy extrañado de que se lo hubiese pedido a él precisamente, ¿por qué?. Porque el ingeniero había consultado con muchas personas de ambas (sic) capas sociales, y todos le contestaban que yo era el más indicado para poder llevar adelante lo que se proponía hacer. Y se puso a trabajar.

            Comenzó en busca del modelo por Malcocinado, terreno estatal comprado al marqués de Negrón para instalar una Yeguada Militar, que después de algún tiempo se trasladó a la provincia de Córdoba, alegando que los animales comían hierba mezclada con arena, y les producían trastornos y hasta la muerte. Manolo Mateos, que llegó con 8 años a la Colectivización de Malcocinado en 1934, y vivió allí hasta su muerte con 74 años, el 29 de abril de 2000, no podía contener la risa al contarme lo extraño de aquellos animales, siendo así que desde que se fueron no ha vuelto a ocurrir un caso semejante.

            A trancas y barrancas se pone en marcha la Colectivización de Malcocinado, a pesar de los inconvenientes que pusieron los obreros de la C.N.T., quienes se negaron a cooperar. Quedaron solamente los socialistas que entre los de Casas Viejas y Medina Sidonia no llegaban al número preceptivo para iniciar la cooperativa. A pesar de todo resultó un éxito, no sin atravesar serias dificultades, hasta el punto de que la dirección tuvo que recaer en José Suárez, quien ya tenía otros menesteres. Las causas, además de las provocadas por la condición humana, provenían de la falta de instrucción y formación de los llamados a resolver su futuro con tierra y trabajo.

            El ejemplo de Malcocinado demostró que se podían crear situaciones que fuesen  resolviendo la precariedad del trabajo y animó a que muchos quisieran formar parte de la cooperativa. La siguiente fue muy cerca, en Los Badalejos, terreno de baldío donde vivían un buen número de familias en chozas. A ésta le siguió otra en Pedregosillo, propiedad del duque de Medina Sidonia, con veinte obreros.

            A continuación resolvió Suárez un problema planteado en las fincas de Peñuela y Herradura. Eran también propiedad del duque de Medina Sidonia, quien las tenía arrendadas a José Vela Morales. Joaquín Álvarez de Toledo, XX  duque de Medina Sidonia, vivía en Madrid, pero respondió a la citación del juez y se presentó a la citación, lo que dejó extrañados y perplejos a todos, empezando por el propio juez. Suárez le explicó que tenía arrendadas esas fincas por veinte pesetas y a los subarrendados les cobraban cien, lo cual no parecía muy justo. El asunto se arregló arrendando el duque directamente a los que trabajaban la tierra, respondiendo por ellos el Instituto de Reforma Agraria, si hubiese algún impago.

            Se iniciaron varios proyectos resultando unos positivos y otros no. Hubo cooperativas en Canalejas, en Valcargado, Tahivilla, Almoraima, Picaso y Reguelda, en Jerez y en Espera. Suárez tiene un conocimiento bastante exacto de la realidad de la situación agraria de la provincia de Cádiz, ya que sin ser inspector para las colectivizaciones, es informador privilegiado por el Director del Instituto de Reforma Agraria en Jerez. Visita prácticamente todas o casi todas las fincas en rendimiento. A las citadas hay que sumar Barroso, Carijas, Zarzuela y algunas más.

    

Cárcel de Medina Sidonia que conoció José Suárez.

 

 

No todo funciona como debiera y los problemas que se plantean son de índole diversa, provocados precisamente por aquellos que lógicamente se benefician de unas situaciones nunca soñadas anteriormente, pero el desconocimiento, la incultura y el no saber cómo resolver las dificultades del día a día, dieron al traste en muchas ocasiones con las buenas perspectivas que se presentaron para huir de la miseria. En dos años y medio, de 1934 a 1936, no se pudo hacer mucho más.

            El bienio negro, de septiembre de 1933 a febrero de 1936, vino a deshacer lo que habían organizado los gobiernos anteriores con la Reforma Agraria, pero en los dos años y casi medio que duró la sístole pendular, los doce Gobiernos, los cinco Presidentes y los nueve Ministros de Agricultura, con sus tres interinos en sus ausencias, no pudieron cambiar completamente el sistema.

            En esos años alejado del gobierno municipal y dedicado a los colectivos agrarios, Suárez sufre las primeras venganzas de la clase poderosa, no exenta de colaboración de los anarquistas, que no cesaban de hostigarle. La Guardia Civil lo detiene en Casas Viejas, lo traslada en coche a Medina Sidonia, le pasea por el centro de la ciudad, dándose un espectáculo humillante y lo encierran en la cárcel. Como no había caso tiene que soltarle por orden del juez. Suárez. pese a todo sigue resolviendo los problemas entre obreros y patronos.

            La rebelión contra la República terminó como se sabe, con una guerra civil que, incluso donde no hubo tal, el odio y la venganza pusieron punto final a una experiencia singular para elevar el nivel de un pueblo, dejando a un país partido en dos.

 

La Guerra Civil

            A José Suárez, nuevamente Concejal del Ayuntamiento de Medina Sidonia en las elecciones de febrero de 1936, le pilla la rebelión militar en Sanlúcar de Barrameda, sale para Jerez y se encuentra en la Plaza del Arenal una multitud enardecida y por todas partes se veían carreras, detenciones y palos. Sin querer saber más se dirige a Medina y se presenta en el Ayuntamiento, donde estaban todos reunidos, en compañía de los tenientes de la Guardia Civil y de carabineros. Su sexto sentido le indica que aquello, que estaba muy tranquilo, tenía mal cariz.

            José tiene 43 años, una familia con cuatro hijos varones, el mayor con 14 años y  el pequeño con uno. Sus primeros treinta y siete años transcurrieron con mucha tranquilidad, bastante trabajo, a veces agotador, en el campo, en las Algámitas, pero el balance no puede ser mejor: Allí pasé los días más tranquilos y felices de mi vida, rodeado de seres tan buenos y humanos incapaces de hacer daño a nadie, ni cometer una traición. Todos los actos eran familiares y solo había paz, concordia y alegría.

            Al llegar a Casas Viejas cambia su vida, pierde el calor de la comunidad, y se enfrenta a los problemas de los demás como munícipe, le surgen unos “enemigos”, entre comillas, ideológicamente más a la izquierda que él y con unos problemas de supervivencia que no son los suyos, es testigo amedrentado de los Sucesos y acomete la organización de las colectivizaciones al amparo de la Reforma Agraria. Esto le crea más problemas que satisfacciones, provocados aquellos por los que trataba de ayudar a salir de su situación precaria, y el rechazo total de los propietarios que ven como les vuelan las tierras, pero no la propiedad ni los beneficios.

           

José Suárez con su nieta María Luisa, hija de Antonio, en Sevilla.

 

 

Cuando sale del Ayuntamiento de Medina prevé lo que va a ocurrir, va a su casa de Malcocinado, donde recibe un curioso aviso del Teniente de la Guardia Civil, a través de un municipal, que le alerta de que van a por él.  Se despide de María Luisa y de los chicos y marcha hacia Las Algámitas, escondiéndose en un canuto. Su padre le suministra la comida y las noticias de lo que está ocurriendo. Su casa es destrozada, como la de sus cuñados, y ambas familias, tuvieron que refugiarse en casa de los padres de María Luisa y María de los Ángeles, Antonio Pérez Blanco.

Su cuñado, el Secretario de la U.G.T., Curro Fernández Guerra de la Vega, animado por José estuvo a punto de seguirle, pero se arrepintió. Me dice que él desiste y que se vuelve, ya que a él no le iban a detener porque no había tomado parte en cosa alguna que pudiera molestar a nadie. Fue sacado de su casa, engañando a su familia un verdadero amigo, y asesinado el 25 de agosto de 1936 con 32 años, dejando dos hijas, la mayor, María Luisa con 4 años y María Teresa con 3. Le acompañaron Joselito Ganga, Parrita y el Alcalde de Alcalá de los Gazules.

            Suárez, en vista de lo que estaba ocurriendo, se despide emotivamente de su padre, ya no se volverían a ver más, y sale andando para Jimena de la Frontera, sigue caminando por la vía hasta encontrar un tren que le lleva a Ronda, y al día siguiente marcha a Málaga. Trabajó en la construcción del campo de aviación y en otros menesteres para poder sobrevivir en circunstancias de continua zozobra por los ataques continuos de los rebeldes y de las tropas italianas.

            Cuando peor estaba la situación la casualidad hizo que se encontrase con Juan Campos Villagrán, trebujenero y militante socialista, que había sido elegido concejal en las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 y Diputado a Cortes en las generales del 12 de febrero de 1936, en las que triunfó el Frente Popular. Ayudados por el Gobernador Civil, que les facilitó un coche, no en muy buenas condiciones por cierto, salieron de Málaga hacia Madrid, donde llegaron poco más o menos cuando caía la capital malagueña en poder de italianos y rebeldes, el fatídico 8 de febrero de 1937, y acto seguido empezaron las ejecuciones sumarias[13].

            En la capital encontró con los brazos abiertos a Adolfo Vázquez Humaque, Director de Reforma Agraria, dependiente del Ministerio de Agricultura, y a Ricardo Zabalza, Secretario de la Federación de Trabajadores de la Tierra (FTT), quienes le ofrecieron de inmediato trabajo. Suárez prefirió quedarse en la FTT donde tenía más amigos y conocidos. Se le encargaron de 1937 a 1939 sucesivos trabajos, todos relacionados con lo que más conocía, el campo. Así se encargó de los suministros al Ejército y el abastecimiento de la población de Madrid, recorriendo muchos lugares cercanos a la contienda. Su labor fue admirable, meritoria y de un gran valor.

            Finalmente terminó en el puerto de Alicante en marzo de 1939, junto con más de quince mil personas, anhelantes todas por vislumbrar un hueco en los barcos que se oía decir vendrían a rescatarles. Anhelos vanos. Allí quedaron  sin saber muy bien qué es lo que les podría pasar o que harían con ellos. Al atardecer del día 30 –un día gris de llovizna- entraban las tropas italianas, al mando de Gambara, en columna de camiones que serpenteaba junto al mar. Iban cantando la Giovinezza (Salve o popole d’Eros ...)[14].

José, con su sobrino Paco Estudillo que le acompañaba, tuvo que seguir la ruta de los ya presos de los vencedores de la contienda: La guerra había terminado. Del puerto fueron a dormir a una vaguada, que Suárez la bautizó como el Hotel de la luna, después al Campo de los almendros, más tarde a Campo chico y por último a Porta Coeli, Ha comenzado para él lo más negro de su existencia, vejaciones,  humillaciones, y un maltrato que le acompañarán buena parte del resto de  su vida. Tiene 46 años y, ya era hora,  recupera a su familia.

            A partir de aquí su vida se reduce a sufrir las consecuencias de la posguerra, muy dura para todo el pueblo español y con especial virulencia para los perdedores, como es el caso de José Suárez.

            Abandona Casas Viejas, monta un negocio en Los Barrios y termina en Sevilla, donde tampoco encuentra su sitio. Su primogénito, Curro, queda en Sevilla. El segundo, Antonio, hace la mili en Madrid, le destinan a Valladolid y allí encuentra a su Isabel, crean su familia y allí murió hace pocos años. Los otros dos hijos emigran a Alemania uno, Pepe, y a Suiza otro, Luis, el único que aún vive allí.

       

José Suárez Orellana, un hombre bueno.

 

 

La muerte de su esposa Maria Luisa, la marcha de sus hijos, los años que se le van echando encima, y la larga persistencia de la dictadura, van minando su espíritu animoso y su esperanza de un cambio hacia la ansiada democracia. La llegada de esta, sin atisbos de la República soñada, le llevan a reflexionar: Todo el que ha vivido sabe que el desengaño es uno de los grandes valores de la vida. El desengaño causa heridas incurables.           

Cansado, inmerso en su soledad que solo aliviaron los más allegados como su sobrina María Luisa, hija de su cuñado Curro, el que no huyó con él en 1936 porque no había tomado parte en cosa alguna que pudiera molestar a nadie, y fue asesinado en agosto de ese año, a los 93 años José Suárez murió en Sevilla, dejándonos un ejemplo impagable de su compromiso con los demás[15].



[1] Diario de Cádiz, 11 de mayo de 1986

[2] Traducción de Enrique Torner Montoya, Diputación Provincial de Cádiz, 1994. Hay reediciones de 1999 y 2006.

[3] Equivalentes a 897 hectáreas, 3 áreas y 26 centiáreas.

[4] En la cuenta de árboles faltan cuatro, de los que nada se dice en la inscripción registral.

[5] Historia del cine. Desde los orígenes hasta 1941, Georges Sadoul, tomo I, Nueva Visión, Buenos Aires, 1960.

[6] Juan Eduardo Zúñiga en conversación con Antonio Ferres en Una generación olvidada, Babelia-El País, 2.11.2002.

[7] Libro citado p. 146.

[8] Reforma agraria, Juan Lamo de Espinosa, en GER, tomo 19, Rialp, Madrid, 1974.

[9] Libro citado, p. 255.

[10] Viaje a la aldea del crimen, Vosa, segunda edición, Madrid, 2000. La primera publicación se hizo en 1934.

[11] Pablo Gil Casado, La novela social española (1920-1971), segunda edición, corregida y aumentada, Seix Barral, Barcelona, 1975.

[12] Los históricos sucesos de Casas Viejas y los responsables directos de aquella barbarie, escrito dirigido a Fernando Rivas, en contestación a su La verdad de Casas Viejas, impreso sin ninguna otra referencia.

[13] La España del siglo XX, volumen III, p. 649, Manuel Tuñón de Lara, Akal, Madrid, 2000.

[14] Juventud (Salve oh pueblo de Héroes...).. Libro citado de Tuñón de Lara, p. 834

[15] Las cursivas sin anotar pertenecen a la Memorias inéditas de José Suárez Orellana.

 


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