Pincha en las imágenes para ver una versión ampliada

Diego Butrón y Cortés

Juan Luis Barroso Mendoza

El 5 de noviembre de 1773 obtiene carta orden de Guardia Marina Diego Butrón y Cortés, después de haber presentado la documentación necesaria1. Así comienza sus estudios en el departamento de San Fernando2 el joven aspirante a oficial de marina procedente de una población muy cercana, Medina Sidonia.

En el año 1776, las colonias británicas de Norteamérica declararon su independencia de la metrópoli. Francia y España dudan, en un principio, sobre la conveniencia de la participación en el conflicto. A comienzos de 1778, Francia reconoció la independencia de los Estados Unidos, lo que equivalía a una declaración de guerra a Gran Bre-taña. España, tras unos momentos de titubeo, se decidió a re-novar el Pacto de Familia y se presentó como aliada de Francia cotra Inglaterra.

Dos años después, embarcó Butrón por primera vez en el navío Princesa, con el que cruzó los Cabos de San Vicente y Santa María para proteger la recalada de las embarcaciones procedentes de América, transbordando en octubre al navío San Pedro y en mayo al Atlante, en cuyo buque y bajo el mando del jefe de la escuadra, Luis de Córdoba, realizó la primera campaña en el Canal de la Mancha.

Con objeto de unirse a la escuadra francesa, salió de Cádiz el 23 de Junio de 1779; su finalidad era ejecutar el plan de campaña convenido por las dos naciones aliadas, tras larga deliberación a cargo de sus respectivos ministros. Consistía el proyecto de acción mancomunada en realizar la antigua idea de invadir las Islas Británicas. Diego Butrón, formando parte de la oficialidad del navío Atlante, se vio arrastrado por la misma empresa que, siglos atrás, dirigiese el décimo tercer duque de su ciudad natal y que supuso uno de los fracasos más estrepitosos de nuestra Armada. En esta ocasión, el jefe supremo de la Flota era el Almirante francés Conde de Orvilliers (en tiempos de Felipe II fue el Duque de Medina Sidonia) y el comandante en Jefe de las tropas de desembarco el Mariscal Conde de Vaux (en la ocasión antes referida lo fue el Duque de Parma). La escuadra combinada rindió Plimouth, el pánico y el terror inundó las costas inglesas. En Londres se cerró la Bolsa, toda clase de negocios quedaron paralizados en un reino mercantil y activo por excelencia que, desde los tiempos del Felipe II y su Armada Invencible, no había conocido un peligro tan grave, sin navíos que oponer, sin ejército regular, ocupado este en la Guerra de América, sin grandes defensas en las plazas, como en aquella ocasión, se encontraba indefenso...

Sin embargo, un inusitado incremento de escorbuto en la escuadra franco-española, así como las dificultades naturales de la propia costa inglesa, obligaron al mando aliado a suspender las operaciones y retirarse a Brest. En definitiva, fue una campaña cuyo fracaso reportó, como único beneficio, detener a la Armada inglesa en sus puertos, impidiéndoles el envío de fuerzas a Norteamérica, con ventaja para los independentistas americanos.

De regreso a Ferrol, transbordó el 30 de mayo de 1780 al navío Castilla con el que llegó a Cádiz, después de realizar un viaje a la isla de Madeira, y posteriormente quedó destinado, el 26 de diciembre de ese mismo año, en la fragata3 Real Jorge, que estaba de guardia en la Bahía. En el año anterior, nuestro paisano había ascendido a Alférez de Fragata el 3 de julio y en 1780 a Alférez de Navío el 27 de mayo.

Tras un breve período destinado en la fragata Asunción, pasó al navío San Joaquín el 8 de octubre de 1781, perteneciente a la escuadra de Córdoba, con el que realizó nuevas campañas en el Canal de la Mancha, pasando luego a la bahía de Algeciras, donde se desarrollaba una de las acciones más importantes de la Guerra contra Inglaterra.

En Cádiz se había preparado, con el máximo secreto, una flota conjunta al mando del francés duque de Crillón con el fin de recuperar la isla de Menorca, en manos de los ingleses desde la paz de Utrecht. La expedición fue un rotundo éxito, tras lo cual Crillón, flamante duque de Mahón y Grande de España, fue nombrado por el Rey Carlos III, jefe del ejercito acantonado en las proximidades de Gibraltar.

El sitio de Gibraltar fue una de las operaciones militares más completas del siglo, en las que tanto uno como otro bando hicieron gala de los últimos adelantos técnicos. D'Arcón se presentó con sus celebres baterías flotantes, que se esperaba pudiesen rendir a la plaza mediante un bombardeo marítimo desde la bahía de Algeciras. Sin embargo, aquellas baterías se mostraron demasiado pesadas y vulnerables a la artillería inglesa, que con sus balas rojas -proyectiles incandescentes- consiguieron incendiarlas4. Diego Butron fue comisionado en esta ocasión para auxiliar y extraer gentes de las baterías flotantes, antes de que se incendiasen.

Mucho mejor resultado dieron las lanchas cañoneras ideadas por Barceló, el hábil y tenaz marino mallorquín. Los bombardeos nocturnos se convirtieron en una verdadera pesadilla para la Roca. No obstante, la escuadra del Almirante inglés Howe se presentó en el Estrecho. Butrón, transbordado en el navío Terrible, participó en el enfrentamiento que se produjo. Sin embargo, algunos de sus buques consiguen abastecer a los sitiados y reforzarlos con cuatro mil hombres5.

En septiembre de 1783 se firmó la Paz de Versalles, que puso fin a la Guerra. Inglaterra reconocía la independencia de los futuros Estados Unidos de Norteamérica, además nos devolvía Menorca y La Florida, pero no Gibraltar.

Butrón regresó a Cádiz pasando destinado al navío África, con el que se dirigió a Ferrol, donde desembarcó para embarcar en el San Fermín el 29 de marzo de 1784 y con este buque se dirigió a la costa argelina en una expedición contra su capital Argel. Uno de los distinguidos en el fracasado cerco a Gibraltar, Antonio Barceló, fue designado jefe de la expedición. La escuadra llegó a Argel a finales de agosto. Los argelinos habían fortificado la costa y preparado una flota que impidiese la aproximación de la española. Se temió un desastre como el anterior y se decidió suspender la acción limitándose a un bombardeo de la plaza, en cuya acción el marino asidonense estuvo al mando de la bombardera nº 24, con la que asistió a los nueve ataques que se realizaron a la plaza. La paz con Argel no llegó hasta el año 1785, año en el que se firmó un acuerdo comercial entre ambas partes.

De regreso, pasó por Cartagena y allí transbordó a la fragata Pilar el 12 de noviembre de 1784, ascendió a teniente de fragata el 15 del mismo mes, navegando con la “Pilar” primero y con la denominada "Tecla" después. Por esta época realizó cruceros y comisiones por el Atlántico y el Mediterráneo, llegando finalmente a Cádiz. Desde aquí, de nuevo, viajó a Ferrol con la urca 6 Librada. En este puerto quedó desembarcado en enero de 1786.

De nuevo embarcó, el 25 de febrero de 1786, en la urca Presentación y con ella partió hacia América del Norte, regresando a Cádiz en noviembre. En esta ciudad coincide, por primera vez en el mismo buque, con su paisano Juan María de Villavicencio que mandaba la fragata Magdalena a la que fue destinado. Sin embargo, al poco tiempo, Villavicencio ascendió a Capitán de Navío y pasó a mandar el San Francisco de Paula. Butron siguió perteneciendo a la dotación de la Magdalena con la que realizó comisiones por las costas españolas y norteafricanas.

En septiembre de 1796, Butrón fue nombrado ayudante de Juan de Lángara, embarcando en el buque insignia de la marina española, el Santísima Trinidad. Poco después, se hizo cargo de la escuadra José de Córdoba que sustituyó a Lángara. En este mismo año, España, aliada de la Francia revolucionaria, declaró la guerra a Inglaterra por medio de un manifiesto que proclamaba una serie de agravios que justificaban tal decisión.

En febrero de 1797, la escuadra española partió de Cartagena con veintisiete navíos de línea, ocho fragatas y otras embarcaciones menores. Al mando se encontraba el teniente general D. José de Córdoba. Diego de Butrón fue destinado como ayudante suyo en el Santísima Trinidad (El mayor navío de guerra del mundo, coloso de ciento treinta cañones, único de cuatro puentes que existía por entonces).

El 13 de febrero, intentaron entrar en Cádiz en medio de un gran temporal. Divisaron una flota inglesa compuesta por dieciséis navíos y varias fragatas, pertenecientes a la escuadra del almirante Jervis, que llevaba como segundo comandante al comodoro Horacio Nelson.

El combate, que se desarrolló junto al Cabo de San Vicente, fue desastroso para la Armada española. Varios navíos depusieron el pabellón, otros, como el Santísima Trinidad, fueron hundidos. Butrón, con la plana mayor de nuestra flota, transbordó a la fragata Diana primero y luego al navío Conde de Regla; con este último, entraron en Cádiz perseguidos por los ingleses. Otros se dirigieron hacia Algeciras. Los ingleses, después de ser rechazados en Cádiz, volvieron a su fondeadero en Lisboa. Butrón desembarcó en Cádiz el 12 de febrero. D. José de Córdoba, jefe de la escuadra española, fue, posteriormente, degradado en Consejo de Guerra.

El teniente general D. José de Mazarredo, tenaz marino, se encargó de reorganizar la escuadra después del desastre; con él colaboró Juan María de Villavicencio. Con posterioridad, tanto éste como Diego Butrón, acompañaron a Mazarredo y su escuadra al puerto francés de Brest. En realidad, más que de unas difusas operaciones conjuntas, lo que pretendía Napoleón era tener unos rehenes que le garantizaran la fidelidad de la alianza española. Los navíos españoles permanecieron en Brest durante tres años, costándonos una fortuna. Mazarredo fue a París como embajador y le sustituyó Gravina al mando de la flota. Villavicencio, que se encontraba como jefe del navío Guerrero pasó a segundo jefe de la escuadra, mientras que Butron siguió una trayectoria más modesta: en febrero de 1800 fue nombrado segundo jefe del navío San Joaquín, y en marzo obtuvo el mando del bergantín7 Vigilante.

Por fin, la escuadra de Brest se hizo a la mar en diciembre de 1801, en combinación con la escuadra francesa mandada por el almirante Villaret, que transportaba la numerosa expedición del general Leclert, con el objeto de dominar la insurrección de los negros de Santo Domingo. Una vez en las Antillas, Butrón fue comisionado a Veracruz por dinero.

La Paz de Amiens, firmada en marzo de 1802 puso fin, de momento, al conflicto. Diego Butrón regresó a Cádiz en mayo, sin embargo volvió a salir con su bergantín hacia Málaga, donde tenía que hacer entrega del mando del buque, regresando a Cádiz. El 5 de octubre del mismo año, fue ascendido a Capitán de Fragata y embarcó como segundo comandante del navío San Julián con el que viajó a Ferrol, donde, por desguase del mismo, quedó desembarcado y de nuevo regresó a Cádiz8.

El panorama internacional era poco alentador. La guerra entre Francia e Inglaterra volvió a comenzar en octubre de 1803. España intentó mantenerse neutral, sin embargo, Napoleón proponía un plan: unir la flota francesa a la española, dominar el Canal de la Mancha y desembarcar la "Grande Armée" en Inglaterra. A partir de ese momento, todo sería fácil para acabar con el enemigo, tanto de Francia como de España: el reino de Inglaterra. Napoleón quedaría como emperador de Europa y Carlos IV, rey de España, como emperador de ultramar. Tanto el Rey como su ministro Godoy estimaron que valía la pena correr el riesgo.

Butrón, entre tanto, permanecía en Cádiz y allí embarcó como segundo comandante del navío Firme, perteneciente a la escuadra de Gravina. Pronto llegó a Cádiz el jefe de la nueva flota conjunta, encargado de llevar a buen termino los sueños del emperador francés: el almirante galo Villeneuve, procedente del Mediterráneo9. El plan consistía en reunirse con la flota española de Gravina, dirigirse a la Martinica a fin de atraerse hacia sí a Nelson. Éste no se dejó engañar y mantuvo el grueso de sus fuerzas frente a Europa.

Villeneuve y Gravina recibieron instrucciones de volver al viejo continente, unirse a la flota recalada en Ferrol y llevar a cabo la empresa señalada por Napoleón: embarcar el ejército acantonado en Boulogne y desembarcarlo en las costas inglesas.

El 22 de julio, al llegar Villeneuve a unas 150 millas de El Ferrol, se encontró con los quince buques de la escuadra del almirante inglés Conwwalis, que, por enfermedad de éste, estaba mandada por el almirante Calder. A las cinco de la tarde, se inició un combate que fue interrumpido frecuentemente por la niebla existente. Los almirantes no pueden apreciar lo que pasa en sus líneas. En la línea franco-española se vieron algunos navíos desmantelados a la deriva y al llegar la noche se rompió el contacto; al amanecer se dieron cuenta que faltaban dos navíos españoles: el San Rafael y el Firme, del que era segundo comandante Diego Butrón. Estos dos buques, desmantelados por el fuego, se habían ido sobre la línea inglesa y después de combatir ellos solos durante la noche, habían sido apresados.

Tras este contratiempo, Villeneuve consiguió entrar en Ferrol después de una breve estancia en Vigo. De aquí debía dirigirse al Canal de la Mancha. Sin embargo, decidió recalar en Cádiz mientras Napoleón esperaba y desesperaba en Boulogne10.

Cerca del puerto gaditano, frente al cabo de Trafalgar -1805- se dio, por fin, la batalla decisiva. El destino quiso que los dos marinos procedentes de Medina Sidonia no participasen en el mayor desastre de la marina española a la que ellos pertenecían: Villavicencio atendía a la defensa de Cuba con las escasas fuerzas de que disponía y a su comunicación con el Virreinato de México; Butrón, mientras, se encontraba prisionero en Porsmouht, donde había sido conducido tras el combate de Finisterre.

Butrón regresó a España en 1806 y fue ascendido a Capitán de Navío el 13 de mayo, ocupando a partir de esta fecha el puesto de Capitán del puerto de Cádiz.

Los acontecimientos se sucedieron en la Península. En 1807 se firmó el Tratado de Fontenaibleau, por el que comenzaron a cruzar la frontera de los Pirineos contingentes de tropas francesas para ocupar Portugal, pero las fuerzas napoleónicas no sólo se dedicaban a cooperar en la invasión del pais vecino, sino que, de paso, ocupaban las principales plazas del centro y norte de España. A primeros de mayo de 1808, nuestro país parecía haber perdido definitivamente su independencia nacional.

Sin embargo, los alzamientos del 2 de mayo en Madrid iniciaron la reacción española y fueron secundados por las principales ciudades del país. En la capital gaditana la sublevación posterior tuvo unos objetivos concretos: los buques franceses que se encontraban fondeados en la bahía desde la batalla de Trafalgar. El Capitán General de Cádiz, Solano, intentó oponerse al levantamiento y fue muerto en un disturbio. De la actuación de Butrón, Capitán del puerto y por lo tanto pieza clave, no sabemos nada, pero circunstancialmente, en mayo de 1808 fue depuesto de su cargo y pasó a servir en los batallones de infantería de marina. Esto nos da que pensar, como hipótesis, que fuese contrario al levantamiento popular, al igual que el general Solano11.

Diego Butrón, alistado en los batallones de marina, defendió lo que quedaba de España a golpe de fusil12, sin llegar a tener un cargo relevante desde su cese como Capitán del puerto en 1808. Volvió a ocupar este cargo desde 1 de diciembre de 1810 hasta el 21 de diciembre, tras haberse publicado una Real Orden el 11 de noviembre del mismo año declarándole libre de toda sospecha y disponiendo que ocupara de nuevo el cargo del que fue separado, lo cual hizo durante un mes a modo de desagravio. Luego volvió a los batallones de marina. Éstos tenían como misiones más destacadas realizar los desembarcos y batirse en tierra junto al ejercito español y a las tropas expedicionarias inglesas.

La Guerra de la Independencia dejó a nuestra nación materialmente deshecha y la marina no era una excepción en esta catástrofe. Tras la vuelta del Rey Fernando VII "el Deseado" todo volvió a la situación anterior a la guerra, con un sistema de gobierno absolutista que trajo descontentos y reacciones a lo largo y ancho de todo el país.

El año de 1815 fue un año de premios y ascensos en los ejércitos. Butrón asciende a Brigadier el 30 de mayo y pasa a mandar el navío Numancia el 9 de marzo de 1819, uno de los pocos que aún quedaban en nuestras fuerzas navales (en concreto seis). Desde el 6 de abril del mismo año, por Real Orden, fue nombrado tercer jefe de la expedición que se preparaba en la bahía de Cádiz para embarcar hacia América, con el fin de sofocar los levantamientos independentistas que, tras la Guerra de la Independencia, se habían extendido por todo el continente americano.

Esta expedición nunca llegó a partir. Por una parte el descrédito de los gobiernos absolutistas, abonado en las capas militares por la compra de los navíos rusos y la marcha de la campaña americana, así como el mal ambiente existente entre las tropas, que no estaban propicias a embarcar, provocó un levantamiento el 1 de enero de 1820 en tres ciudades con tropas acantonadas en espera de embarcar para América: Las Cabezas de San Juan, Osuna y Alcalá de los Gazules. Al frente de los amotinados se pusieron el general Quiroga y el comandante Riego. Su propósito era proclamar la Constitución de 1812, a tal efecto, se dirigieron a la capital gaditana. La expedición ya no saldría, pero Fernando VII juró la Constitución y en España se inicia el “Trienio Constitucional”.

Después de que la guarnición de Cádiz jurase la Constitución, el general Villavicencio se trasladó al navío Numancia, mandado por Diego Butrón y allí mismo tomo juramento al comandante del buque, su paisano Diego, y a su vez lo tomó de los generales, jefes y oficiales del Departamento. Una de las primeras disposiciones del gobierno constitucional fue desarmar la flota que debía salir para América. Butrón, con el navío de su mando pasó a la Carraca, donde su buque fue desarmado, quedando sin destino en la capital gaditana y allí permaneció tres largos años, hasta que los acontecimientos políticos dieron un vuelco de ciento ochenta grados en el reino de España.

Los Cien Mil Hijos de San Luis atravesaron España para restituir a Fernando VII en su poder absoluto. Diego Butrón, que se encontraba en Cádiz sin destino desde el desarme de su buque, atravesó la bahía para ofrecer sus servicios al duque de Angulema, jefe de las tropas francesas y éste lo nombró Comandante del apostadero de Sanlúcar de Barrameda, donde se armaron y habilitaron las lanchas cañoneras que, en apoyo de las tropas francesas, bombardearon Cádiz en septiembre de 182313.

Tras la ocupación de la capital de la provincia, a Butrón se mandó por Real Orden de 29 de noviembre de 1823 darle las gracias en nombre de Su Majestad y se le tuviese presente a sus ascensos por el mérito contraído en los "...buenos servicios de Sanlúcar". Por otra Real Orden de 5 de enero del año siguiente se le reiteraron las gracias.

De nuevo Fernando VII en Madrid, nombró Ministro de Marina a Salazar y Director General de la Armada a Villavicencio, asesorado por una Junta de Vocales a la que perteneció Diego Butrón, que fue ascendido a Jefe de Escuadra el 14 de junio de 1825.

Mientras, al otro lado del Atlántico, la emancipación de las colonias se había convertido en un fenómeno irreversible. Ya sin colonias americanas, el 2 de febrero de 1830, la Junta de Dirección era sustituida por una Junta Superior del Gobierno de la Armada y nuestro personaje continuó como vocal de la nueva institución. Dicha Junta veía reforzada sus atribuciones.

Tras la muerte de Fernando VII, España cambia hacia un régimen liberal y se sustituyó al ministro de Marina, ocupando el cargo Vázquez Figueroa. Uno de los cambios más significativos que dicho ministro introdujo en la administración naval fue la concepción de la Justicia militar. Se suprimió, a nivel estatal, el Consejo de Guerra, sustituyéndolo por el Tribunal Supremo de Guerra y Marina, con funciones de Tribunal de Apelación, que ha subsistido con pocos cambios hasta nuestros días. Por Real Orden de 4 de abril de 1834 se nombró ministro de este nuevo tribunal a Diego Butrón y Cortés.

Continuó como ministro del Tribunal Supremo de Guerra y Marina hasta el 12 de noviembre de 1836, fecha en la que cesó y poco después fue jubilado con un sueldo de 45.000 reales. A pesar de sus achaques, que lo imposibilitaban para todo servicio, el gobierno, respetando la antigüedad de una larga carrera, le promovió a teniente general el 8 de marzo de 1839. El 12 de enero de 1842 fue declarado exento de todo servicio y falleció el 6 de junio del referido año en Madrid a una edad muy avanzada.

En 1911, el mismo año que fueron trasladados los restos mortales de Villavicencio al Panteón de Marinos Ilustres, lo fueron los de su compatriota Diego Butrón y Cortés, traslado que se hizo, en ambos casos, por petición de la Real Academia de la Historia14.


BIBLIOGRAFÍA:

– AUÑÓN, Estado de la Marina en el primer cuarto del S. XIX, 1840.

– BARROSO MENDOZA, Juan Luis; POUSSA ROMAN, Emilio, Historia de las Instituciones Navales y Militares españolas, San Fernando, 1997.

– COMELLAS, Jose Luis, Historia de España Moderna y Contemporánea, Madrid, 1978.

– LASSO DE LA VEGA, La Marina a finales del XVIII y principios del XX, 1840.

– MANERA REGUEYRA, Enrique, "La Armada en el siglo XIX", Fuerzas Armadas Españolas, Tomo IV, Madrid, 1985.

– PAVIA, Galería Bibliográfica de Generales de Marina.

– UBIETO/REGLA/JOVER/SECO, introducción a la Historia de España, 1984.


Notas:

(1) En el momento en que ingresa Diego Butrón en las Academias Militares se exigían pruebas de nobleza como requisito imprescindible. Las de Diego Butrón se encuentran recogidas en el "Catalogo de Pruebas de Caballeros Aspirantes" de D. Dalmiro de la Válgoma, en concreto en la página 235.

(2) Por estas fechas existen en España tres compañías de Guardias Marinas, una en Ferrol, otra en Cartagena y una tercera en San Fernando.

(3) Buque de guerra de los siglos XVII y XVIII, menor que el navío, pero con aparejo similar, de tres palos cruzados, con cofas y crucetas, y una sola batería corrida de 40 ó 60 cañones.

(4) Perecieron en aquella noche trágica 1.200 hombres. Numerosas baterías, en las que no se consiguieron evacuar a sus tripulantes después de que prendiera fuego la pólvora, volaron por los aires con la dotación. Historia Naval Militar. Editado por la Escuela Naval Militar de Marín.

(5) Barceló, imprevisiblemente, fue destituido. Resultó, al parecer victima de la lucha social en la Marina, pues era de origen humilde y sus relaciones con militares y marinos de sangre azul se habían hecho tirantes desde algún tiempo atrás. Historia de España Moderna y Contemporánea, Jose Luis Comellas. Pag. 372

(6) La "urca" era una especie de fragata de carga, de mayor eslora que la normal. En el siglo XVII se utilizó en la Armada para transportar mercurio con destino a America. Solían ser muy robustas.

(7) Buque de dos palos, de velas cuadradas, muy usado en el Mediterráneo para la práctica del corso.

(8) Hoja de Servicios. Archivo General de Marina.

(9) En concreto de la ciudad de Cartagena, donde por falta de entendimiento con el jefe de la escuadra española de ese apostadero, el almirante Salcedo, no se unieron.

(10) Villeneuve fue hecho prisionero tras la batalla de Trafalgar. Cuano regresó a Francia cayó en desgracia y terminó suicidándose. "Era un hombre valiente pero sin talento" comentó Napoleón. "Grandes Batallas". W. Koenig y S.L. Mayer, Pág. 60.

(11) En el legajo nº 189 de la sección de oficiales del Archivo General de Marina se encuentra un documento que habla de su permanencia en el Castillo de Santa Catalina cumpliendo un arresto, que pudo tener relación con los acontecimientos vividos en la capital gaditana.

(12) En la documentación no se especifica el tiempo que permaneció en los regimientos, limitándose a señalar que militó en ellos durante sus períodos de desembarco. Archivo General de Marina Legajo nº 189 de la sección de oficiales.

(13) Archivo General de Marina. Legajo nº 189.

(14) Archivo General de Marina legajo nº 1281 y 189.


(c) Marzo del 2002. Todos los derechos reservados
Webmasters: Noelia Gutierrez Galera y Sergio Alonso