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ETNOGRAFÍA ASIDONENSE:
¡CAL, CAL BLANCA DEL BERRUECO!
Pedro Aparicio González*
¡CAL, CAL BLANCA DEL BERRUECO! Pregonaban los caleros con sus burros y mulos cargados por las calles de nuestra ciudad y de los pueblos cercanos, vendiendo su producto con el "medio" y el "cuartillo".
La cal pura que llamamos cal viva es un óxido de calcio (CaO) aunque puede contener impurezas como óxidos de aluminio, hierro, sílice o magnesio. Cuando se le añade agua se desprende gran cantidad de calor y pasa a formarse hidróxido de calcio o cal apagada.
La cal, a lo largo de la historia, se ha utilizado para preparar morteros (los romanos la utilizaban en sus construcciones que nos han llegado hasta la actualidad), neutralizar suelos ácidos en la agricultura, en la fabricación de papel y vidrio, para lavar la ropa blanca, para curtir pieles y cueros, en el refinado de azúcar, para desinfectar pozos, para curar enfermedades de las pezuñas de vacas, ovejas y cerdos, y naturalmente también ha sido utilizada para encalar las fachadas de nuestros blancos pueblos.
Se obtiene por la cocción en horno de la piedra caliza, roca compuesta esencialmente de carbonato cálcico y sílice.
Nuestro paisano el Dr. Thebussem escribió un librito con algunos artículos y cartas, cuya segunda edición data de 1871, denominado KPANKLA. Dicho así no nos aclara gran cosa y menos nos relaciona con el tema del que hablamos, pero veamos la explicación que don Mariano nos da en su libro sobre dicha palabreja:
“Tal vez (sin que esto sea ofender tu caletre) no hayas entendido la palabra KPANKLA, y menos su aplicación como título de esta carta. Si tienes curiosidad, escucha. Hallábame yo, hace años, en cierto pueblo de la provincia de Sevilla, y allí vi con letras blancas y sobre fondo negro, la inscripción a que me refiero. No la entendí, ni la entendieron tampoco los muchos españoles ilustrados a quienes consulté. Sedienta mi curiosidad, pregúntele a una pobre vieja, vecina del abandonado edificio donde el rótulo se hallaba, qué era lo que en él decía. Contestóme que no sabía leer, pero que veinte años atrás vendían allí kpanklá – Y ¿qué diablos, repliqué yo con vehemencia, quiere decir kpankalá en lengua española?- Señor, esto, esto, - respondió la anciana con sorpresa y dando dos palmadas en la pared. Entonces comprendí que kpanklá (igual a ca p´ancalá) quería decir:
¡CAL PARA ENCALAR!”
La cal, conocida desde antiguo, ha sido utilizada ampliamente en nuestro entorno con todos los usos antes descritos, pero ¿de dónde sale esta piedra caliza?, ¿cómo se obtiene la cal?, ¿dónde se cocía?, ¿cómo era el trabajo del calero?
En su Historia de la ciudad de Medina Sidonia el Vicario Martínez, haciendo una descripción de las canteras y minas, nos detalla:
“En el Berrueco, término de Medina, distante de ella una legua al O. Hay una abundantísima mina de piedra blanca granujosa. Es especial para molinos y atahonas. De ella se surten las ciudades y pueblos de la comarca, dejando a los pedreros vecinos de Medina, únicos trabajadores de ella, un jornal muy ventajoso. De los desperdicios y desmontes de esta misma, se hace superior cal para obras: en la de la referida Catedral nueva se ha empleado gran parte de ella; y la del Berrueco es la primera de que hace relación la citada descripción.”
En el siglo XVIII era conocida y valorada la cal de nuestros caleros, circunstancia que ha prevalecido hasta los últimos años del siglo XX en que la industria foránea, la pintura industrial y los cambios de costumbres han ganado la partida una vez más al artesano asidonense.
En el Berrueco funcionaron tres caleras abasteciéndose de la materia prima de sus canteras, hasta el cierre de hace unos 30 años. A partir de entonces, la piedra caliza (de peor calidad) se trae de Las Pilas. Al menos se hacían veinte cocciones al año en cada calera, siendo la primavera y el verano las épocas de mayor venta (para feria se blanqueaban las casas). Hasta los años 90 aún se vendía bien la cal, se ofrecía en los almacenes de materiales de construcción, en la propia casa del calero y en puestos de venta como el de Paca la del Carbón en el número 2 de la calle Síñigo, el de Miguel Aparicio en el Pasadero de Santiago, en la calle Sidón... Su precio en los últimos años era de unas 25 pesetas el kilogramo.
También eran construidas caleras para la obtención de cal para obra en cualquier lugar donde se encontrase piedra idónea para cocer, aún pueden verse dos de ellas junto al carril que sube hacia Santa Ana.
Agustín Aparicio Roldán conocido por la mayoría como "Bolito" ha sido calero desde pequeño, profesión que su padre y su abuelo también tuvieron. Acompañaba a su padre a vender cal a lomos de las bestias, montado encima de los terrones de cal viva que contenían los serones de esparto. Él nos explica todo el proceso de obtención de la cal:
La mayoría de las veces las piedras calizas se sacaban a mano de las canteras (en el Berrueco, donde también se encontraba la Calera) (Foto Nº 1), otras con ayuda de barrenas (barras de hierro de unos 2 m.) o ayudados a veces con algún explosivo (taco).
Se transportaban desde la cantera a los alrededores de la calera (horno parecido a un pozo de unos 5 m de profundidad y unos 2 m de diámetro, forrado por dentro de piedra silícea que cristaliza al cocer manteniendo el calor) con ayuda de los borricos, y se empezaban a colocar dentro, formando un círculo encima de unos poyetes, las primeras piedras "almaeras" (aplastadas y de mayor tamaño que servían para ir montando otras encima) unidas con barro en su primera vuelta y en seco en las siguientes (Foto Nº 2). El hueco del medio, la caldera, se va rellenando de leña y nos sirve para continuar encima formando una bóveda (Foto Nº 3 y 4) con las sucesivas vueltas de piedras hasta llegar a la parte superior o cabeza. La caldera es accesible a través de una puerta para realimentarla de leña. Las piedras "almaeras" se van complementando con los matacanes (piedras de aproximadamente medio kilo). Al llegar arriba se hace la cabeza con matacanes recubiertos de ripios (piedras muy pequeñas) adoptando una forma cónica. Con una capa de barro se cierran todos los huecos excepto unos respiraderos en los bordes para permitir el tiro del fuego de la manera más uniforme posible (Foto Nº 5).
Terminado este proceso se dice que LA CALERA ESTÁ ARMADA, y se le puede meter fuego a la leña utilizada, de todo tipo y del tamaño adecuado para que entre por la puerta del horno (Foto Nº 6). Antes se utilizaba la de lentisco, jara, zaguazo, taraje... y últimamente más gruesa, como la de acebuche o eucalipto. La cocción durará 3 ó 4 días. En el primer día se quema la leña que se había puesto dentro de la caldera y que sirvió de andamio en el montaje de la calera. Consumida ésta, hay que ir añadiendo más leña por la puerta cada 10 ó 15 minutos (dependiendo del tipo de madera), procurando en lo posible que no entre viento por la puerta para evitar el enfriamiento de la cocción, ya que lo que se intenta es aumentar progresivamente la temperatura hasta unos 1000 ºC. La alimentación de la caldera se denomina CARDA y, tras la misma, habremos de tapar bien la puerta.
Se daba la cocción por terminada cuando el color de las piedras (vistas cada vez que se cargaba leña por la puerta) era claro como el oro y se apreciaba que las piedras estaban pegadas unas a otras sin separación alguna (Foto Nº 7). En cada cocción se obtenían unos 7000 u 8000 kg (aproximadamente la mitad del peso de piedra caliza que se metió en la calera)
Se empezaba a desmontar al día siguiente de la terminación de la cocción, con el horno y la cal todavía calientes, siguiendo el proceso inverso (Foto Nº 8), empezando por la cabeza. Ya teníamos nuestros terrones de cal viva.
Agustín hizo su última cocción en el año 1995, y hace ya mucho tiempo que no va de pueblo en pueblo pregonando:
¡CAL, CAL BLANCA DEL BERRUECO!
* Es hijo de Agustín Aparicio Roldán, último calero asidonense.
(1) Agustín con la piedra caliza
(2) Montando las primeras vueltas
(3) Armando la Calera
(4) Agustín montando la Calera
(5) Formando la cabeza
(6) La puerta de la Calera
(7) Desmontando la Calera
(8) Repartiendo cal en los años 60
(9) Cal apagada preparada para encalar
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