EL EPÍGONO BIZANTINO DE MEDINA SIDONIA

Bartolomé Luna Moreno / Pedro Estudillo Ruiz

Con estos artículos no se ha pretendido en ningún momento aportar un análisis más sobre el origen y la naturaleza del asentamiento antrópico o la evolución del mismo en nuestra ciudad, sino más bien una propuesta de análisis de un período ciertamente poco tratado por las investigaciones tanto locales como nacionales.

Nuestros artículos serán, sobre todo, una antología de ideas y textos lo más elocuentes posibles que ayude a los lectores a concebir imágenes y elementos del “epígono romano de Bizancio” en la Península Ibérica que, en el caso de Medina, se localiza cronológicamente entre los años 552 y 571. Pero, a pesar de su brevedad, el espacio cronológico de que nos ocuparemos es suficientemente amplio para desarrollar numerosas ideas al respecto.

Continuatio Spiriti Romae: Medina Sidonia, “el último reducto” del Imperio Romano de Occidente.

Bartolomé Luna Moreno.

Cualquier libro de texto al uso nos indicará que el Imperio Romano de Occidente finalizó en el año 476 de nuestra era cuando Rómulo Augústulo fue depuesto por Odoacro, quien envió las insignias imperiales a Constantinopla. A pesar de todo si azuzamos la mente de alguno de esos historiadores geniales como es el caso de Michel Rouche (perteneciente a la Escuela de los Anales, y por ende miembro de un importante sector de la investigación que revolucionó los estudios históricos a partir de la década de los 60) nos dará como resultado el 496 d.n.e. cuando Clodoveo recibe el bautismo, a la vez que, las insignias del cónsul de Roma (ahora Bizancio), reconociendo un carácter patricio y, por tanto, romano a un “bárbaro”.

Es decir, el final del Imperio Romano de Occidente queda enmarcado, de una u otra forma, en el último tercio del siglo V. Nosotros pretendemos llegar más lejos, y advertir que el Imperio Romano de Occidente (de facto) no desaparece, por lo menos, hasta fines del siglo VI, concretamente hasta la caída de las grandes ciudades de la antigua provincia romana denominada Baetica, llamada en última instancia por los bizantinos como Spania. Hablamos de grandes ciudades como fueron Corduba, Malaca, Tucci, Iliberris o Assido Caessarina.

Es obvio, que sería una pretensión irrelevante que no marcásemos el fin de iure del Imperio Romano de Occidente en el 476 d.n.e. cuando son entregadas las insignias imperiales al Imperio Romano de Oriente que perduraría hasta el año 1453 d.n.e. . Y es que nuestro trabajo se centrará precisamente en la cuestión anterior (en la cuestión de facto) y no en esta última (en la de iure).

Nuestra propuesta, por tanto, gira en torno a lo que podríamos denominar como el “epígono romano de Bizancio” en la Península Ibérica. Pero nos gusta más la acepción de “Continuatio Spiriti Romae”, es decir, no hay hiatus o “cortes” de la Historia donde podamos decir ayer fue romano y mañana será visigodo, en todo caso obedecería a un proceso evolutivo, lento y continuado. Y eso lo advertimos a través del mantenimiento o evolución de “las estructuras” creadas por cada sociedad, que más adelante estudiaremos.

Habríamos de empezar diciendo que los denominados “pueblos bárbaros” (véanse suevos, alanos y vándalos en el caso de la Península Ibérica) entran en el año 409, repartiéndose el suelo peninsular hacia el 411, pero tengamos en cuenta que los vándalos silingos habían desaparecido de la Baetica hacia el 418, según nuestra fuente principal la Notitia Dignitatum (cuyo término ante quem es el año 425). Es decir, en el caso de la Bética la presencia bárbara se redujo a menos de 7 años, tratándose su estancia de unas continuas acciones de saqueo.

Es más, si sacáramos a flote algunos testimonios literarios en los que se nos describe cómo muchos de estos “bárbaros” llegan a adscribirse a pactos con grandes terratenientes hispanorromanos (sobre todo, en la Baetica) que se hallan abastionados de tal modo que la poliorcética “bárbara” de aquellos individuos hacía impenetrables sus castella y sus grandes uillae, nos daríamos cuenta de la leve importancia socio-económica que tuvieron dichas “incursiones bárbaras” en la Baetica.

No debemos quedarnos, por tanto, en las descripciones apocalípticas que nos dieron personajes como Hidacio de Chaves muy influenciado por sus lecturas cristianas. Asimismo, no podemos comparar “las estructuras” existentes en el NO peninsular con las de la Andalucía occidental pues de la comparación destacaríamos que son las regiones menos y más romanizadas de la península, respectivamente.

De ahí, que en la denominada Gallaecia (que era la región de la que tenía conocimiento de causa Hidacio de Chaves, aunque él extrapolase aquellas repercusiones socio-económicas a todo el orbe romano) las élites sociales y políticas de aquel lugar abandonasen a su suerte a sus pobladores ya que “las estructuras” romanas existentes allí eran bastante deficitarias en comparación con las del mediodía y levante peninsular, que se hallaban fuertemente romanizadas.

Asimismo, hallamos testimonios arqueológicos que, si trazamos una línea de cotejo en el caso de Medina Sidonia (entonces Assido Caessarina) con ejemplos como el de Corduba (hoy, Córdoba), nos hacen ver que se caen por su propio peso aseveraciones como las de que a partir del Bajo Imperio (siglo III d.n.e.) la ciudad pierde toda su importancia y todos huyen hacia el campo en busca de la protección de los grandes potentados de la tierra (1).

Tomemos el caso de Corduba porque en el espacio de tiempo en que pretendemos aplicar nuestro estudio es una de las dos cabezas de puente junto a Assido Caessarina en la avanzadilla bizantina en la Península Ibérica. Asimismo poseemos de ella una mayor información arqueológica que en el caso de Medina Sidonia.

Así tenemos que Corduba en los albores de la Tetrarquía conoció una intensa vida económica y social, como se desprende de la uilla palatina que albergaba y que al parecer nada tenía que envidiar en magnificencia arquitectónica a las que por esos días se erigieron en otros puntos del Imperio. Incluso bien pudiera que fuese modelo o prototipo de las aulas palatinas de Tréveris, de las de Galerio en Tesalónica y las de Gamzigrad en Serbia; o del palacio de Diocleciano en Split; o de la basílica de Majencio en la Via Appia; o del palacio imperial de Maximiano en Milán...

Se trataba de una construcción de 400m de trazado longitudinal por más de 200m de anchura máxima, tratándose, pues, de un colosal conjunto emplazado en el sitio de Cercadilla; asimismo, el emplazamiento era el idóneo ya que disfrutaba de un “hinterland” agrícola feraz, encontrándose además cerrado y torreado. Y los diferentes autores que han estudiado dicho yacimiento acuerdan entre sí que debió de tratarse de la residencia temporal y sede administrativa del emperador Maximino durante sus campañas hispanas y africanas de los años 296 a 298 (2).

Y para fines del siglo V el conjunto estaba ya amortizado, habiéndose reconvertido en basílica cristiana, donde se halló también la lápida de Lampadio. Quizá la tradición cristiana posterior identificase este palatium con el escenario de la pasión de san Acisclo, elevando un Martyrium. Recordemos su importancia en el hecho de, que al ser profanado dicho escenario por las huestes leovigildianas que eran de credo arriano, tuvo como consecuencia el levantamiento de la ciudad de Corduba poco después de ser tomada, junto a Assido Caessarina, a principios del año 572.

Lo cual nos viene a indicar que en la zona de la Baetica “las estructuras” propiamente romanas se siguen manteniendo, contrariamente a lo que sucede en otras localizaciones del NO peninsular, por ejemplo, donde se dejan de habitar las ciudades volviendo al hábitat de castros (estructuras propiamente prerromanas), debido a la débil implantación de las formas de vida y organización que extendió Roma por todo el Mediterráneo y por todas sus áreas de influencia (3).

Centrándonos en el tema que nos ocupa diremos que “las estructuras” visigodas se cimentaban en una idea, que nada tiene que ver con la de Roma. Ya que ésta proponía asentarse en una idea de salud pública y de bien común (“res publica”) frente a la aglomeración de intereses privados (“res privata”) que se desgajan de las élites visigodas, conformando así una asociación provisional disuelta o creada en función de la victoria o la derrota.

Así se explica que los visigodos vacilaran a la hora de nombrar sus reyes, llegando, incluso, como es sabido al asesinato y al parricidio. Siendo, también, bastante conocidas las sangrientas guerras civiles que fueron el resultado de semejante reducción del Estado a la condición de un simple patrimonio personal inmueble.

Podría contraludirme algún lector con el argumento de que los visigodos, a pesar de su origen “bárbaro”, estaban fuertemente romanizados, elaborando incluso legislación propia. Pues bien, no es menos cierto que dicha labor jurídica se veía relegada a un carácter oral, haciendo del acto judicial “algo eminentemente personal y subjetivo” en palabras de Michel Rouche (1987: 411).

Es decir, el personalismo de los reyes reforzaba la fragmentación social y le sustraía todo carácter de universalismo a la justicia, punto fundamental para la ley romana que era aplicable a todos los ciudadanos del Imperio. Para muestra el Código de Eurico que es el primer código legal aparecido en la Península Ibérica, obra del jurisconsulto León, que fue promulgado entre 461 y 481. Dicho código era una compilación del derecho visigótico, muy romanizado y adaptado a las nuevas condiciones de vida de los visigodos. Pero regía sólo a la población visigoda, ya que para los hispanorromanos siguió en vigor el derecho romano, estableciéndose por tanto una dualidad jurídica en territorio visigodo; imagínense, pues, el enraizamiento de “las estructuras” romanas en territorio bizantino, en el campo que nos ocupa sería el caso de Medina Sidonia.

A parte de la cuestión jurídica, la relevancia de algunas ciudades en lo que denominamos Antigüedad Tardía ( que abarcaría desde la crisis del siglo III d.n.e. hasta la penetración islámica en la península) se centra en varios factores que, sin duda, potenciaron la vida urbana, siguiendo a G. Ripoll y a I. Vázquez (1991: 108) diremos que por un lado está la Iglesia, con todo lo que ella genera, y por otro lado, el comercio.

En el tema religioso Medina Sidonia tiene especial relevancia ya que hasta la Conquista de estas tierras por las huestes de Alfonso X, residió en ella la sede episcopal; aun manteniéndose de forma marginal en período islámico. Pero sufrió de la arbitrariedad de la política castellana que pensó en alcanzar la costa para así mejor defenderse tanto de lusos como de nazaríes, ya que Medina Sidonia quedaba como línea de frontera (4).

Debido a esta política se trasladó la sede episcopal de Medina Sidonia a otras localidades como Santa María del Puerto (hoy Puerto de Santa María) o Xerez de la Frontera, no ya por miedo al peligro musulmán, sino más bien como aliciente para que llegaran nuevos pobladores a estas tierras. De ahí, que hoy día existan dos cabildos catedralicios en la provincia: “el Gaditano” de Cádiz y “el Sidonense” de Xerez de la Frontera.

Siguiendo nuestra línea argumental, tenemos noticias de la existencia de obispos en tierras de Medina Sidonia desde el año 497 d.n.e., a través de documentos escritos que, estudiados por Jerónimo de la Concepción, los clasifica como cronicones. Aún así es valiosa su aportación documental.

Ello nos hace ver la importancia que tuvo este núcleo urbano que fue Assido Caesarina, y curiosamente como apuntaba G. Ripoll y I. Vázquez ambos factores anteriormente indicados (economía y religión) van la mayor de las veces indisolublemente unidas.

Así encontramos autores cristianos de la Alta Edad Media, por tanto, de fecha muy cercana a la que estudiamos, que refieren que el primer obispo de Assido Caesarina fue un tal san Hicsio, aunque en un principio lo fuese de la vecina ciudad campogibraltareña de Carteya.

Al respecto de esta cuestión encontramos otros paralelismos coetáneos a esta fecha, donde hallamos personajes como san Tesifón que abandona la silla de Vergi para trasladarla a Abdera. Ello nos habla de los cambios que acontecen a partir del siglo III d.n.e. y durante todo el siglo IV y parte del V, donde encontramos que los horizontes económicos varían del litoral hacia el interior.

Así la sede episcopal era más propia de un lugar como Assido Caesarina que se estaba tornando en una ciudad más populosa y, por tanto, más digna y apropiada para albergar una sede episcopal que una zona costero-marítima comprimida por los efectos económicos, que conllevaron a la desaparición de fuertes núcleos industriales del Alto Imperio, cuyo caso más palmario sea la de Baelo Claudia, en la misma provincia de Cádiz.

Para este cambio vectorial en la economía que estoy comentando solo haré mención al artículo de F.J. Lomas Salmonte en la revista Dialoghi di Archeologia 1-2 (1992) p. 154 y ss. Dicho autor en el artículo La relación campo- ciudad y el espacio socioeconómico gaditano en época altoimperial advierte que Gades, según Avieno, era ya un campo de ruinas en el siglo IV aseverando que quizás la causa de ese declive económico habría que situarlo en la transferencia de los negocios y la élite gaditana a Assido Caessarina, siendo ésta el auténtico motor de la economía del entonces “conventus gaditanus”.

Es decir, el despegue socio-económico que sufriría Assido Caesarina desde el siglo III d.n.e. la convierte en una excepción junto a otras ciudades béticas como Corduba ante la crisis que se vive en todo el Imperio Romano. Pero en el caso de la antigua colonia romana que se levantaba otrora en páramos de la actual Medina Sidonia, la hizo convertirse en un auténtico centro de irradiación económico-social y, por tanto, cultural.

Hay que tener en cuenta que ocupaba una privilegiada situación orográfica, levantándose sobre una colina de más de 300m de altitud siendo posible así el control visual de gran parte de la provincia. Igualmente, estaba excelentemente situada entre una vía económica tan importante como era aquella que unía en la Antigüedad a Algeciras (Iulia Traducta) con Sevilla (Hispalis).

Esta magnífica ubicación de Assido Caesarina en esta vía comercial, que era de primer orden en aquellos entonces, ha hecho pensar a más de un historiador (entre ellos, Tuñón de Lara;1981: 331 y 332) la importancia de los denominados en los documentos como “sirii”, que nosotros, los historiadores, maldenominados “población oriental” , que tenían una dedicación eminentemente mercantil, lo cual nos hace pensar la importancia económica y cultural de Medina Sidonia en la Antigüedad; y no reducirla como tradicionalmente se ha venido haciendo a una simple “plaza fortísima” (como apuntan los textos bizantinos): hay que pensar que estos grupos comerciales unidos a los oligárquicos, verdaderos dominadores de la sociedad, tenían importantes ventajas económicas en el gobierno imperial de Justiniano (un comercio más amplio y paz, verdadera urdidora de las bonanzas económicas).

No obstante, la denominada Renovatio Imperii de Justiniano, muy alabada por sus contemporáneos es algo más que aquella idealización que dieron sus apologetas. Particularmente me posiciono en una mentalidad materialista que me hace ver en el gesto conquistador de Belisario, auténtica mano armada de la política justinianea, unos planteamientos puramente económicos que le ayudasen a cimentar su gestión imperial.

Para mí el hecho económico, junto con la misma geopolítica de la ocupación bizantina (control del Estrecho y del Guadalete) son sus únicos argumentos, así que a raíz de este hecho, para ir finalizando, argumentaré que la política bizantina, claramente seguidora de los patrones romanos, basó su conquista en las redes comerciales y urbanas que existían en la Península, no llegando a ocupar territorialmente otras zonas, precisamente por las carencias de “estructuras” tanto sociales como económicas.

Tenemos que caer en la reflexión de que Justiniano “in orientis” no estaba especialmente sobrado de fuerzas tanto económicas como militares, ya que tendríamos que tener en cuenta que vivía con una permanente intranquilidad y, por ende, con una posición relativamente frágil en la capital del Imperio. Recordemos la sedición de Nika en enero de 532 que aunque la más fuerte no fue la única, viéndose su mandato amenazado por los constantes levantamientos hasta el día de su óbito.

Así creemos que la política de Justiniano se focalizaría en la Baetica por ser una tierra extremadamente ubérrima con grandes posibilidades, de una ventajosa fiscalización que pudiese coadyuvar a zanjar los problemas que se vivían en el seno del Imperio (ahora en Bizancio).

Entonces nos queda por preguntarnos por qué habitantes de la Baetica, en nuestro caso de Assido Caesarina, tomarían como buenas las perspectivas bizantinas a pesar de su fuerte fiscalización (5).

La respuesta sería, que el funcionamiento de una gran ciudad como Assido Caesarina sólo sería efectiva desde el mismo momento que fuese administrada por un gran Imperio (6), y no por unos “bárbaros” que a duras penas se iban adaptando a las fórmulas romanas.

Hay que tener en cuenta que el sistema de canalizaciones subterráneas de época romana que posee esta población no es propio de simples ciudades, sino de grandes núcleos urbanos que van más allá de la mera ciudad; que, unido a la impresionante red de calzadas que poseía la ciudad desde época imperial ( siglo I d.n.e. ), se siguió utilizando como nos lo indican las fuentes hasta épocas muy tardías, lo cual evidencia en gran parte la grandeza urbanística de la ciudad, a la vez, que nos indica que “las estructuras” romanas se siguieron manteniendo aún extinguido el Imperio Romano de Occidente, porque la estructura hipodámica y muchas de las funciones urbanas siguieron instaladas en Medina Sidonia, incluso, durante dominación islámica.

Es pues, que mediante este acercamiento que me otorgaron tanto los documentos históricos, ya sean Jorge de Chipre o Juan de Biclaro, como las propias obras históricas percibimos la entidad que tuvo Medina Sidonia, y si futuras publicaciones lo permiten intentaremos arrojar luz nuevamente sobre nuestro pasado común. Creemos que estos dos artículos pueden convertirse en un buen inicio de lo que podría ser un ambicioso proyecto en el que pudiésemos rescatar del olvido un apasionante pasado.

Además nos sentiríamos enormemente congratulados de que estos artículos que avanzamos aquí sobre el mundo bizantino tengan repercusión, a la vez, que sirvan para aquilatar, en un futuro no muy lejano, unos cursos o eventos culturales que pongan de manifiesto la importancia de Bizancio en la Península Ibérica, sobre todo, en Medina Sidonia.

Para finalizar, tan sólo me queda encomendarme a las Parcas, que conformadoras del destino, son las que han hilado (Átropo), enrollado (Cloto), y finalmente cortado (Láquesis) mis líneas sobre la Historia bizantina en Medina Sidonia; como inapelable que es el designio de las Parcas tan sólo me queda decir (“la vida es así”).


Notas:

(1) J. Rich, The city in Late Antiquity; London (1922). A.Adershot, Towns in transition: urban evolution in Late Antiquity; London (1996).

(2) R. Hidalgo y P. Marfil, El yacimiento arqueológico de Cercadilla: avance de resultados en Anales de Arqueología cordobesa 3 (1992); p. 277 y ss. A.Ventura, "Sobre la cronología e interpretación del 'palatium' de Cercadilla en Corduba", en Chiron 24 (1994); página 222 y siguientes

(3) F. J. Lomas Salmonte, "Asturias prerromana y altoimperial", en Biblioteca Asturiana 20 (Gijón, 1989).

(4) Para adentrarse de forma somera en esta disyuntiva bajomedieval de la sede episcopal asidonense, creó acertado recomendar la obra de Francisco Martínez Delgado: Historia de la Ciudad de Medina Sidonia . A partir de la página 60 hace referencias históricas a este asunto. Si se desea profundizar más aconsejo la lectura de Discurso histórico-legal de José Muñoz Roso, que como canónigo y vicario que fue tuvo una información pormenorizada del tema en cuestión.

(5) Saco a colación la siguiente afirmación: “la política de Justiniano no gustaba a nadie. Apoyándose en su prefecto del Pretorio intentaba reformar la administración bizantina...con una fiscalización excesiva”, extraída del libro de M. Kaplan et alii en El Cercano Oriente Medieval.

(6) N. Svoronos en "Études sur l´organisation intérieure, la societé et l´économie de l´empire Byzantin"; en Variorum Reprints (París, 1973).


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